Hermosillo, Sonora.-

Hace unos días alguien me escribió “Ándale Sofi, pégale al teclado”. Honestamente, no sé si será un acierto, lo que sí sé es que hoy puedo, ¡mañana no sé!

Te cuento que en mi cabeza lleva varios días rumiando la idea de cambiar mi color de cabello de nuevo: es un pasatiempo, un gusto, y aunque no suelo verme más de una o dos veces al día al espejo, sé que vengo de otro planeta y está en mi naturaleza camaleónica el mimetismo que me he construido en poco más de tres décadas. 

Esto me hizo recordar una de las situaciones más absurdas e incomprensibles que he vivido en mi lindo Hermosillo, se los cuento en un cuentito corto. Suena Maverik/Yukon Pop.

Recién llegaba por estos lares, no llevaba más de un año circulando por la capital y al igual que ahora -y como siempre- quería un color diferente para esta cabellera morena —para quienes no me conocen al natural— y noté que la mayoría de las mujeres llevaban la particular cabellera rubia en diferentes subtonos, desde los cenizos hasta los dorados pasando por los cobres. 

Sin más, me dispuse a buscar las manos de un estilista que tuviera el tiempo de realizar dicho cambio, pues, como toda bruja lo espera a tronar de dedos, en un chasquido, antes de que la duda llegue. Asumí por supuesto que, dada la gran población femenina con esta gama de color en su ser, la probabilidad de estilistas con experiencia sería equivalente.

Sin hábito de presunción debo decir que acerté, encontré más de una buena opción, con lo que no contaba era encontrarme con algo que no tenía previsto… RACISMO, XENOFOBIA, más tres gritos de incomprensión, frustración y tantita madre. Sí, tres de cuatro lugares sugirieron un color no tan claro porque mi piel era morena y “NO ME QUEDABA”, no sin antes preguntarme si era de aquí “por mi acento” —mi acento: tema de otro cuento-. El cuarto lugar no tenía tiempo ni espacio. 

Algunos años después de dichos hechos tengo que decir que SÍ me hice rubia por cuenta propia -no sería la primera vez- y fue ahí donde nació el ser rubia en un cuerpo de piel morena como forma de rebeldía. Una forma de decirle a mi entorno que “los colores o formas que porto los decido YO”. En aquel entonces surgieron muchas dudas respecto al tema, lo consulté con sonorenses de distintos municipios y la respuesta fue la misma: “Sí, hay racismo y xenofobia”.

Concluí que estos fenómenos son más visibles en poblaciones más pequeñas -comparando con la CDMX o el EDOMEX por supuesto- y que si bien fue un evento inesperado y no generalizado he comprobado que se da en ciertos círculos a quienes he definido “caciques de pueblo”-también tema de otro cuento-.

Debo decir que esta situación me generó más curiosidad que desprecio. Ahora tenía preguntas que resolver, una población a estudiar y observar detenidamente, resolver esos ¿Por qué? antes de dar mi veredicto u opinión final -que a nadie le importa seguramente- algo que se ha prolongado por más de ocho años mientras “este gran desierto cabe en mi corazón”.

Por ahora solo será un cuento que contar. 

Con cariño

Alexandra Tovac

PD. Espero conocer tu mirada algún día, porque sé que tu historia voy a encontrar.

ANTES

AHORA

 



ESPERA, ¿TE ENCANTA EL PERIODISMO CULTURAL?

Qué bueno, porque somos un medio independiente y requerimos de tu apoyo.

Transfiere a la cuenta Banamex 5204 1658 0831 8392

Realiza un donativo mensual en PayPal:

O pregúntanos cómo 🙂

cronicasonora@gmail.com


También te puede gustar:

5 comentarios

  1. Grandioso! Muchas gracias Sofía Tovar, muy sencillo pero muy realista el fenómeno que ya se nos normalizó pero que no por eso debe continuar.
    ????????

    1. Gracias a ustedes que se dieron tiempo de vida para leernos! Y tiene razón, hemos normalizado actitudes y formas que lo asociamos a la cultura en mi experiencia hay muchos otras caras de los Sonorenses y para bien!

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *