Norbert Elias, sociólogo alemán, descubrió que la burguesía inventó el control de las emociones y el cuerpo en el siglo XVIII mientras aumentaba su poder. Justo la época en la que se creaban la música que hoy llamamos clásica y los rituales que el público general ahora podía disfrutar en las novedosas salas de conciertos, productos estéticos antes reservados a la nobleza y las cortes reales.
Este clasicismo de las maneras coincidió y moderó la exaltación de las emociones del romanticismo y su culto a la individualidad que sentimos cuando oímos piezas de Chopin en el piano como las que interpretó Christian Markle Hirata en el templo, o las series de canciones y lieder que interpretó Cassandra Zoe Velasco.
Este festival es una oportunidad para educarnos, para educar el gusto y aprender a disfrutar cosas nuevas. Y para callejonear y para beber en la calle sin que te detenga la policía. Aunque de repente nos gana lo pueblerino a pesar de los abrigos, las corbatas y los peinados de salón: los ciclos de canciones, como su nombre lo indica, están pensados para escucharse de corrido, con breves pausas en las que se espera que el público guarde respetuoso silencio mientras se asientan y desarrollan sus emociones arrulladas por las sensaciones sonoras. No en el Palacio Municipal…
Y menos si el concierto empieza con un ciclo de Wagner; oscuro, intenso, lleno de notas bajas y palabras en alemán,que este año no tenían el atenuante de los subtítulos proyectados, aunque las traducciones sí venían en el programa, en ocho puntos, en papel couché reflejante a la media luz del teatro.
Cassandra Zoe Velasco es una excelente mezzosoprano, dueña de una voz cálida, limpia, una dicción y un fraseo excelente y un dominio absoluto de un repertorio de cantantes más experimentadas.
Si el programa hubiera sido un menú, habríamos empezado con el bistec y los comensales habrían estado hablando con la boca llena toda la cena. Malas maneras de concierto, ni modo, no se puede dejar de insistir en eso… La gente no solo aplaude en los momentos inadecuados, habla durante la presentación, se levanta al baño, taconea… Como en el cine, en una película para adolescentes.
Me dicen que el concierto de Christian Merkle Hirata, alumno de Pedro Vega, también incluyó piezas para gente grande y que encantó al público, que siguiendo las señales corporales del pianista esperó atentamente a que terminara cada obra.
Cassandra Zoe Velasco tiene apenas 25 años, su pianista Abdiel Vázquez 31, Christian Merkle tiene 13 y pronostican lo mejor para este festival… Si lográramos como público controlar nuestras emociones, dejar que se asienten y aguantáramos el aplauso un ratito nomás disfrutaríamos más todos.
Abdiel Vázquez viene de presentar un excelente concierto en el Emiliana de Zubeldía en Hermosillo, y lo más sorprendente esta noche fue su corrección, su capacidad de dejarle el espacio a la cantante como la estrella de la noche. Christian Merkle tuvo su debut en ese mismo teatro en diciembre pasado y se presentará en el teatro de Navojoa el próximo jueves a las 19:00, esperemos que con el mismo éxito.
Pero eso es una disciplina del alma que a los sonorenses postfoucaultianos no se nos da. Nunca fuimos victorianos y después de 32 años de conciertos todavía nos cuesta reconocer que lo que Wagner nos remueve es nuestro “lado oscurito”, uno que no queremos explorar porque corremos el peligro de encontrarnos con cosas que no queremos reconocer… Y mejor aplaudimos y nos vamos a la callejoneada con la estudiantina que aquí primero es la cuaresma y después el carnaval.
B I T Á C O R A V I S U A L
F E R V O R O S O T R Í P T I C O
Texto y fotografías Por René Córdova
Gracias por su pulcra prosa y su análisis brillante. Disfruté el escrito y me identifiqué plenamente. Por fin leo alguien que lamenta la falta de hábitos para saber estar en una audición pública. Algunos creen que por ser gratis hay libertad para hacer cualquier cosa. Hay quien no calla desde que comienza el arte hasta que acaba la algarabía. Hay quien viene con toda la familia, incluído bebés, como si fuera un picnic en el campo. Los hay que vienen porqué parece que están obligados… pues entran y salen del evento cada x minutos como si no les gustase estar ahí.
Nunca había entendido porqué algunos locales privados ponen en su entrada el conocido rótulo de «Reservado el derecho de admisión». Pero voy empezando a entenderlo.
Estimado Sergi Rodrigues, percibo en el texto de René una intención paródica-irónica. Como antropólogo el autor se dedica a observar las estructuras de las culturas en el mundo y, de tanto hacerlo, es sensible -como el pianista a los diferentes sonidos en el teclado- a las similitudes y diferencias entre ellas. Entre Europa y América o México-Sonora, para ser más específicos, hay muchas cosas en cumún debido a la Conquista y Colonia. Pero entre ambas `culturas´ hay también profundas diferencias. las maneras de pararse frente a un espectáculo como el reseñado son claramente una de ellas. Amén de que los mismos artistas descritos y el espectáculo en si mismo son, necesariamente, diferentes presentándose allá o acá como resultado de las diferencias. Un saludo.
Existe una gran responsabilidad en cuanto a la cultura musical desde la primaria, secundaria y preparatoria. El saber llamarle por su nombre y reconocer la estructura de una pieza musical es fundamental. Empaparse de géneros, estilos y movimientos, autores básicos y contextos sonoros también. Mientras el profesor de secundaria no deje solamente de enseñar el «círculo de DO» y «El carnavalito» en la flauta dulce o mandar a los alumnos a deshierbar y barrer para darles puntos en música, no sólo aplaudirán entre el cambio de movimientos de una sinfonía sino que también podrán tomar a cualquier chango por referente artístico.
Cocó, concuerdo contigo en que falta una atención más profunda en el curriculum educativo a las artes en general. Sin embargo, creo que para tener respeto por los demás no hace falta tener muchos conocimientos. Es cierto que del conocimiento de algo viene su devoción o cariño. Pero no creo que respetar el silencio de una bancada de gente disfrutando de un artista al frente se requiera saber leer una partitura o categorizar los géneros musicales. Eso tal vez pudiera ser necesario para calificar con rigor la calidad de la interpretación en una plática posterior, pero no para estar calladito y quietecito durante la función.
Creo que lo que falta es un «saber estar», algo que depende más de la madurez a un nivel más básico. Pareciera que estamos en la Era del Todo Vale. La era en la que cualquiera puede opinar y la opinión de cualquiera es tan válida como la de quien sabe sobre un tema. La era en la que a los hijos hay que dárselo todo aunque no les convenga. La era en la que el individuo es más que la colectividad.
Dicho esto, tengo que admitir que no sé por dónde vendrá el cambio de este nuevo «clima social» huérfano de guía y de objetivo. ¿Del sistema educativo? ¿de los gobernantes?… yo tengo mi sospecha: del asociacionismo ciudadano y la cultura de base, social y compartida. Las redes sociales e internet en general creo que ha sido el catalizador definitivo. Pero eso es tema para una rica plática con un café, ¿qué no?
Salud!!!
Sergi Rodrigues
Estimado René, he estado siguiendo con entusiasmo tu colaboración en este medio. Te felicito y felicito a quien con acierto te haya invitado.
Respecto a tu reflexión en este texto me hiciste presente el ya clásico de Larry Shiner (2004, Paidós) La invención del arte, una historia cultural. ¡Hay que ver cómo las emociones pueden `educarse y el cuerpo acomodarse! Te mando un abrazo.