La vida en pareja no es fácil. Detrás de nuestras virtudes nos acechan los peores defectos. Y aun así existe la esperanza. Y el miedo. Y el ego.
Roberto Sneider, después de ocho años de retiro, vuelve a la pantalla con una nueva adaptación literaria: Me estás matando Susana, comedia realizada a partir de la novela Ciudades desiertas, escrita por José Agustín en 1982. Es un poco extraño que hayan pasado 34 años para ver en el cine esta divertida historia, aunque es más revelador descubrir que no ha agotado su vigencia.
La cosa va así: Eligio (Gael García) es un actor a medio camino y comparte su vida con Susana (Verónica Echégui), talentosa escritora española de cuentos publicados, incluso en Nexos. Charolastra jamás redimido, Eligio es inmaduro, irresponsable, querendón y macho (con palabras de amor, pero macho al fin). De la noche a la mañana se encuentra con la sorpresa de que Susana lo ha abandonado.
El mundo se le viene encima. Y cuando se entera que su ibérica mujer se ha ido a cumplir con una beca para escritores en Estados Unidos, decide ir por ella para enfrentarla y, de ser posible, recuperarla.
Sneider, director y guionista, comprende que en el cine la narración avanza mejor si se concentra en Eligio, quien convertido en Pancho Villa va a invadir territorio gringo. Y transformado en ídolo azteca llevará a cabo la conquista al revés: es decir, va por «la española».
Y en este juego de espejos y estereotipos, Me estás matando Susana nos ha reservado muy gratos hallazgos. ¿La ley y el orden buscan someter a Eligio? «No problemo», el chilango siempre encontrará la manera de salirse con la suya a lo Speedy González; ¿hay un debate entre la asepsia gringa y la “mugre” mexicana? ¡Pero si es la esencia de nuestro sabor!; ¿Susana anda con un poeta polaco de casi dos metros? El tamaño sí importa… y mucho. No es raro que con paisanos así haya crecido el nefasto discurso de Trump entre los gringos menos educados.
La picaresca nacional domina la narrativa de Me estás matando Susana y sólo Gael García, con esa vena cómica siempre en tono, siempre a tiempo, puede dar a su personaje la naturalidad necesaria para impulsar la película. Desde Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón, 1991), no se veía un estreno tan hilarante acerca de las consecuencias culturales de la testosterona en el ADN mexicano.
Con dos cintas en el año –Desierto (Jonás Cuarón, 2016 ) y Me estás matando Susana-, Gael García ha logrado un retorno triunfal a la cinematografía nacional. Y esas son buenas noticias.
Roberto Sneider se está posicionando como el gran adaptador de obras literarias. Su debut comercial, como director, fue con Dos crímenes (1994), basada en la novela de Jorge Ibargüengoitia. Después sorprendió con Arráncame la vida (2008), realizada a partir de la historia de Ángeles Mastretta. Y ahora no lo hace nada mal.
Igual que Brando y su baile irreverente en El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1973), Eligio, a fuerza de improvisación, valemadrismo y puro corazón, apuesta por el valiente que sólo necesita escuchar de su pareja que, a pesar de todo, el amor no puede negarse.
Aunque para eso haga falta un viaje, mil peleas, sendas humillaciones, golpes, borracheras… y unas cuantas nalgadas. Después de todo, la delgada línea entre el amor, el erotismo y el sexo, necesita un macho.
En algún lugar del universo, Mauricio Garcés debe estar sonriendo.
Por Horacio Vidal
Se me hace de mal gusto todas las groserías, desde el comienzo de la película, (no me gusto)
Disfruté la película. Pero de las películas mexicanas más recientes me quedo con «Qué clpa tiene el niño». Gracias por tu reseña Horacio, muy buena.