Al principio, una cita de Oscar Wilde: “Some cause happiness wherever they go; others whenever they go”. Es verdad, el temple ingenioso, irónico y demoledor del genio irlandés respira a través de Venganza (Hans Petter Moland, 2019), parodia de sí misma, pues está basada en Kraftidioten (Hans Petter Moland, 2014). Además, al mezclar acción y comedia, elabora vago homenaje, uno más, a Quentin Tarantino. 

El giro inesperado de la carrera de Liam Neeson como protagónico de acción inició en una película de persecución y venganza: Búsqueda implacable (Pierre Morel, 2008) y parece aún no conocer conclusión. Kehoe, Colorado, es un paraíso para esquiadores. Nels Coxman (Liam Neeson) se gana la vida con su barredora de nieve para que turistas puedan atravesar la gran masa blanca del invierno. Vive lejos del ruido y la falsa sociedad con Grace, esposa amante (Laura Dern) y Kyle, primogénito querido (Micheal Richardson, hijo en vida real de Liam Neeson). Su cristalino premio como “Ciudadano del año” se ve ensombrecido por la ejecución de Kyle. 

La secuencia en la que Nels y Grace deben reconocer el cadáver de su hijo, es brillante. En el anfiteatro, un sonido irritante aprieta el dolor. Es un pedal pisado, sin muchas ganas, por el forense. Poco a poco, desde el fondo de la pantalla aparece el perfil del finado Kyle. El tiempo se alarga. La espera es insoportable. La burocracia es insoportable. 

Más adelante, agobiado por el abandono de su mujer, Nels descubre que su hijo fue victima inocente de la mafia. Y emprende el camino de la revancha con sus propios medios: una escopeta deportiva, puños endurecidos por la nieve y la barredora fiel. 

Es aquí cuando Venganza se vuelve tan ligera como es posible, pues debemos considerar la invasión de sangre, muerte y violencia que veremos en pantalla. 

Hay quien sostiene que la corrupción es una escalera que debe barrerse “de arriba hacia abajo”. Nels Coxman propone lo contrario. Inicia una purga en ascenso que lo llevará a eliminar esbirros y sicarios – cada ajuste de cuentas merecerá en pantalla simpático obituario: fondo negro, el nombre del caído en blanco, así como el símbolo de su religión – hasta casi tocar a jefes y capos. 

¿Qué se lo impide? El destino. “Viking” Calcote (Tom Bateman) es el cabecilla que ve minado su equipo de narcotraficantes. Impulsivo y temperamental, el sociópata tiene en Ryan, su pequeño hijo (Nicholas Holmes) al depositario de su amor y sus obsesiones: comida sana, literatura dura y música de alta cultura. 

Un mal cálculo de “Viking” pondrá sobre la mesa poder, racismo y la lucha por más colonia por parte de los pueblos indígenas; aunque la batalla territorial sea para la venta y distribución de cocaína. 

La intervención de la banda de indios Ute es, sin dudarlo, la parte más interesante en Venganza. No solo de casinos viven los indígenas norteamericanos, sino de todo aquello que produce utilidades. 

Toro Blanco (Tom Jackson), gran jefe de la narcobanda Ute, conduce a su tribu con dignidad y solemnidad tradicionales: “A son for a son”, será su grito de batalla. Y la llegada de los indios al campo de guerra hará estallar al resto de las subtramas: abuso, traición, homosexualidad, policías en busca del origen de las muertes y un tierno síndrome de Estocolmo. 

Aunque los secundarios gravitan alrededor de Nels Coxman, es decir Liam Neeson, tendrán oportunidad de lucimiento. Y no lo hacen nada mal. 

Venganza es un filme que no conoce declive. Sus personajes parecen estar al borde del colapso. Como en las películas de Tarantino, será la música a la que son expuestos, el motivo de sus mayores y cómicas molestias. 

La nieve es una fuerza de la naturaleza que debe ser dominada. Para Nels Coxman, incluso ha de ser humillada. Su ansia de desquite lo llevará tan lejos como pueda, porque – como sucede en este tipo de tramas – no tiene nada que perder. 

Hans Petter Moland es un director agitado. La impronta de Tarantino asoma de forma adecuada y la decisión de incluir a los Ute como principal vuelta de tuerca en Vengaza es un punto a su favor. 

Apache, por The Shadows y la inclusión en el soundtrack de Coyote-Dance terminan por dar a Venganza su tono musical más memorable. 

No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace enemigo. 

Que leer antes o después de la función

Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue. El fin del mundo para un mito: Gerónimo, el apache, en una novela de trazos históricos y reinvindicativos para misioneros, gringos, mexicanos y la tribu inolvidable.

Será el desierto entre México y los Estados Unidos, el panorama que presenta esta pieza literaria. Tres relatos principales: el rapto de una mujer y su búsqueda, la caída de Gerónimo y un leit motiv íntimo y familiar, por parte del autor. Al final todo converge en una crítica sustantiva al colonialismo y al buen salvaje. 

Entre abrazar norte o sur, la apachería decidió su extinción.

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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