Abrimos semana con un estreno de lujo en la figura de Carlos Sánchez entrevistando a Carlos Padilla, un crossover sin parangón en la historia del periodismo sonorense ?
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Ganador del Concurso del Libro Sonorense en 2016, editado en 2017 por el Instituto Sonorense de Cultura y editorial Nitro Press, No toda la sangre es roja reúne la crónica urbana desde un punto cercano al lugar de los hechos. Carlos Padilla es el autor.
Otrora reportero, quizá el punto de partida para la construcción de historias, Padilla asoma en su prolífico momento de escritura (ayer publicó un libro, antier uno más, la semana que entra quizá nos sorprenda con uno nuevo), ese colmillo que se genera en las salas de redacción. Como si cada noche antes de marcharse a su casa, dejara sobre el escritorio una historia a punto de terminar.
Coyotes de la misma loma. El vecino que se regocija en su solaz virtud que es la escritura, se deja querer con algunas preguntas.
–Carlos, ¿por qué elegiste el periodismo como carrera?
Llegué por casualidad. De niño nunca pensé dedicarme a ser reportero, ni cuando veía a Superman con su otro trabajo. Simplemente se fueron dando las cosas. Salí de la carrera y a pesar de haber trabajado en el Semanario de Acá con la maestra Norma Alicia Pimienta, el periodismo no era mi primera opción. En aquel entonces veía compañeros en los medios que andaban todos madreados por las desveladas, por las caminatas bajo el sol, las antesalas que hacían para obtener la nota, y pensé: nel, esto no es para mí. Pero como fichas de dominó se me fueron cayendo todas las opciones hasta que me quedó solo el periodismo. Hice la entrevista para entrar a El Imparcial, me fue bien y en menos de dos semanas ya estaba trabajando. Entrar a una sala de redacción fue alucinante. El ruido del tecleo de las computadoras, el correr detrás de las notas, el ver tu nombre impreso en primera plana, los cafés entre los compañeros para cruzar una y mil teorías, políticas o criminales; me tocó pasar por todas las fuentes, menos Sociales, a lo mejor porque no me hubieran dejado entrar a algunos lugares. Hasta que me estacioné como carro viejo en la policiaca y en reportajes especiales. Me sentí tan cómodo con una pistola recién lustrada y con el número de serie limada. Aprendí mucho en el periodismo, en esa sección. Aprendí a ordenar mis ideas, a olfatear dónde está la entrada de una nota y a teclear más rápido. No escribo novela negra o policial por haber estado en esa fuente, es un tipo de literatura que siempre me gustó. Agradezco la casualidad. Una agradable casualidad.
Con el más puro ejercicio del periodismo narrativo, el escritor y periodista, Carlos Padilla, conmina al lector a los oscuros callejones de la vida, allí donde la violencia cotidiana parecería no ser fortuita, sino una consecuencia de lo que el sistema político y social, produce.
–¿A qué le apuestas cuando escribes?
Primero a entretener. A que la gente lea con gusto la historia que le quiero contar y que los lectores, al terminar el texto, tengan una reacción, que no queden indemnes después de esas letras.
–¿Cuál es el texto de tu autoría que te ha marcado la vida, y por qué?
En el periódico hubo muchos que me marcaron, tal vez por ser de la vida real. Uno que todavía recuerdo es el de un recién nacido encontrado entre la basura por unos tirabichis. La madre tuvo al bebé, lo metió vivo a una bolsa de plástico y lo colocó en el bote de basura. Esos sucesos te marcan, aun cuando pasen muchos años. En mi literatura de ficción, que es una mezcla de sucesos reales con otros imaginados, creo que cada uno de los libros tiene sus virtudes y cada uno se ha ido abriendo paso entre los lectores.
Carlos padilla lo advierte, este libro es el resultado de su mirada como reportero de la nota roja, y también la inclusión experimental de ese género gonzo donde los personajes citadinos se ven sorprendidos por un reportero disfrazado de policía o bien de travesti.
–En No toda la sangre es roja la crónica parecería elegirte como un instrumento, no hay desperdicio en cada una de las líneas, ¿cómo se logra esto?
Siendo honesto. Queriendo contar una historia desde otros ángulos que tal vez por el poco espacio que hay en los periódicos no se puede hacer. Era una deuda personal que sentía que tenía con algunas víctimas. Aclaro, no fueron todos los casos, pero sí algunos de los que más me marcaron. Tal vez por eso se sienta tan auténtico. Ser periodista se queda en la sangre, lo comprobé cuando comencé a escribir el libro. Recordar las friegas, los calores, el cazar la nota hacía que sonriera o me entristeciera frente a la computadora. Realmente fue un libro que disfruté mucho hacer.
Hay elocuencia, descripción, a veces la analogía forzada. Pero hay sobre todo la emoción en cada una de las líneas que propone cada una de las historias aquí reunidas.
–¿Para ser escritor o periodista es necesario ser bebedor? Lo pregunto porque parecería ser una premisa en el libro No toda la sangre…
No necesariamente. Creo que cada quien maneja sus demonios de diferentes maneras, es verdad, en esa época andaba del tingo al tango, y sí era época de mucha friega, pero también de muchas fiestas. Los periodistas son una especie aparte, quieran o no el ambiente en el que empiezan a crecer los absorbe, para bien o para mal.
–¿Para qué debe servir el periodismo? ¿A ti, para qué te sirve?
No puedo dar calificativos morales para el periodismo. Unos lo usan para informar, otros para enriquecerse. Eso depende de cada quien. A mí me sirvió para ver realidades que no conocía, que no imaginaba. Me sirvió para agarrar calle, conocer otras perspectivas. Entender que la víctima, buena o mala, tiene familia que le va a llorar su partida.
–¿Por qué en los medios convencionales pocas veces, poquísimas, encontramos textos como los que escribes en No toda la sangre..?
El uso de espacio es dinero en el periódico. Muchos dueños de medios impresos no han entendido que, en lo particular es lo que pienso, la crónica o el periodismo de investigación es lo que va a salvar del declive del periodismo contra los medios digitales.
–Según tu criterio, ¿en Sonora se ejerce un periodismo inteligente, de cara a la sociedad?
Existen las dos caras. Actualmente hay colegas que quieren apostarle por hacer algo diferente, crear un legado y están en esa lucha que se agradece. Otros, hace mucho que se fueron al lado oscuro y ahí están a gusto, con su sobre semanal intacto. La sociedad no debe dejarle todo al periodismo, debe informarse, cruzar información, hacerse de sus propias ideas y por supuesto, defenderlas.
–¿Qué le falta o qué le sobra al periodismo en Sonora?
Ganas de hacer algo diferente, con todas las implicaciones que eso conlleva.
—En No toda la sangre… ejerces el periodismo gonzo, apelando a la ética profesional, ¿no hay pudor en ejercer un trabajo sin antes advertirle a la fuente?
No lo creo. Haces que la fuente se sienta más cómoda, que te diga información que normalmente no te daría. Por el lado de escribir la ambientación o retratar lo más acercado a la realidad una situación, el periodismo gonzo es lo mejor.
–Entre escribir desde la realidad, y/o la ficción, ¿dónde te sientes mejor?
Creo que las dos van agarradas de la mano. En la ficción siempre hay rasgos reales, situaciones que en algún momento viví o alguien me contó. En la realidad hay ocasiones en que te gustaría que fuera ficción lo que sucede.
Como un manual para las escuelas de periodismo, se antoja No toda la sangre es roja. Un libro que al pasar de los años muy probablemente se convertirá en materia de consulta para el análisis de un estilo que en esta era se ha puesto de moda.
Por Carlos Sánchez
Autorretrato de Carlos Padilla
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