Hace apenas 70 años que las mujeres mexicanas somos actoras políticas, sujetas sociales y culturales. Como sabemos el 17 de octubre de 1953 el Diario Oficial de la Federación publicó la reforma a los artículos 34 y 115 constitucionales en los que se estableció la igualdad de los derechos políticos para las mujeres. En su libro Las mujeres en el México del siglo XX. Una cronología mínima (2007), Gabriela Cano señala que, hasta 1955, las mujeres votaron por primera vez en los comicios de julio de ese año para elegir a los diputados federales. Tres años después, en 1958, las mujeres acudieron a las urnas para sufragar por primera vez en unas elecciones presidenciales.

 En ese sentido, 66 años después, en pleno siglo XXI, estamos frente a un momento histórico para las mujeres mexicanas. Mañana, domingo 2 de junio de 2024, volveremos a salir a votar para elegir presidente de la nación. Sólo que esta vez, por primera vez, vamos a elegir entre dos candidatas a la presidencia de México. Vamos a tener una presidenta de México. Las encuestas y los diarios nacionales e internacionales señalan como favorita a Claudia Sheinbaum en relación con Xóchitl Gálvez, comentan en sus mesas de análisis sobre los aciertos y desaciertos de las campañas electorales; hablan, sobre todo, de la próxima cita electoral que los mexicanos y mexicanas tenemos en las urnas el día de mañana.

 

De lo que quiero hablar es, justamente, de las mujeres ciudadanas que vamos a salir a elegir a nuestra primera presidenta. Las mujeres que no estamos involucradas directamente con el quehacer político pero que, de una u otra manera, este momento histórico nos atraviesa a todas: madres de familia, oficinistas institucionales, estudiantes, profesoras, médicas, jornaleras, indígenas, obreras, vendedoras ambulantes, investigadoras, chóferas, promotoras culturales, despachadoras de gasolina, desenterradoras, artistas, migrantes, privadas de la libertad, en condición de calle, recluidas en instituciones de salud mental, jubiladas, sin trabajo, todas. Mujeres todas. Con una oportunidad invaluable de ejercer nuestro derecho a sufragar. De poder elegir para que nuestro país sea dirigido, por primera vez, por una ejecutiva de la nación y que ponga, como dicen en sus propuestas de campaña, a las mujeres en el centro de las políticas públicas.

Recordando que en México (como en los países latinoamericanos) ser mujer es sinónimo de peligro; qué decir de Sonora que se encuentra en Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres desde agosto de 2021 y, de acuerdo con las estadísticas de la ENDIRE, los índices de las violencias de género continúan en aumento. Mañana tenemos una cita todas: acudir a las urnas para elegir mediante nuestro voto una gestión política que nos garantice una vida libre de violencia. De transitar libres, soberanas. Vivir sin miedo.

Durante el tiempo de las campañas electorales asistí a diferentes actos proselitistas para mujeres. Particularmente, asistí al evento de la candidata para presidenta municipal ¡Es tiempo de las mujeres! Ver la foto que acompaña este texto. Frente a un quórum de alrededor de 5,000 mujeres, la candidata presentó su propuesta de transformación en donde priorizó “Paz y seguridad” para las mujeres hermosillenses. Ahí, entre mesas y mesas de mujeres, entre risas y café —no está de más subrayar que algunas fuimos por cuestiones ideológicas, otras por compromisos políticos, otras obligadas por sus sindicatos (ajá, había que tomarse la foto para legitimar la asistencia), muchas, muchísimas acarreadas (ay, qué horrible se lee esto), pero, creo que muchas, las más,  estuvimos ahí por voluntad propia, porque queríamos escuchar en voz de la candidata los 44 compromisos de gobierno con acciones políticas enfocadas en garantizar la paz y la seguridad para las mujeres hermosillenses. 

En ese sentido, con todas las voces y la premisa de un mundo mejor para todas, pienso en las mujeres de todos los tiempos que se reunieron y seguimos reuniéndonos — de muchas formas posibles a lo largo de la historia de la humanidad— para exigir nuestros derechos: luchar por ellos, por la igualdad de género, por el sufragio, por la libertad de expresión, por el acceso a la educación, por la libertad de decidir sobre nuestras ideas y nuestros cuerpos, por una vida libre de violencia, por nuestro bienestar social. La utopía universal de un piso parejo en igualdad de circunstancias para todos y todas que nos permita una vida digna. Que el género, la clase social, la condición escolar, la lengua, el estado civil, la maternidad, la preferencia sexual, el lugar de origen, el color de piel y el nepotismo (para estar a tono), entre otros aspectos no nos determine socialmente. Más bien, que el género, como categoría de análisis, constituya la base de la gestión política (Scott, 2012) para reflexionar sobre la cuestión de ser humano y estar en el mundo. Marcela Lagarde, a finales de la década de los 80, retomó el término sororidad y le otorgó una dimensión política. Dice que:

Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer.

Entonces, pienso que cuando las mujeres nos reunimos «sororamente» estamos ejerciendo. nuestros derechos políticos, aparecemos políticamente y en ese aparecer estamos obligadas a decidir, en este caso, qué candidata nos representará. De esta forma, con base a la certeza de nuestro tiempo, podemos tener, de igual modo, la capacidad de exigir que se cumplan las promesas de campaña, del mismo modo de proteger a nuestra futura presidenta, porque el ejercicio de poder en un mundo dominado por hombres no es tarea fácil. Al contrario, por el hecho de ser mujer, su gobierno estará bajo el escrutinio de todas y todos.

Para terminar, les cuento que salimos del evento proselitista casi a las 12 del mediodía. En pleno cenit. Caminé con dos mujeres adultas mayores, una se desplazaba con andadera. Nos detuvimos a mirar las flores que estaban a nuestro paso, me recomendaron cómo cuidar las matas del sol, de cuánta agua hay que echarles para que no se sequen o se pudran; también hablaron de cómo vinieron al evento político, dijeron que tomaron dos camiones, venían del norte de la ciudad para asistir al evento de las mujeres. Es decir, acudieron por voluntad propia. Libres, con capacidad de decidir. Soberanas. Son mujeres que tienen esperanza en México. Entonces, que el día de mañana sea un acto político el acudir a las urnas. Un acto político de transformación de las mujeres mexicanas. Ejerzamos nuestro derecho al voto y, sobre todo, seamos partícipes en la elección de nuestra primera presidenta de México. Porque el siglo XXI es nuestro tiempo: es tiempo de las mujeres mexicanas. Fiat Lux. 

Texto y fotografía por Coyo G. Bojórquez

https://www.facebook.com/coyo.garcia



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Sobre el autor

Coyo Bojórquez estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Sonora

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