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Es una road movie violenta, sangrienta y conmovedora. Por lo tanto, ha sido escrita y realizada en el código del western; pero es uno crepuscular. El tiempo ha pasado su factura. Más allá de la cúpula del trueno y sin lugar para los débiles, los héroes están fatigados.

Logan (James Mangold, 2017) muestra los estragos que los años han causado en el universo de los personajes conocidos como “mutantes”. Estamos en el año 2029. Es un futuro con dos caras: bizarro y cercano. Veremos un oscuro porvenir, consecuencia de las tribulaciones de nuestro tiempo presente.

Los X-Men solo son leyenda. Y en este destino distópico donde los humanos han ganado la partida, la vida para los “mutantes” es imposible. Es la victoria final del hombre globalizador, del mercado capitalista de consumo. Es el triunfo del hedonismo y la violencia individual. Es, en proféticos términos de Magneto – y de Gilles Lipovetsky -, la suma de todos los miedos.

Logan (Hugh Jackman) se esfuerza por sobrevivir y cumplir con un bajo perfil. Como en Cosmópolis (David Cronenberg, 2012), la limosina que conduce mueve pequeñas estampas de la vida y subraya la decadencia del héroe; ¿qué ha sido de los “mutantes”? ¿cómo fue su extinción? No lo sabemos. Las respuestas son concedidas poco a poco y de manera, a veces, no muy clara. Son vacíos y misterios creados a propósito, para aumentar la terrible violencia y el abuso del alcohol.

El ex Wolverine es responsable de su extraña familia. Es el hijo proveedor. Allá en el desierto – prestado de las cintas de Mad Max -, le aguardan Calibán (Stephen Merchant), neurótico administrador del hogar y Charles Xavier (Patrick Stewart), anciano, enfermo y delirante, pero aún obsesionado con la esperanza de volver a encontrar a un “mutante”.

Y el anhelo estalla en la forma de una niña migrante mexicana. Ella es Laura/ X-23 (interpretada por una imponente Dafne Keen), quien a pesar de ser producto de experimentos genéticos, posee las garras, la rabia y la energía sobrenaturales de Logan, por lo que el encuentro entre la familia disfuncional y la nueva “mutante” es inminente.

Así se emprende un viaje para escapar rumbo a Canadá, tierra menos hostil, donde existe un santuario para estos seres. Antes, deberán reunirse, en el bosque, con un grupo de niños “mutantes” perdidos, a lo Peter Pan, donde Logan será Garfio en busca de su propia redención.

La travesía descifra un panorama desolador. Víctimas de una persecución implacable, nadie tendrá un momento de respiro. Balas, explosiones y muerte – en un ritmo acompasado, pero efectivo – revelan que la hiperviolencia nos ha alcanzado, incluso a los niños. Nada nuevo, después de las noticias recibidas a través de los medios y la red: Monterrey mon amour.

Logan es un drama anclado en el western, pero con un pie firme en la ciencia ficción. Smartphones con aplicaciones apenas un poco más avanzadas que las actuales, camiones robotizados manejados por GPS, drones idénticos a los ya conocidos y armas de avanzada letalidad, advierten acerca del futuro inmediato.

Una inquietante secuencia, como aquella escrita por Truman Capote en “A sangre fría”, se derrama en un campo de maíz; ahí, donde el cereal ya no es fuente de alimento – o tal vez esa sea su función menos relevante -, es base transgénica en la elaboración de jarabe para bebidas energizantes, golosinas, refrescos y tranquilizantes.

Aunque no lo queramos, las mutaciones ya son parte de nuestras vidas.

Y, por supuesto, aparece la construcción/deconstucción constante de la figura paterna. Los vínculos que establece Logan con Charles Xavier están suscritos en la piedad, mientras que con Laura/X-23, son diferentes.

La referencia frecuente al clásico del western, Shane (George Stevens, 1953) es mucho más que un guiño: “Joey, there’s no living with… with a killing. There’s no going back from one. Right or wrong, it’s a brand. A brand sticks” es la impronta que Logan desea dejar en el alma de la pequeña Laura.

El viejo rostro de Clint Eastwood aparece en la faz de Logan y, por lo tanto, de Wolverine. Como en Los imperdonables (Clint Eastwood, 1992), este es un western de redención.

Al proponerse la salvación de la pequeña Laura, Charles Xavier vuelve a ser el maestro y el líder, mientras que Wolverine librará quizás una última batalla, la madre de todas las guerras, donde los símbolos – la X, ícono supremo de vida y muerte – encuentran un lugar, un instante, para sorprendernos.

Sin duda, Logan es el mejor estreno de la temporada.

Por Horacio Vidal

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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