Hermosillo es una ciudad de inmigrantes. Llegaban por miles en oleadas sucesivas. Llegaban como podían, en ferrocarril, en autobús, de “raite”. Pero llegaban. Muchos de ellos buscaban la manera de cruzar al “otro lado”. Muchos lo lograron, muchos se regresaron a sus lugares de origen y muchos se quedaron en la ciudad. Las calles y las plazas recibieron a un personaje que rompió por completo la imagen del “pueblito sencillo”, donde sus vecinos dicen que vivían en santa paz. 

A principios de 1951, más de seis mil prospectos a “braceros” fueron concentrados en la Casa del Pueblo, hoy Parque Infantil del DIF, al oriente del Parque Madero. A diferencia de lo que se piensa, recibieron las atenciones del gobierno del Estado, de la iglesia y de “…las fuerza vivas de la localidad…” El Departamento de Trabajo  los asistió con lo necesario, comida y atención médica. El cuarenta por ciento, eran originarios de Sonora y el sesenta por ciento, de otros lugares del país. Eran tiempos difíciles aquellos. 

En marzo de este mismo año, hablan de más de doce mil braceros que se vieron obligados a una penosa estancia en Hermosillo, durante un mes y medio. Contrataron a cinco mil para trabajar en el “otro lado”, otros cinco mil regresaron a sus hogares, con el pasaje pagado por el gobierno del Estado. Quedan dos mil de los que no dan cuenta, tal vez pasaron a poblar algún asentamiento irregular en las orillas de la ciudad. En general, calificaron a Hermosillo, “…como la más humana y hospitalaria…” El gobierno los asistió con más de cincuenta mil comidas, además de la ayuda del Obispado y de los mismos hermosillenses.

En septiembre del siguiente año, el Jefe de la Policía Municipal informó que todos aquellos que buscaran ser contratados para trabajar en las pizcas del algodón, acudieran a la Plaza 16 de Septiembre, donde les proporcionarían, “…sombra, agua y servicios sanitarios, para mayor comodidad.” Una de las razones de la concentración, es que no anduvieran “…dispersos en la población.” Población flotante alterando el orden. 

Los braceros, la maquinaria humana que activó la economía de la región, vinieron de todas partes del país y del mismo Estado de Sonora. Llegaron como pudieron. Muchos lograron su cometido, cruzar la frontera, otros regresaron a sus pueblos y, muchos otros se quedaron. Invadieron, entre otros oficios, las “orillas”, habilitando improvisadas casuchas de petates, origen de algunas colonias actuales de Hermosillo. La colonia Olivares fue una de ellas. En sus principios, a mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo, fue conocida con el nombre de “La colonia de los Petates”. Poco a poco se fueron integrando, levantando modestas casas de “material”, hasta organizar uno de los barrios más, como se dice con propiedad, emblemáticos de Hermosillo.

Posdata. El origen del Hermosillo moderno está también en toda la gente menuda que abrieron calles y plantaron sus casas. Que se comunicaron con las autoridades, estatales y municipales, para ser reconocidos como parte de la ciudad. Un diálogo que fue formando la civitas de Hermosillo.

El Imparcial, Hermosillo, Sonora, 23 de noviembre de 1955

El Imparcial, Hermosillo, Sonora, 9 de febrero de 1956

El Imparcial, Hermosillo, Sonora, 13 de noviembre de 1956

Sobre el autor

Arquitecto, editor y cronista de Hermosillo

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