Asentado el polvo que levantó la guerra a sombrerazos protagonizada por la Casa Blanca y Los Pinos, por motivo del envío de la Guardia Nacional a la frontera con nuestro país, los sonorenses nos preguntamos qué significa ese despliegue de tropas para nosotros, los habitantes de este estado.
La respuesta es mucho, aunque vista estrictamente desde nuestro interés como sonorenses pudiera no interpretarse así. Veámoslo en perspectiva.
El envío de la Guardia Nacional a la frontera con México tiene dos antecedentes recientes en 2006 y 2010, durante los gobiernos de Bush hijo y de Barak Obama. Dicho en pocas palabras, no es asunto nuevo.
Si bien las tropas que forman parte de estas operaciones no portan armas, están entrenadas como militares y sirven de vigilantes y auxiliares de la patrulla fronteriza, empleando en sus operaciones la mayor tecnología disponible para “cazar” migrantes ilegales. Aquí es precisamente donde surge el problema:
Según Humane Borders, una asociación civil que lleva el recuento de los decesos de migrantes en la frontera, el mayor número de muertos se ha dado cuando la presencia de la Guardia Nacional obliga a los migrantes a cruzar, no ya rodeando las ciudades, donde se asientan los militares, sino por lo más crudo del desierto. Entre Yuma y El Sásabe.
De acuerdo con esta organización, del 2000 al 2016 se contabilizaron 3087 muertes en la frontera por ese motivo. Un promedio de 192 decesos por año. Ellos se ilustran sobre un mapa de la frontera, detallando el lugar donde se hallaron los cuerpos, marcados con diminutos puntos rojos.
El envío de las 338 tropas de la Guardia Nacional a Arizona significa reforzar esa estadística de muerte. Es una acción, al menos, que va en contra los Derechos Humanos.
Como sonorenses que cruzamos con visa poco o casi nada significa el establecimiento en la frontera de la Guardia Nacional. No obstante, como seres humanos ninguna muerte nos debe ser ajena. No importa si es de compatriotas del centro del país o de Centro América.
En portada, mapa by Human Borders