The Wizard of Oz (Victor Fleming, 1939) y la filmografía de Akira Kurosawa – The Hidden Fortress (1958) y Yojimbo (1961) – son las influencias fundamentales detrás del guión de Star Wars: A New Hope (George Lucas, 1977). Así se explica el origen de toda referencia y homenaje al cine de samuráis en la saga intergaláctica. Sin embargo, existe un personaje, Han Solo (Harrison Ford), que marcha en su propia órbita.
Desde su carismática aparición en la cantina de Mos Eisley, el carácter cínico, aventurero, egoísta y pragmático de Han surge como contrapunto frente al idealismo de Luke Skywalker (Mark Hamill) e introduce algo de realismo y humor irreverente en la mística historia de Star Wars.
Y esta vez Solo: A Star Wars Story (Ron Howard, 2018) es una entrega concentrada en la vida juvenil de Han Solo, acompañado por Chewbacca, en un ambiente de western, olvidando el acento samurái de siempre. Es comprensible: el relato se ubica antes de los acontecimientos de Rogue One: A Star Wars Story (Gareth Edwards, 2016), por lo que la atmósfera del viejo oeste resulta más cómoda. Los caballeros jedi vendrán después.
Esta es la cinta de la primera vez.
La primera vez que el joven Han Solo (Alden Ehreinreich) se encuentra con Chewbacca (Joonas Suotamo), el inicio de su especial amistad con Lando Calrissian (Donald Glover, magnífico) y, por supuesto, cómo se hace de su célebre nave, el Halcón Milenario, así del porqué de su posterior picardía e insolencia. La primera vez de la primera vez.
En Solo: A Star Wars Story se introducen nuevos personajes que enriquecen la cinta y llevan a Han Solo a un lugar secundario. Beckett, forajido en gabardina (Woddy Harrelson) y tutor primigenio para Han, es un retrato fiel de Clint Eastwood; Dryden Vos (Paul Bettany), es el villano principal y Qi’ra (Emilia Clarke) es el interés romántico de Solo.
La aventura los llevará a buscar un excepcional combustible valuado en millones de créditos y que le dará, a quien lo posea, energía suficiente para consolidar cualquier fortuna.
La mano eficiente de Ron Howard – quien entró al quite después del despido de Phil Lord y Christopher Miller – presentará secuencias de acción muy bien realizadas. Veremos un vertiginoso asalto al tren, sensacionales encuentros con piratas ataviados como pieles rojas, emocionantes partidas de cartas de saloon y duelos a los que solo faltan silbidos a lo Ennio Morricone, porque los encuadres estilo Sergio Leone ahí están.
Han producido una de vaqueros con pinceladas de piratas. Con escenarios en otros planetas. Sin escatimar en efectos especiales. Y el resultado es muy divertido.
Además, lo que le da la música (con John Powell quien de la mano de John Williams entrevera los acordes más conocidos de la saga e introduce nuevos leitmotivs) se lo quita la fotografía, pues al principio se abusa de los tonos grises y marrones, oscureciendo la proyección.
Más cerca de Mc Cabe and Mrs. Miller (Robert Altman, 1971) que de los episodios de Flash Gordon, Solo: a Star Wars Story es una película atípica dentro de la colección correspondiente.
No tiene la aspiración épica de los capítulos que hasta ahora hemos visto en pantalla. Su objetivo es contar una ficción sencilla, con personajes cargados de terrícolas emociones, aunque vengan de galaxias lejanas.
En ese sentido, Alden Ehreinreich – un poco alejado del aspecto físico de Harrison Ford – se ve obligado a presentar los manerismos y la sonrisa a la que estamos acostumbrados. Pero es Donald Glover, como Lando Calrissian, quien amenaza con robarse la película.
Su interpretación es memorable. Quizás el rasgo inolvidable es la relación que experimenta con su fembot: L3-37 (en la voz de Phoebe Waller-Bridge), una androide libertaria y activista, en favor de los derechos robotiles. Chispazo de humor políticamente correcto con brío desbordante.
Solo: A Star Wars Story no es un error. Al contrario, por cabalgar en la vieja receta de las películas del oeste, abre la puerta a un imaginario paralelo que promete ser entretenido. Sin embargo, esto puede disgustar a los fieles seguidores de la epopeya, como lo ha reflejado su baja recaudación en taquilla hasta el momento.
Es muy probable que sea incomprendida. Quizás sea necesario volver a verla para descubrir el corazón de este esfuerzo.
Esto sí es irrefutable. Ha quedado cincelado el origen de dos de los héroes indispensables para esta serie de películas fantásticas del espacio – que no es ciencia ficción – en una manera digna y consistente.
Esta es la historia de un joven determinado a bregar contra un ambiente hostil, dispuesto a demostrarse a sí mismo y a toda una galaxia, que puede llegar a ser más grande y mejor que lo que su destino parece imponerle.
Y si la película comienza con: “Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia lejana…”, tanto mejor.
Por Horacio Vidal