No es posible explicar el éxito de Los ilusionistas (2015) y ahora Los ilusionistas 2 (2016) sin pensar en los magos que operan detrás de las filtraciones de los Panamá papers, Wikileaks, “La casa blanca de la Gaviota” o bien las travesuras de Anonymus.
Y es que, al igual que estas organizaciones, los protagonistas de Los ilusionistas 2 ponen su talento – y también su audacia y arrogancia – al servicio de una causa justiciera que los coloca en el centro de la noticia transformándolos en celebridades con más aplausos y likes que el mismísimo Barack Obama o el Papa juntos.
Es el mito de Robin Hood y Pancho Villa. La gente siempre sentirá atracción y afecto por los forajidos que dicen defender a los pobres y a los oprimidos.
Ha pasado un año desde los acontecimientos de Los ilusionistas y ahora “los jinetes” deberán enfrentar un reto mayor: detener una amenaza capaz, tanto de invadir la privacidad de los usuarios celulares y de computadoras, como de entrar en cualquier sistema operativo del mundo.
Esta misión imposible reúne otra vez a Dylan (Mark Ruffalo), Atlas (Jesse Eisenberg, tan petulante como siempre), Merrit (Woddy Harrelson), Jack Wilder (Dave Franco) y a los nuevos integrantes Lula (Lizzy Caplan) y Li (Jay Chou) en un juego de apariencias y prestidigitación frente a Thaddeus Bradley (Morgan Freeman), Arthur Tressler (Michael Caine) y el ingrediente sorpresa: Walter Tressler (Daniel Radcliffe).
Así se confirma que la magia de Los ilusionistas 2 radica precisamente en el atractivo de su elenco, que constituye un ensamble divertido y equilibrado capaz de sustituir con sus propios trucos los evidentes vacíos e inconsistencias de la trama.
El público se sentirá complacido al percibir un esfuerzo por superar a la primera película. Pero también experimentará una decepción al ver que el propósito no se cumple, porque el truco ya ha sido exhibido varias veces y ya no quedan muchas sorpresas por lanzar.
La mejor apuesta en esta cinta es sin duda Daniel Radcliffe. Es un placer disfrutar al otrora niño mago, Harry Potter, ahora en su rol de villano. Tiene las mejores líneas de la película así como una perversa programación musical para cada una de sus malevolencias.
Por cierto, la partitura musical está a cargo de Brian Tyler. La energía orquestal, con tintes de jazz, es un conejo en el sombrero que aparece en los momentos justos para aumentar el suspenso y la elegancia a Los ilusionistas 2.
Hace tiempo no se escuchaba un soundtrack de ese estilo.
Mario Vargas Llosa advirtió en La civilización del espectáculo acerca de nuestra adicción por el entretenimiento, por la diversión como principal motivo para seleccionar, no sólo lo que vamos a consumir para llenar el ocio, sino ahora para informarnos (o desinformarnos).
La frivolidad del escándalo es el motor de búsqueda de la gente.
Nos gusta creer que tenemos frente a nosotros a un justiciero con el talento cómico, mágico y musical para darle su merecido a los poderosos. ¿El héroe, para lograrlo, ha de cometer delitos? ¡No importa! El atractivo son los trucos de magia que frente a nuestros ojos exhibe el prestidigitador en un espectáculo all over the world que el mundo sigue aplaudiendo hasta el delirio.
Insisto, de otra manera, no es posible explicar el éxito impune y arrogante de Los ilusionistas 2.
Aunque nos vean la cara de conejos.
Los ilusionistas 2. Director: Jon M. Chu. Música: Brian Tyler. Con: Mark Ruffalo, Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Lizzy Caplan, Daniel Radcliffe, Morgan Freeman y Michael Caine.
Por Horacio Vidal