Escenario
- Surgimiento de la sospecha: “El coronavirus (Covid-19) fue creado por mano humana en laboratorios”.
- Escasez de papel de baño
- Hegemonía del meme Covid-19.
- “La romantización del privilegio de clase”.
- Búsqueda de un afuera autoral capaz de sanar y proteger (a propósito del meme sobre el escudo protector de López Obrador).
1. Teología de la sospecha: el mapa de Snow y la estadística descriptiva; a propósito de la epidemia de cólera en 1854.
Aseveración: El coronavirus (Covid-19) fue creado por mano humana en laboratorios.
Contra-aseveración: La secuencia genómica del Covid-19 muestra que la base nitrogenada mutó de manera aleatoria.
No han sido pocas las voces que han argumentado sobre el origen artificial del Covid-19, pues el virus, afirman, fue creado en laboratorios. Y la pregunta es insistente: ¿Fue un brote azaroso? ¿Cómo pudo suceder de la nada nomás porque sí?”. Las especulaciones no se hacen esperar, y el sustento de fondo sería algo como control demográfico; poder político, militar y económico; manipulación mediática para la implementación de un Nuevo Orden Mundial. Así, pese a que el azar tenga como cualidad su probabilidad, aquí parece no posible.
Pero la certeza absoluta es una ficción. No es sostenible ni en filosofía, ni física, ni lógica y ni en matemáticas; aunque teológicamente es atesorada, defendida y siempre productiva respecto al comportamiento, dado que produce siempre su pragmática.
Recordemos: el plano de la metafísica y lo “no dicho”, según Wittgenstein, suscita una actitud, por lo que daría lo mismo la verdad o falsedad del cristianismo, pues su sentido está en el hecho mismo de hacer posible una pragmática, y por ende, un posicionamiento ético respecto a uno mismo y los otros.
La certeza absoluta es una ficción, y también la bondad de la naturaleza junto con la creencia de que posee una cualidad continua de espacio y tiempo.
En otras palabras, el diseño inteligente y su progreso uniforme y programado son ilusorios pues más bien hemos llegado hasta aquí, como especie biológica, por mutaciones azarosas que, bajo determinados momentos (unos más críticos que otros), permitieron una transformación; asimismo debido también a la coincidencia de variables que hicieron factible la adaptación.
Por tanto, la mano de Dios – y la mano invisible de Smith – no parece tener injerencia directa en el nuevo tipo de coronavirus. Múltiples laboratorios rebaten la aseveración de que el Covid-19 fue creado, pues el análisis del genoma revela mutaciones aleatorias en la base nitrogenada del virus. En pocas palabras, existieron coincidencias (aunque en principio podrían haber sido improbables, y esto es lo fascinante) que hicieron factible una mutación crítica, la cual hipotéticamente se dio por una modificación natural del virus RaTG13 que afecta a murciélagos.
Como tal, se (re) confirma —nuevamente— que Dios sí juega a los dados, y su espejo (speculum) más fiel —la Naturaleza— sigue su sombra.
La naturaleza sigue su curso de transformación y cambio; nosotros, como seres humanos, afrontamos el excedente del cambio y la escasez: nuestra filogenia tiende a la adaptación.
El mapa de John Snow y la epidemia de Cólera en 1854
Si bien en el siglo XVIII Jakob Bernoulli ya había buscado cómo aplicar el cálculo infinitesimal al cálculo de probabilidades —habiendo estudiado primero el cálculo de Leibniz— para resolver problemas “prácticos”, no fue sino hasta el siglo XIX que la probabilidad y la estadística fungieron como herramientas aplicadas por completo en la salud pública. El antecedente de esto sucedió en 1854, cuando un brote epidémico de cólera en el distrito de Soho (Londres) movilizó a tres cuartas partes de una población alarmada que abandonaba sus hogares.
El sujeto contratado para resolver el problema fue un médico inglés que más tarde sería considerado por muchos el padre de la epidemiología moderna: John Snow.
Para él, el agua era la causante del cólera, pues a partir de las observaciones del contacto que las personas infectadas habían tenido y el área de distribución de los enfermos, logró idear un mapa en el que localizaba la fuente principal de contagio, y pese a no poder ofrecer pruebas ni explicaciones contundentes las autoridades optaron por obedecer sus sugerencias.
Así, finalmente el mapa de Snow quedaba para la historia como uno de los primeros gráficos modelados para la salud pública. Unos años más tarde los sujetos contagiados ya podían ser convertidos a variables numéricas jugando en el espacio de la probabilidad: el contagio azaroso encontró un modelo matemático para ser probable, predicho y hasta cierto punto controlable.
Dos eventos posteriores ratificaron la utilidad del método y la aplicación numérica: La enfermera británica Florence Nightingale demostró, con bases estadísticas, que los militares morían más por enfermedades infecciosas que por el hecho mismo de estar heridos. Gracias a su comprobación, se implementaron condiciones estandarizadas de higiene en los hospitales.
Asimismo, Robert Koch descubrió en 1885 la bacteria del cólera (Vibro Cholerae) como patógeno transmitido a través del agua. Con lo anterior, el azar era abatido una vez más; y el modelo matemático del mundo demostraba que el lenguaje de la naturaleza seguía siendo el cálculo: Galileo, Newton y Leibniz, científicos ilustres, aún postergaban su posición epistemológica y ontológica. Los elementos del mundo —aparentemente discretos— podían ser relacionados, y dado que no había ruptura en la naturaleza, es decir, separación o extensión de sus elementos, las interrelaciones de las cosas podían ser comprendidas y predichas mediante la abstracción o la ecuación matemática.
En consecuencia, los elementos “discontinuos” y “separados” eran susceptibles de ser convertidos a fórmulas o funciones, y ello implicaba una realidad continua y sin sobresaltos, configurada por permutaciones y combinaciones de diversas cosas que a su vez conformaban un aggregatum nombrado Mundo. El Arte combinatoria de Leibniz, por ejemplo, era tan solo un espejo (speculum) de su visión metafísica.
Ahora bien, en aquello puede ser avizorada una concepción determinista que trae desde el fondo la existencia de un Dios matemático, pues tanto Newton como Leibniz daban por hecho la existencia de una entidad metafísica que hacía posible la comprensión de lo contingente por medio de la necesidad .
Finalmente, en la segunda mitad del siglo XIX, la estadística y la probabilidad ya poseían un campo aplicado de poder epistémico respecto a la salud pública, tanto como herramienta efectiva de trabajo y de resolución de problemas (heurística matemática).
En consecuencia, la creatividad humana y su dedicación científica se aproximaban más al “descubrimiento de la realidad”. Tendremos que esperar al ocaso del siglo XIX y los despertares del XX para que, una vez llegados Ludwig Boltzmann, Max Planck y Albert Einstein, la estadística se transforme y la concepción continua del espacio y del tiempo se disloque, al punto de ser redefinidas las nociones más comunes sobre la realidad: Mecánica Estadística; Termodinámica; Entropía; Relatividad.
Próxima entrega, «Creatividad limpiaculos. Ante el poder inminente de la pandemia, la escasez de papel de baño convertida en meme»
Excelentte escrito. La azarosa naturaleza y la mente humana (también naturaleza) que busca y, a veces encuentra, una solución o varias. Afirma el Dalai Lama que, a través de milenios, los seres humanos desarrollamos una técnica para ir mejorando la mente y el entendimiento.
Muchas gracias por su comentario.
En efecto, temas del azar y el pensamiento, que nos han impulsado a buscar un orden y un sentido a las cosas, a la historia, a nuestra vida.
¡Saludos cordiales!