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No nos declares desiertos. Ayúdanos
Hermosillo, Sonora.-
Si existiera una casa de apuestas que cada año vaticinara los resultados del Concurso del Libro Sonorense (CLS), a la manera del Nobel, este año la casa hubiera ganado con un dictamen inédito en el género de poesía: los jurados, Gerardo Bustamante y Maira Colín, consideraron «por unanimidad declarar Desierto el premio, “debido a que los trabajos recibidos carecen de la suficiencia literaria que requiere un concurso de amplia tradición en el Estado de Sonora” ». Esta situación no se daba desde 1990, cuando se declararon desiertos los géneros de dramaturgia y crónica, según consta en el registro histórico en la página del Instituto Sonorense de Cultura (http://isc.sonora.gob.mx/…/cronologia-del-concurso-del-lib…/). No citaré aquí la ingente cantidad de inconformidades que han generado los resultados de los concursos literarios a nivel nacional, pasando por las acusaciones de plagio en el Aguascalientes hasta el más reciente escándalo que envolvió la apertura anticipada de plicas en el Bellas Artes de este año. No escribo esto para convencer a nadie, pero sí con la convicción de que es un buen momento para poner sobre la mesa el hecho de que en Sonora se está escribiendo poesía, quizá más que en ningún otro momento literario de nuestro estado; también porque son raras las oportunidades que tenemos los escritores de este desierto para entrar a un debate que incluya posicione estéticas y éticas sobre la naturaleza de nuestra producción lírica.
No negaré, pues, que me desagrada la decisión del jurado; tengo, también sea dicho de paso, todo el derecho de manifestar mi inconformidad y escepticismo hacia este resultado en particular, aunque este año no he podido entrara al certamen porque pesan sobre mí dos años de retiro obligatorio desde 2017 . Aprovecho para aclarar que jamás es mi intención demeritar a los otros premiados, muy al contrario, creo que ellos ilustran muy bien la solidez del CLS; reitero mis felicitaciones a los habituales y admirados Carlos Padilla y Gerardo Jacobo; así como a mis amigos Chufa Carlos Mal y Luis Lope, a quienes al fin se les ha hecho justicia. Por cierto, en el boletín informativo del Instituto Sonorense de Cultura, se lee que “Las ganadoras y ganadores de todos los géneros obtendrán…”, cuando solo hubieron varones premiados este año.
Dicho esto, reconozco que escribo lo siguiente sin haber leído ni una de las obras que concursaron, pero sí conozco a algunos colegas que se animaron a participar este año, lo que no significa nada a nivel literario; me consta solamente que en el argumento esgrimido por los jurados se reconoce que el CLS es «de amplia tradición en el Estado de Sonora», pero que a su vez, hay que decirlo, se incrusta en una herencia poética mucha más amplia que trasciende al propio concurso. ¿Quién rayos dudaría de la trayectoria de Julio Ernesto Tánori, Laura Delia Quintero o el mismo Alonso Vidal, ninguno de ellos jamás agraciado con el galardón de poesía? De igual forma, si uno revisa la lista de ganadores en la etapa actual del concurso, a la fecha, nos damos cuenta de que pocos se atreverían a cuestionar a un Ricardo Solís, a un Iván Figueroa, a un Armando Zamora o a un Abigael Bohórquez y al resto de los demás ganadores. Quizá los libros específicos con los que ganaron (ganamos) pueden prestarse a una férrea crítica, lo cual es sano, pues no existe un libro de poesía imbatible. Estoy convencido de que sin el apoyo que ofrece el concurso, con un reconocimiento económico y la publicación de la obra, quizá muchos permaneceríamos aún inéditos. Si es verdad que los jurados consideraron por unanimidad el fallo de declarar «Desierto» (con mayúsculas, un nombre propio fatal) el premio, «debido a que los trabajos recibidos carecen de la suficiencia literaria que requiere un concurso de amplia tradición en el Estado de Sonora”», entonces hay que creer que se han leído todos los libros ganadores del CLS de 1990, mínimo, hasta la fecha, sin contar la primera etapa que inicia en 1944.
El argumento de “carencia literaria” es una absurda generalidad que no dice nada. Ante la tradición de un concurso tan longevo, lo mismo se pudo haber dicho para negarle su primer premio a un Alex Ramírez o a un Manuel Parra, poetas consolidados que han contribuido a forjar un prestigio al concurso. Lo que digo es que resulta cuestionable que entre la propuesta presentadas (desconozco el dato preciso de cuántos libros entraron al certamen, pero en 2018 fueron 29 en el género de poesía) no existiera algún trabajo que mereciera ser premiado. Los puristas, con una ecuanimidad envidiable, quizá puedan señalar que el concurso establece en las bases la aceptación de las cláusulas al momento de entrar a participar en él, que “el juicio del jurado, en todos los casos, será inapelable” y que declararlo desierto es una posibilidad latente: es una fatalidad que cada mil años se debe cumplir.
Del escritor Gerardo Bustamante, tras una búsqueda por Internet, no aparece mención a un solo libro de poesía escrito por él que nos permita dilucidar sus capacidades y qué entiende, en dado caso, por “suficiencia literaria”, aunque nos podemos dar una idea de sus preferencias al percatarnos de que él preparó la edición de Poesía reunida e inédita de Abigael Bohórquez… pero pues la tradición poética sonorense va más allá del estilo y los temas abordados por el poeta caborquense. En el caso de la escritora Maira Colín, sí ha sido acreedora de un par de premios nacionales de poesía y ha escrito ensayo y varias novelas; sin embargo, entramos a una delicada valoración en el sentido de qué se entiende por “reconocida trayectoria”. No descalifico al jurado, creo que su dictamen no fue de mala fe y que poseen una preparación adecuada, pero se vuelve conveniente enjuiciar a los evaluadores de un concurso de gran tradición, al cual pareciera temen mancharlo con una obra “menor”, indigna de ser inscrita en los registros de este tan codiciado premio. ¿Al leer los libros de poesía de Maira Colín podemos saber qué es la suficiencia literaria que les faltó a los participantes del CLS en este género? Quizá divago mucho, pero es solo meterme en el rollo paranoide de Juvenal: “Quis custodiet ipsos custodes?”.
Esto me lleva a la siguiente parte del comunicado emitido el día de ayer: “El ISC determinó que el incentivo económico destinado a este premio será reasignado a la impresión de las obras de las cinco categorías premiadas en esta emisión”. Ello suena sospechoso y tiendo a echar al dictamen una mirada de desconfianza a lo Conan , el Bárbaro. Ante un año 2020 que se vislumbra difícil en materia de presupuesto para cultura, tal parece que premiar a un escritor con sesenta mil pesos y otro tanto por concepto de publicación de su obra resulta un poco obsceno ante los tiempos que se avecinan. En una nota fechada el día dos de octubre de este año, el director del ISC, Mario Welfo Álvarez Beltrán, apuntaba que “Sonora (…) pasó de contar con 34 millones en 2017 a 5 millones este 2019 de recursos federales”. También se explica que “proyectos culturales comunitarios como el Festival Alfonso Ortiz Tirado, Un Desierto para la Danza, temporadas orquestales y Festival Kino son los que se han visto afectados por la reducción del presupuesto federal”. No se mencionó al CLS, pero es obvio que sufrirá con la bolsa de los premios y el costo de las ediciones de los libros ganadores. Ante este panorama, se antoja adecuado declarar desierto uno de los géneros para destinar el dinero a la edición de libros ganadores, cuando sabemos que la impresión de las obras está garantizada desde la convocatoria, así como también se contempla en ella lo inapelable de la decisión del jurado como la posibilidad de declarar desierto el concurso. ¿Por qué no se acumula el recurso para el siguiente año o que haya dos ganadores en el género de poesía en la edición del 2020? ¿Por qué se invertirá el dinero en la edición de los trabajos ganadores cuando estos se deben publicar sí o sí? ¿Es preferible que el estímulo económico se vaya de forma poco clara a la impresión de libros con presupuesto ya asignado que a publicar la obra poética “menos peor” de los trabajos participantes de este año?
Mi propuesta es que se delibere nuevamente y se entregue el recurso en diciembre de este año, con tres jueces con trayectoria reconocida en poesía (pueden echar mano del Sistema Nacional de Creadores) y que se garantice su publicación para la Feria del Libro del 2020. Que no se convoque a un nuevo certamen, sino que se respeten los trabajos participantes en esta edición. Suena apresurado, pero prefiero, como el idealista que soy, un “mal” libro de poesía a que el año entrante no exista ninguna edición qué presentar, cuando en nuestro estado se vive un gran revuelo en la escritura poética: ¿o hemos sido una bola de hipócritas al alabar a los poetas jóvenes que abundan en la escuela de Letras y que han hecho sus espacios en liberarías del Centro de la ciudad? ¿Con qué cara hablaremos en las presentaciones de libros de poesía de jóvenes promesas si somos incapaces de reconocer y defender la riqueza lírica de nuestra región? Creo que debemos ser consecuentes con (por ejemplo) los constantes talleres de poesía del sur del estado, como en Navojoa y Ciudad Obregón; con el esfuerzo que supone publicar una antología, como la que elaboró la editorial cartonera La Biznaga, Transitoria I; con los libros de poesía escritos por los más jóvenes, como Alexia Santini o Christopher McPherson, o ser solidarios con la trayectoria de los consolidados, como Iván Córdova o Melissa Rivas; sin olvidar lo que se hace en Caborca, Puerto Peñasco, Nogales, San Luis Río Colorado y otras partes del estado o con lo que llevan haciendo los distintos grupos literarios, como ESAC. Si se da el beneficio de la duda a los jurados, deberían los autores tener acceso a las observaciones hechas a sus trabajos y a los criterios específicos en los que se basaron para tomar esta determinación.
Cuesta creer que no existe variedad de estilos ni propuestas arriesgadas y estéticamente equilibradas, coherentes, en ninguno de los participantes. ¿Es inmoral que pongan sobra la mesa estas reflexiones? ¿Es inmoral entregarle recursos públicos a un escritor por una obra mediocre? ¿Qué sea inmoral el aguinaldo de un senador por concepto de $217,381 en un país donde el salario mínimo es de $102.68 pesos legitima la inmoralidad de destinar recursos públicos a la edición de un libro de poesía que padece de “insuficiencia literaria”? A lo mejor yo soy el del problema por mi incapacidad de entender que un pésimo libro de poesía es lo mismo que un diputado o senador incompetente. Suena absurdo, pero de nuevo un purismo letrista nos precipitaría a decidir que no, que ambos hechos son igualmente reprobables y que incluso pueden ser actos de corrupción y, pues, en nuestro país estamos hartos de eso. ¿Cuándo se convierte un concurso estético en un dilema ético e ideológico? Es una pregunta retórica, claro, porque ningún hecho estético es puro, libre de esos dos ingredientes explosivos. Igualmente, los juicios de valor están contaminados por capas de impurezas que distorsionan la percepción. Por el otro lado también podemos tirar: ¿el Estado debe mantener la producción artística de un montón de escritores cada año? ¿Debemos sentirnos agradecidos con este paternalismo a lo liberalismo clásico o el Estado y la repugnante sociedad deben agradecer que existamos aún como una especie de supersayayines espirituales de la poesía que mantiene con vida una tradición que se remonta a Homero y a las tablillas del glorioso Gilgamesh? Mi lado más frío me dice que debemos darle vuelta a la página y, en efecto, en este desierto no pasó nada, no existe la poesía al menos en 2019 y que en la cada vez más desangelada Feria del Libro no habrá libro de poesía qué presentar. Y hay que aguantarnos, cuando sabemos de forma muy empírica que sí, que sí hay buena poesía y poetas capaces que esperan ver sus obras publicadas. Y no se trata de que se les edite por caridad, porque escribir poesía en este país, en las condiciones económicas y de seguridad pública en la que vivimos, por sí mismo es un acto que merece algún tipo de aliciente. Estoy más que cierto que estos concursos nos dan a conocer nuevas voces o consolidan obras valiosas o nos permiten debatir sobre los valores estéticos de la poesía que se hace en nuestra región. Sin libros no hay lectores de poesía ni críticos literarios. Sí, ni modo, soy muy romántico.
La convocatoria citada establece también que “cualquier asunto no previsto (…) será resuelto por el ISC y, de ser pertinente, en consulta con los miembros del jurado”. Hay que reconocer que el ISC ha aumentado la bolsa al doble (creo recordar que antes el género de novela contaba con un premio más jugoso y se daba a final del año) y que el sistema electrónico ha facilitado la vida de muchos escritores para poder aspirar a alguno de estos premios. El ISC, en este momento crucial, debe buscar la forma de editar más libros de poesía, ¿o es que no se han dado cuenta aún que el CLS es más que presupuesto (federal o estatal) al posibilitar cada año la edición de un trabajo de poesía sonorense en un país donde este tipo de obras no se publican porque no venden? Y es que se resuelve el dilema: el beneficio ético es mayor al perjuicio que representa no hacer lo que siempre, cada año, se ha hecho, por mucho que suene a sofisma, es mejor que voltear página y no entrarle a la discusión, sobre todo cuando ese recurso público se encuentra destinado a los menesteres del CLS, independiente de la calidad de lo que se vaya a premiar. Lo más sencillo siempre ha sido quebrar el financiamiento de las artes, es un clásico de nuestros funcionarios públicos. No creo que sea indicado callar y dejar que se dé este antecedente que permita que en años posteriores se pretexte la nulidad de un concurso con el fin de destinar el dinero a otras labores. ¿Quién va a hablar por nosotros, escritores, si no comenzamos a defender los trabajos de nuestros colegas? ¿El Congreso del Estado? No lo creo. Ojalá el ISC recomponga y se delibere de nuevo con los trabajos que aún posee. O será mejor hacer una cooperación entre los que nos hemos manifestado y entreguemos el premio de sesenta mil de manera informal, al margen del Estado. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, la poesía, aunque se le destierre de la fiesta de los géneros literarios en Sonora, no necesita de presupuestos federales ni de controles de calidad para seguir su curso. Sé, como mínimo, que a muchos de nuestros y nuestras poetas les debemos más de un verso que nos ha iluminado en un país en tinieblas.
Hay fuertes rumores que pidieron que se declarara desierto por una cuestión de recursos. Considerando a los ganadores de las otras categorías y las relaciones que mantienen con quien ahora esta a cargo del area de literatura en isc, resulta por lo menos sospechoso que no haya optado por preferir que se declara desierto uno donde estuviera premiado uno de sus cercanos. Vaya manera de empezar la gestión.
Dudo mucho que esto involucre a quien está a cargo actualmente del área de literatura en el ISC. Como mencionas, acaba de entrar en funciones (o anunciada como tal) en este mes de octubre, y el concurso de libro sonorense cerró en junio/julio. El proceso de deliberación, de organización, de todo en general, correspondió a la administración anterior. Si hay culpables en todo esto (porque es México y la infamia nunca debe descartarse cuando se trata del gobierno), me parece injusto que se señale a quien apenas acaba de tomar el cargo, y que ha demostrado constantemente antes de ser elegida para el puesto, como una promotora constante de autores jóvenes. Por más familiaridades que hayan entre los escritores ganadores y ella (cosa común en HMO, donde hay casos de compadrazco/tráfico de influencias más descarados y evidentes), los calendarios simplemente no cuadran.