Como cada semana, la Cine Crítica de Horacio Vidal en Crónica Sonora
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Si no fuera por Donald Trump, Todos queremos a alguien (Catalina Aguilar Mastretta, 2017) sería una comedia romántica muy digna cuyo texto subyacente señala a nuestro egoísmo como la principal barrera que nos impide dejar el camino libre para, probablemente, encontrar un buen amor.
Si no fuera por Donald Trump, esta película, escrita y dirigida por Catalina Aguilar Mastretta, podría ser considerada como una exploración muy personal acerca de los valores que se aprenden en familia. Hija de Héctor Aguilar Camín y Ángeles Mastretta, la puntual realizadora logra tejer una historia que presenta cómo el empoderamiento femenino exhibe contradicciones, mismas que resultan cómicas y trágicas al mismo tiempo porque, sobre todas las cosas, somos seres humanos.
Si no fuera por Donald Trump, sólo estaríamos ante una cinta mexicana ubicada en el terreno de la binacionalidad, con personajes y situaciones que cruzan la frontera en la rutina del aquí y el ahora. Resulta que, entre Ensenada y Los Ángeles, hay muchas más cosas que nos unen que aquellas que nos separan.
Pero ya no es así.
Todos queremos a alguien llega con oportunidad política. Sirve para apuntar nuestra atención en la realidad que la actual administración republicana parece empeñada en ignorar, esconder o atacar: como en la teoría de conjuntos, existe una zona de convivencia, entre México y los Estados Unidos, que va mucho más allá de lo económico. Es cultural. Es familiar. Es social.
Este filme cuenta la azarosa vida romántica de Clara Barrón (Karla Souza, en el mejor papel de su carrera), una exitosa ginecóloga mexicana que trabaja en Los Ángeles. Cuando atiende la ceremonia de matrimonio religioso entre sus padres – hippies en su juventud, burgueses en su madurez – decide llevar, como acompañante, a un incipiente interés romántico, el políticamente correcto y buen tipo, Dr. Asher (Ben O’Toole).
Lo que la ginecóloga Barrón no sabía es que al mismo evento ha sido convocado su “gran amor”, Daniel (José María Yazbek) quien solo con su presencia causará la alteración del mundo de Clara y la colocará en la incómoda/cómoda posición de elegir entre dos amantes, el australiano o el mexicano.
Clara Barrón se convierte, de esta manera, en la maravillosa destinataria del célebre soneto de otra mujer mexicana emancipada, Sor Juana Inés de la Cruz, quien supo poner el dedo en la llaga: “Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata, maltrato a quien mi amor busca constante”.
De acuerdo, ¿quién no ha estado en la misma situación? Ese es el truco. Por eso es que Todos queremos a alguien, funciona. El amor y la pasión desbordada se enfrentan a la madurez y a la búsqueda de quien le proporcione a nuestra vida estabilidad y certeza. Algo que, en apariencia, el mundo actual no ofrece todos los días.
Así, entre reuniones y fiestas familiares en México y escapadas carnales en Los Ángeles, Clara Barrón deberá, inexorablemente, decidir entre el koala o el plátano macho, mientras asistimos a un conjuro entre dos naciones que subsisten y se complementan desde hace mucho, pero mucho tiempo.
Seremos testigos, una vez más, de los nuevos elementos en las comedias mexicanas. Para acceder a un mercado más amplio, en la ficha nacional e internacional, la vida que Todos queremos a alguien se empeña en ostentar es la vida bien. Clara, Daniel, el Dr. Asher y la familia de la hermana de Clara (Tiaré Scanda) acuden a las tertulias en Ensenada en ambientes donde el arte y el buen gusto predominan. “Un mundo raro”, interpretado al piano en la bohemia es un comentario gozoso sobre la cultura – muy mexicana – del hedonismo. No vale nada la vida. La vida no vale nada. Pero que no falte el vino tinto y el delicatesen.
El egoísmo es el principal obstáculo en el romance. Por eso Clara se resiste a dar vuelta a la página, por eso Daniel sigue siendo arrogante, macho, inmaduro y racista. Por eso, Eva, la madre alcahueta (Patricia Bernal) sigue incluyendo a Daniel en el círculo familiar, sólo “porque me cae muy bien”.
Entre México y los Estados Unidos hay una historia de amor que es imposible de borrar. Estamos unidos. Y esa es una realidad que no podemos ignorar. Aunque el egoísmo se empeñe en negarlo.
Todos queremos a alguien se estrena el mismo fin de semana en el que los mexicanos marchamos contra Trump y su pensamiento fascista. Héctor Aguilar Camín y su esposa, Ángeles Mastretta, se manisfestaron en el mismo evento. Esto le agrega más sentido político a esta película. Ahora es la pancarta de su directora, Catalina Aguilar Mastretta, frente a los oscuros tiempos que se ciernen sobre todos.
Excelente.
Por Horacio Vidal