Es un cuento de hadas. Y es una comedia romántica que no reniega de su género. Sin embargo, al ser energética, divertida y honesta, explica de la manera más entretenida, el origen de su jugoso éxito taquillero.
Por eso, en estos tiempos que celebran la diversidad, llega con toda oportunidad y eficiencia.
Locamente millonarios (John Chu, 2018) exhibe con orgullo el secreto de su triunfo. Se trata de un elenco asiático. Por completo. Algo que no se veía en Hollywood desde El club de la buena estrella (Wayne Wang, 1993). Ojos rasgados, arquetipos integrados.
Además, su fórmula no resulta ajena a nuestras audiencias. Es la historia de La Cenicienta (Kenneth Branagh, 2015) presentada con dignidad políticamente correcta. Esa que corresponde al fortalecido rol de la mujer, aquí y en China. Adiós Disney, bienvenida la globalización.
Rachel (Constance Wu) es una joven economista resuelta e inteligente, en la batalla por consolidar su lugar en la sociedad. Ella vive, en la cosmpolita Nueva York, una relación apasionada con Nick (Henry Golding). Cuando el mejor amigo de su galán va a casarse, surge la ocasión para que Rachel viaje para conocer a la familia de Nick y ahí empieza la diversión.
Nick le ha ocultado a Rachel los obscenos millones y millones de dólares que su familia ha amasado. Heredero romántico. Un príncipe amarillo, noble y asentado en Singapur, país cuya soberanía repunta uno de los PIB más elevados del mundo.
Exotismo, sofisticación, lujo, ostentación y poder aparecen entonces en una fotografía de inserts, movimientos y aceleramientos de cámara en edición vertiginosa al ritmo de melodías pop reconocibles desde los primeros acordes, pero en versiones traducidas al chino mandarín.
Locamente millonarios, en su argumento, conserva la historia de amor como el corazón de la cinta. El romance entre el sucesor de la gigantesca fortuna y la chica de alma y gran corazón enfrentará los obstáculos que la tradición exige. Telemundo dixit.
“You know, you should have told me that you were like the Prince William of Asia”, reclama Rachel a su noble amante. “That´s ridiculous. Much more of a Harry”, le responde el aludido.
Eleanor (Michelle Yeoh), la madre de Nick, fría mujer dragón, inicia una guerra fría contra quien ella considera “una cazafortunas”; Araminta (Sonoya Mizuno), ex novia de Nick, y su séquito de amigas gangam style, pintarán raya y bullying contra Rachel, pobrecita, y Eddie (Ronny Chieng), primo que ha entrenado a su familia para posar ante papparazzis y fotógrafos de sociales, siempre tendrá un sarcasmo listo para cada momento.
En eso, Locamente millonarios, no se despega en absoluto del formato telenovelero latinoamericano. Entonces, será la comedia la que levanta y salva a esta producción.
Peik (Awkwafina), amiga fiel, Oliver (Nico Santos) y el matrimonio Goh (Ken Yeoung y Chieng Mun Ko) contribuyen con la pizca infalible de Shakespeare: los personajes cómicos tienen, en sus parlamentos, la crítica demoledora, precisa y genial. Bufones. Distancias consideradas, por supuesto.
“She just think you’re some like unrefined banana. Yellow on the outside, and white on the inside”, le dice Peik a Rachel, refiriéndose a la hostilidad de su probable suegra.
El acierto evidente de Locamente millonarios viene desde su dirección de arte. Objetos ornamentales, reliquias familiares, joyas incomensurables, naturalezas que florecen, mobiliario, colores y tradiciones de oriente plasman en la pantalla escenarios de lujo acaso imposible, pero que existen.
Un ejercicio en discurso cinematográfico desarrollado con maestría previa en La edad de la inocencia (Martin Scorsese, 1993).
Un par de pendientes imperiales llegan a las manos de Astrid, hermana de Nick (Gemma Chan). La escultural y bella mujer paga millones por los aretes. Pero debe esconderlos, como placer culpable.
Son los conflictos de los ricos y famosos, ¿qué sabemos nosotros, mortales, asalariados, endeudados, ajenos a la élite, al poder, vouyeristas de Caras o de Hola! de semejantes tribulaciones?
¿Cómo nos atrevemos a criticar a César Yañez y a Dulce María? Shame on us!
La escena inicial de Locamente millonarios ofrece una luz que no justifica, pero ayuda a comprender. El prologo inicia en 1995. Eleanor llega a Londres con sus pequeños hijos en noche lluviosa. Empapados y vulnerables enfrentan la discriminación inglesa. La mujer dragón hace una llamada. Su marido compra el hotel. La venganza será inexorable. Y perrona.
En un instante donde los espectadores asisitimos a producciones blockbuster de héroes y superhéroes o bien, a propuestas indie en busca de reinvindicaciones y premios, la comedia romántica – bien planteada – es una bocanada de aire fresco.
Aunque sobre advertencia, no hay engaño.
“Cuando China despierte, el mundo temblará”, dijo Napoleón. Y es la frase primigenia en Locamente millonarios. Y, como siempre, Napo tiene razón.
Actor Henry Golding (R) and his wife Liv Lo (L) arrive at the film premiere of.