Despidamos 2017 con los buenos deseos de Horacio Vidal
[hr gap=»30″]
La historia de la fealdad es mucho más interesante que la historia de la belleza, afirma Umberto Eco. Es verdad, en el arte “lo feo” había sido relacionado con el dolor, el sufrimiento y la locura, hasta la llegada de la contracultura y el postmodernismo. La belleza puede ser aburrida, mientras que la fealdad es infinita.
Así, la pregunta pertinente es ¿qué es “lo feo” y que significado tiene para cada uno de nosotros?
Entre El jorobado de Nuestra Señora de París (William Dieterle, 1939), El hombre elefante (David Lynch, 1980) y Máscara (Peter Bogdanovich, 1985) existe un vínculo: el rechazo ante lo que es diferente y la poca disposición a aceptar aquello que no nos resulta agradable, a primera vista.
Extraordinario (Stephen Chbosky, 2017) elabora un relato en cuatro capítulos que demuestran que todos tenemos nuestro lado antiestético y cómo es posible enfrentarlo para ser mejores seres humanos.
Conozcan a Auggie (Jacob Tremblay, el mismo de La habitación), un niño inteligente y sensible nacido con el síndrome de Treacher Collins, extraña mutación congénita en su cráneo y por lo tanto en su rostro. Su gusto por la ciencia y la luna sólo se compara por la afición que siente por Star Wars. Suficiente para que el chamaco sea simpático.
El núcleo familiar de Auggie puede ser cursi o superficial, sin embargo el guión – escrito a partir de material literario – encuentra la redondez que salva a Extraordinario del melodrama fácil.
Isabel, la madre (Julia Roberts) ha renunciado a su carrera para dedicarse a Auggie. Nate (Owen Wilson) es el padre optimista y conciliador, siempre en tono. Via (Izabela Vidovic) es la hermana mayor, adolescente y sumisa, que ha aprendido a vivir “a la sombra de su hermano”.
Ha llegado el momento de matricular a Auggie en la escuela. Y empieza el viaje del héroe.
El pequeño se sabe distinto. Por eso prefiere usar un casco de astronauta, símbolo de la modernidad, la tecnología y el progreso, como escudo protector. Y además ahí está Chewbacca. Compañero fiel, en las buenas y en las malas, producto de la ensoñación de Auggie.
Por supuesto, el bullying juega un papel principal. Aunque en esta película es presentado como un toma y daca, una lucha de poder donde la superioridad intelectual del protagonista será el atributo a vencer. Ya lo sabemos. Es en el patio escolar donde se forja el carácter de niñas y niños, por igual.
El gran acierto de Extraordinario es presentar el punto de vista de quienes, a veces a su pesar, deben coexistir en la órbita de Auggie. Y si bien lo elabora de manera irregular, es lo que hace memorable a este filme.
Via conocerá el primer amor y la frialdad de su mejor amiga, a causa de la atención que recibe su hermano; Jack (Noah Jupe), el amiguito de Auggie, se debate entre el deber y el ser. Estos contextos personales aportan riqueza narrativa a Extraordinario, es cierto, pero algunos personajes quedan en el cliché y su evolución puede parecer, en algunos momentos, acartonada.
Via es quien más sufre. De verdad. Su historia pisa los terrenos del melodrama puro. Incluso tiene un encuentro con Sonia Braga, en estupendo cameo.
Esto no significa que el elenco infantil de Extraordinario esté por debajo de cualquier expectativa. Un magnífico ensamble de pequeños actores que harían morirse de la envidia al Tío Disney hacen que la cinta valga cada momento en pantalla.
Un guión escrito de manera quirúrgica para evitar “el moco” y “la lágrima”, con momentos de blanca comicidad y complicidad entre niñas y niños. Sin duda, una película para verse en familia.
El tono de Extraordinario lo da uno de los mejores diálogos de la temporada: “Have you ever thought about having plastic surgery?”, pregunta Jack. Y Auggie responde, “Dude, this is after plastic surgery. It takes a lot of work to look this good”.
Extraordinario es un filme dirigido con honestidad. Su compromiso es con la familia, la inclusión y la aceptación de aquello que consideramos diferente. Puedes enamorarte de la mujer o el hombre más feo del mundo, pero jamás a primera vista.
Por Horacio Vidal
[hr gap=»30″]