Ciudad Obregón, Sonora.-
Está ahí y es de color café, –como la bebida acompañante por tradición de los libros- silencioso testimonio de los intentos de heroicidad que todavía existen en Cajeme y por tanto agente exigente de un mejor tejido social. La desesperanza llegada de las malas noticias suele golpearnos con más frecuencia que la quisiéramos visualizar, pero estos detalles ayudan a recobrar el optimismo en el entorno. Ubicado en la simbólica Laguna del Náinari es un sencillo buzón de intercambio amistoso de libros. Fíjense nomas el atrevimiento, todavía hay personas que tienen esa creencia desgraciadamente más rara de confiar en la buena voluntad del prójimo. Tenían que ser conocedores de la importancia de las letras y la literatura en la conformación de la buena comunidad quienes iniciarán un intento más por alfabetizar funcionalmente nuestro entorno. Desde luego no es la panacea, pero alguna utilidad se habrá de obtener.
Hoy 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro, fecha en la que se conmemoran los aniversarios luctuosos de William Shakespeare, Garcilaso de la Vega y Miguel de Cervantes Saavedra.
Cada vez hay menos librerías en Cajeme, pero esto no es nuevo, recuerdo que en las aulas de la universidad en los albores del nuevo milenio se llegaba a escuchar la plática:
-Profe, abrieron una librería nueva.
A lo que el docente respondía:
-Mira pues…otro valiente. No sabe el broncón en el que se acaba de meter –en tono sarcástico y halagador- pero tiene todo mi respeto y apoyo para que llegue a buen destino su proyecto.
Acto seguido, el catedrático sugería a los estudiantes hacer consumo en el nuevo negocio, en la medida de lo posible.
Para que un libro sea leído previamente debió ser escrito. Es una perogrullada tremenda pero en todo momento se habla de la necesidad que tiene el ser humano de “arrastrar el lápiz” periódicamente para poner en perspectiva situaciones que espantan la tranquilidad y presentan una oportunidad para moldear el carácter. Si bien, dicen los que saben, que toda sociedad debería de caminar con la literatura bajo el brazo siendo un hábito común y gusto inherente o aprendido.
El día de hoy podríamos permitirnos pensar en el ejercicio de escritura como herramienta liberadora, no hay necesidad de hacerlo como un iluminado o profesional, simplemente como un ejercicio de conciencia y liberación, por no decir de construcción y emancipación.
Aquí se lee mucho, el detalle que otorga el punto de inflexión puede ser la calidad de la lectura y/o la fuente de la que emana el texto. No siempre se evoluciona hasta llegar a las grandes joyas del desarrollo humano hecho literatura, a veces hay una incapacidad de transmitir el conocimiento, las buenas intenciones quedan en soberbia intelectual haciendo ver el hábito como una actividad sectaria solamente al alcance de unos cuantos temerarios del análisis complejo y aburrido. Sin embargo, siempre estaremos atentos a una lectura interesante, laxa y desenfadada en el umbral del mundo de las letras. Cuando el lector está listo aparece el libro indicado.
La lectura y la escritura debe ser lo que era la herramienta protectora para Mary Shelley cuando le dice a su madrastra, quien solía lastimarla moralmente hablando de manera hiriente sobre su madre fallecida: “Lo único que heredó de ella es un alma en llamas y ya no permitiré que ni tú ni nadie la contenga.”
La biblioterapia funciona y va más allá de adoptar una perspectiva cursi sobre frases como la que dice: “Amar la lectura es tener todo al alcance de tu mano”. ¿Qué libro te hará libre? Tal vez el que escribas o tal vez el que leas, el próximo que compres, el que te presten en la biblioteca o algún amigo, igual te lo encuentras o te lo regalan si eres de Ciudad Obregón para que lo intercambies en el buzón de la Laguna del Náinari.
Texto y fotos del buzón por Alex Jiménez-Bazúa