Michel Axel debuta en Crónica Sonora con un trabajo que no tiene desperdicio; texto y fotografías de alta manufactura
Salucita en pleno martes y ni hablar
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Desde que a uno le da por agarrar carretera y buscar otras postales para los ojos, se busca algo primordialmente: extrañamiento, es decir, salir del frasco de lo cotidiano.
Sin embargo, en los 2000’s esto ha pasado a segundo término. Ni Natalia Lafourcade con su canción previó en lo que nos convertiríamos. ¿Un cerebro inteligente que no se tome selfies en viernes?
Y es que sabemos lo ridículos que nos vemos en el instante del click y el flash a la intemperie -¿qué será peor, ser o no conscientes?-, pero todo vale la pena con tal de conseguir la selfie perfecta: 30 segundos de vergüenza a cambio de más de 50 likes suena justo.
Ciertamente, en este monstruo urbano en el que vivimos día con día, SALIR ya no diga usted de la rutina, sino de sí mismo, es un lujo. Planeamos, ahorramos, hacemos y llegamos a destinos para en realidad conservar nuestra modalidad hogareña-retraída: a la menor provocación desenfundamos el celular. Si estamos aburridos es un buen escape, si estamos siendo considerablemente felices es obligado capturarlo, do-cu-men-tar-lo, transmitirlo, compartirlo, screenshot, guardar.
La meta no es presenciar una apuesta de sol, la meta es lograr la mejor fotografía ya no de la puesta de sol, sino de usted mostrando cómo disfruta aquella puesta de sol a la que le está dando la espalda.
Una vez lograda la foto que asegure un aumento significativo de seguidores, likes me encanta inbox, después bajaremos la cabeza, no ante la puesta del sol, a quién le importa, sino ante el teclado porque hay que pensar -pero no demasiado, no vaya usted a cansarse- en algún piecito de foto. Listo, publicar.
¿Y la puesta de sol? Esa puede esperar, la foto ya está dando resultados. Una cosa lleva a la otra y terminas en el perfil de la morrita que te cae mal porque sospechas que a tu ex comienza a gustarle y a lo mejor ya hasta se la cogió… Cuando menos te das cuenta el sol se ha ido al carajo y es hora de volver a casa, allá habrá nuevas notificaciones.
¿De qué se trata entonces? Será que nada nos llena por más de unos instantes. Caminamos insatisfechos con la cabeza agachada, pero eso sí el rostro bien iluminado con el reflejo de la pantalla y el wifi gratis. Entonces, por aquello del vacío, abrimos varios chats al mismo tiempo, consumimos hasta el cansancio, decimos no cuando te miran a los ojos, antes de que algo se materialice: desconectar bloquear apagar.
Se tratará de un spleen crónico heredado por nuestros románticos antepasados o existirá algún remedio en internet, sólo que para conseguirlo habrá que entrar a una de esas páginas donde piden confirmemos no ser un robot y entonces nos dará pereza confirmar: son muchos numeritos o más bien parece un test de Rorschac y entonces nos quedaremos mejor sin cura, al cabo que ya salió en Netflix la nueva temporada de aquella serie.
Texto y fotografía por Michel Axel
Las imágenes visuales fueron realizadas en Bahía de Kino, Sonora, un lunes de enero de 2017