Una sola mujer ha derrotado a Morena, Célida López. Haciéndose de su primera candidatura a la alcaldía de Hermosillo ofreciendo su plataforma de operadores, la retoma amenazando con enturbiar el proceso de 2021 de ser negada su pretensión. O al menos esto es lo que me han externado un par de 4Tesístas muy involucrados en la contienda: “Alfonso Durazo la odia, te lo juro, pero si no daba su respaldo, Célida le iba a voltear Hermosillo y quien gana Hermosillo gana la gobernatura”.
Desde este punto de vista Célida López ya no sólo se impuso a las bases del Movimiento Regeneración Nacional sino a su propia dirigencia en Sonora. ¿No lo había hecho ya? Si en 2018 el argumento de chapulinazgo en todo el territorio nacional era el garantizar una elección sin fraude al Presidente, ahora es garantizarle una elección sin fraude al Gobernador. En atención con los hechos, es difícil negar la multitud de cambios en gasto público, recaudación y política social emprendida por el Ejecutivo, mas no es esta la línea que soporta a esta columna, pues no nos preguntamos por el triunfo de un individuo o de otro sino por la derrota del Partido.
Y bajo este signo decimos sí, las cabezas de Morena arruinaron a Morena. Y, quizá, la conformidad, el caudillismo de sus bases.
Porque el poder transformador más grande no reside en una u otra persona, sino en el movimiento hecho Partido y el Partido vuelto poder. Desde una perspectiva a nuestros dos siglos de historia, se hablará tanto de grandes personajes que hicieron esto o aquello, pero esto es así, precisamente, porque los procesos de transformación han sido interrumpidos, desviados. Tras Cárdenas nadie y antes de él traición. Tras Benito Porfirio y antes de él caos e incompetencia. Considerar a “los políticos buenos” bajo el concepto religioso de “mártires”, “apóstoles”, daña la Democracia, pues, aunque Madero sea un santo lo es por su imposibilidad para crear un orden donde su legalidad fuese la norma.
Tenemos que esta religiosidad es un primer dique para la democracia, donde demócrata es igual a bueno, el bueno lo es por ser víctima, y ser víctima y excepcional es una confirmación del reino del mal, la ilegalidad, la traición, la estulticia. Y tenemos que el caudillismo es la erosión de los movimientos democráticos. Pues para coronar al prime aceptamos envilecer la organización y la derecha nos entró por la izquierda una vez más. Hay un tercer elemento que abona a la ilusión: la falsa dicotomía entre “la 4T” y Morena. Entre la doctrina (el contenido) y el vehículo (formado en el partido de competencia electoral). El buen Taddei lo decía así a inicios de 2019: “está claro que con Andrés Manuel estamos de dos, los de Paco Ignacio Taibo y los de Alfonso Romo”.
Esto es falso. Romo nunca estuvo con AMLO, estuvo sobre él, como concesión -otra- a grupos empresariales. Decir que la doctrina de un partido, es cosa distinta al partido como maquinaria electoral, equivale a decir que el partido es pura mierda. Ambas cosas sólo se pueden separar en la imaginación, al separarse en la realidad, persiste acaso la existencia del partido como entidad jurídica dedicada a competir por el botín del erario, por ende, persiste derrotada como organización política. Y este es el panorama en México, Morena vino a refrescar la cara de un sistema enfermo, y se sabe que la sucesión de paliativos se acelera y diversifica a medida que la decadencia es. El “neoliberalismo” volvió migrantes a los campesinos, guías de turista a los pescadores, maquilas a las fábricas, narcos a los ganaderos y naves de rapiña a los partidos, vehículos para el narcisismo y el deseo de mandar.
Por lo demás ¿qué esperaban mis Amix de Morena al decir que Durazo odia a la Célida admitiendo que le teme? Por algo lo dejaron dejar la Secretaría de Seguridad. Así las cosas, mientras Santiago Nieto fue convidado a seguir haciendo lo que hace tan bien, Durazo para Sonora. Y no deja de ser notable que el paso de criminales incompetentes como Pavlovich o Padrés o Bours, miembros de la oligarquía decimonónica, a un político empresario liberal, sea progreso. Salud.
Primo res magni momenti. Luego ya vemos