Alentado por el espíritu del nuevo año, y a forma de respuesta al texto de Fernando Herrera, publicado en esta misma Crónica Sonora (aquí el enlace para que lo degusten: https://www.cronicasonora.com/apuntes-sobre-los-pioneros-de-la-fotografia-en-sonora/), me animé a escribir estas palabras y darle continuidad a la columna Ciudades Sin Memoria.
Luego del excelente texto de Fernando, poco queda por decir de Jesús H. Abitia, destacado fotógrafo que residió en Hermosillo, que además incursionó en el cine y la música, y recordado, mayoritariamente, por el gesto de albergar a Francisco I. Madero cuando pasó por nuestra capital. Este texto, no es un recuento de la vida de aquel revolucionario y fotógrafo, sino un recordatorio de lo fácil que nuestras ciudades olvidan a sus destacados vecinos ¿Qué nos queda de Jesús H. Abitia? Para acabar pronto, nada.
Abitia, como muchos en su época, migró a Sonora, se estableció en una de sus localidades y después desempeñó un destacado papel en la revolución mexicana, particularmente como miembro del grupo sonorense y parte de la División del Noroeste. No es exagerado decir que, a la par de los hermanos Casasola, Abitia fue uno de los más prolíferos fotógrafos del movimiento revolucionario, sobre todo, del bando constitucionalista.
Tristemente, a Hermosillo no le queda memoria alguna del paso de Abitia por esta ciudad ¿Dónde estaba su estudio? ¿Dónde estaba la casa en la que recibió a Madero? Y más importante aún ¿Dónde están sus fotografías? Las dos primeras preguntas siguen siendo tarea del historiador o los curiosos del pasado, de la tercera tenemos respuesta: unas fueron comparadas por el Centro de Estudios Históricos de México CARSO; otras están en la Fototeca del INAH; también hay un fondo en el Archivo Toscano y; seguramente hay fotografías en el Archivo General de la Nación, o en otros acervos importantes, pero todos en la ciudad de México y fuera de Sonora.
No sólo deberíamos conocer el edificio que fuera estudio fotográfico y/u hogar de Abitia, sino tener a nuestro alcance su obra fotográfica, mucha dedicada al estado de Sonora (como se aprecia en las fotografías que aquí les compartimos). Y lo anterior nos lleva a una pregunta aún más importante: ¿Por qué en Hermosillo no existe un museo, centro cultural o de cualquier otra índole, dedicado a la revolución?
La capital sonorense albergó a destacados revolucionarios, como el mismo Abitia, los sonorenses que después fueron presidentes (De la Huerta, Obregón, Elías Calles y Rodríguez), los que fueron líderes de la Huelga de Cananea, los candidatos presidenciales Gilberto Valenzuela e Ignacio Bonillas, Venustiano Carranza y todo su gabinete, entre muchos más; también fue escenario de importantes batallas, encuentros y desencuentros. Incluso, la capital sonorense fue declarada capital de México durante la etapa de lucha contra el gobierno usurpador de Victoriano Huerta.
A pesar de todo lo anterior, Hermosillo permanece sin un recinto dedicado a la difusión de la revolución mexicana en Sonora y los cambios que provocó. Afortunadamente, la Ciudad de Obregón cuenta con el MUSOR (Museo Sonora en la Revolución), digno espacio que difunde esa historia, lo mismo el Museo Casa de Álvaro Obregón, en Huatabampo. En Hermosillo no están las fotos de Abitia, no existe la casa en la que vivió Venustiano Carranza, el viejo edificio de Congreso en el que se desconoció a Huerta, y mucho más. Nos queda sólo como recuerdo de esa etapa, las estatuas sobre el bulevar Rodríguez y los murales del Palacio de Gobierno. La revolución mexicana en Sonora, es una más de las historias olvidadas por nuestra ciudad.
A continuación, fotografías de Abitia en Sonora, conservadas en el Centro de Estudios Históricos de México CARSO.
Gobernador José Ma. Maytorena esperando la llegada de Venustiano Carranza, 1913.
Arreglos en Hermosillo para recibir a Venustiano Carranza, 1913.
Venustiano Carranza pasando lista a la tropa en el Parque Madero, Hermosillo (al fondo, la capilla del Carmen), 1913.
Ignacio Pesqueira, Venustiano Carranza, José Ma. Maytorena y demás revolucionarios visitando Cananea, 1913.