Jubilosos de anunciar la incorporación de Iván Figueroa-Acuña a esta inocente casa editorial
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Jorge Rivas (Hermosillo, 1980) nos enfrenta a sus intenciones más íntimas: darle una individualidad al objeto que ha sido parte de un complejo sistema de producción industrial. Las muñecas, sus muñecas, nos miran para contagiarnos de nostalgia y vienen a nuestro presente para guiarnos al refugio de la infancia, un estado más puro del ser humano: allí donde todo lo anterior era inocencia.
El arte de la customización es una crítica al objeto en el que se ejerce: por un lado lo adopta como hijo de una sociedad mecanizada; y, por el otro, le brinda la oportunidad de ser algo único dentro de una sociedad donde el anonimato, la simulación y la copia son el principio de la repetición enajenante, automatiza el objeto que el artista libera para poder insertarlo, de manera crítica, en el devenir del presente de la cultura y el arte. Michel Duchamps fue el antecesor de esta propuesta estética, pero fue Andy Warhol quien hizo de la repetición una manera de concebir el mundo donde la originalidad no tenía cabida para legitimar los procesos industrializados del arte y del objeto: del arte-objeto en sí mismo como un símbolo de la fracturación estética de la modernidad.
Así, el mito de Galimatías se adivina como principio del acto resemantizador de Jorge Rivas: la identidad es una extensión de la visión de mundo que el artista plasma sobre los cuerpos desmembrados que une desde la intuición que vislumbra la eternidad en la entidad creada. Aquí y allá las partes que se integran no al todo del objeto sino al todo de quien los vuelve a (re)organizar, (re)contextualizar, (re)crear y, finalmente, (re)existir. El arte de la customización de Jorge Rivas propicia una manera emergente de ser y estar en el mundo del arte-objeto: la contemplación nostálgica de lo que alguna vez fuimos a través de una serie de objetos que le daban sentido a la existencia.
Por Iván Figueroa
Sé hablar y escribir inglés, y por el nivel de este artículo entiendo que el autor también. Por esa razón no entiendo la necesidad de emplear un derivado esperpéntico de una palabra extranjera (custom/customize) teniendo en nuestro idioma una palabra que EXACTAMENTE dice lo mismo, y que además es bonita porque sí: personalización.
Llámenme si quieren aguafiestas, pero la verdad es algo que a algunos nos duele profundamente, tal vez porqué amamos nuestro idioma… disculpen. Entiendo que en el mundo anglosajón el termino «customize» se usa mucho y está como de moda, pero insisto en que se puede hablar con total profundidad de la materia usando el vocablo «personalizar» o «personalización» o si se prefiere algo más florida «hacer a la medida» también sirve como sinónimo. Lo demás, simplemente me parece una falta de respeto hacia la audiencia.