Un relato del doctor Barajas para recordar que hay más tiempo que vida. Sí señor.

[hr gap=»30″]

Terminamos saliendo de Hermosillo el jueves alrededor del mediodía. Por un momento me desconcertó el pronóstico del clima para el municipio de Aconchi, anunciando lluvia continua, empezando el viernes por la mañana y terminando el sábado por la tarde, algo usual en las últimas semanas de enero.

Antes de confirmar a los asistentes al retiro, debido a la inminencia de las bajas temperaturas me vi en la necesidad de realizar más cálculos, hacía apenas un mes que había llevado a un grupo pequeño a retirarse en un paraje similar, donde brotan manantiales perennes de agua caliente entre los cerros, justo en el corazón de Sonora.

Cuando llueve en la zona cunden los arroyos, se bloquean los caminos, siendo de nuestro interés el que da acceso a las aguas termales de Aconchi. Tomando en cuenta eso anticipamos la lluvia y establecimos el campamento el mismo jueves; reunimos suficiente leña seca para pasar los siguientes días resguardados en tejavanas al pie de las tinas de agua caliente.

Antes de salir de Hermosillo tuve la certeza de que ninguno de los dos autos que llevamos lograría cruzar el arroyo para salir del sitio del agua caliente, por lo menos en los tres o cuatro días siguientes a la llovida. Hecho que resultó muy conveniente, pues en esta ocasión el grupo que me acompañó se compuso de personas en proceso de rehabilitación por adicción específica a la droga cristal (metanfetaminas), amables personas que han dado su visto bueno para que relate mi pequeña crónica sin mencionar sus datos específicos.

Sin embargo, puedo describirlos: hombres y mujeres, nueve en total, todos ingresados por lo menos en una ocasión al hospital psiquiátrico o en centros de ayuda mutua. La mayoría se declara experta en tratamientos que no funcionan, mismos que les han administrado en contra de su voluntad y muchas veces en el peor momento posible, siendo este durante un episodio de psicosis inducida por drogas. Aborrecen todos y cada uno de los “estate quieto” psiquiátricos, aunque algunos a fuerza de prescripción médica han incorporado pastillas de todos colores a su lista de adicciones.

El manantial nos recibió con gran esplendor, estos son los días para visitar el agua caliente, el contraste de la baja temperatura atmosférica permite bañarse cómodamente. La misión de mi grupo es desintoxicar el cuerpo, sanar, lavar y fortalecer el espíritu, recuperar la voluntad. La rutina diaria que seguimos esos días consistió en caminatas matutinas, algunas aplicaciones del método de Wim Hof, ejercicios de Sungazing, el Temazcal guiado con medicinas ancestrales y por supuesto la inmersión en las diferentes tinas y albercas de agua hiper mineralizada.

Puedo decir que el cálculo fue preciso o que simplemente tuvimos suerte. El hecho es que este viaje fue significativo, ya que por seis días fuimos los únicos visitantes del santuario, sólo el cuidador, en su alta camioneta de llanta taconuda, logró atravesar los arroyos en un par de ocasiones; supongo que para revisar que no destrozáramos el lugar, si es que el amigable vaquero reparó en nuestra apariencia, que es, digamos, poco convencional.

Falta aclarar que el deterioro cognitivo de algunos participantes limita mucho sus intereses y distorsiona la percepción de la realidad en gran manera, dando por resultado todo tipo de auto sabotajes y emociones negativas. En otras palabras, se trata de adultos que regresan a una etapa de infantilismo, o algunos que quizá jamás salieron de ella.

Hay cierto riesgo, el reto de trabajar con personas adictas es enorme, la mayoría de los programas de desintoxicación ofrecen la opción del ingreso involuntario a través de la autorización de sus familiares. Por mi parte, me he cerciorado que a estos retiros todos los participantes soliciten acudir y que lo hagan porque ya han tenido suficiente de las drogas y de tratamientos e intervenciones que sólo han deteriorado más su salud. Y sobre todo que estén hartos del estilo de vida/muerte yonqui.

Durante los ejercicios se llora, grita, se maldice y se implora al cielo por fuerzas para seguir adelante, pero fuera de las crisis habituales de la primera noche, cada persona cumplió al ofrecer la mejor versión de sí mismos, aun sufriendo la pesada abstinencia. Uno de los ejercicios más difíciles es sentarse a meditar entre los árboles, vistiendo solo una camiseta y shorts a una temperatura aproximada de cinco grados Celsius, con la siguiente instrucción:

 

                                        Imagina que tienes una exquisita taza de té caliente en tus manos. Decide sentirla, el calor, respira el aroma.

                                       Ahora imagina que tu espíritu se puede beber ese té, visualiza la taza tocando tus labios y decide saborearlo,

                                                      siente cómo su calor te permite dejar de temblar, te hace respirar profundo y sereno.

                                            Ahora decide quedarte ahí, termina la taza de té y arrópate con el frío, fuerte como una guerrera.

 

Algunos días realicé este ejercicio con el grupo, los otros decidí brindarles apoyo sensorial al beber una taza de té real justo enfrente de ellos. El sentido del humor siempre debe estar presente cuando se trabajan problemas tan agudos. Los días después de la lluvia apareció una pareja de pájaros cardenales. Se posaron cerca de nosotros, sin temor, entre las ramas secas, imponentes y majestuosos; sé bien que cada uno de nosotros se inspiró por el fuerte espíritu de esas criaturas.

La vegetación desprendió su perfume y nos encontramos flanqueados por el sonido continuo de dos corrientes de agua, una fría y la otra caliente, que supieron apagar la ansiedad por las noches y la rabia por las mañanas. Describir la belleza de los paisajes de la sierra sonorense y sus facultades para devolver la cordura a un ser humano, puede ser un buen tema para libro, ya lo es para esta crónica.

El retiro se extendió tres días más de lo programado, pero ninguna persona presentó quejas al respecto. Aún cuando es incierto el pronóstico de cada uno de nosotros, me gusta pensar que en esos breves días cumplimos la misión de limpiar y trazar un camino nuevo. Cada persona puede decidir recorrerlo a su ritmo o volver a extraviarse.

Para mí ha sido una experiencia de arrobo y satisfacción, porque reinvento y descubro cuanto amo mi trabajo, porque tengo fe en que la conexión del ser humano con la madre tierra prevalece, y es ahí donde podemos encontrar la respuesta al terrible momento que vive nuestra especie.

Texto y fotografía por Rafael Barajas

 

Sobre el autor

(Autopresentación) Rafael Barajas Valenzuela es un reconocido especialista en problemas del comportamiento, con 15 años de experiencia como psicoterapeuta, 7 de ellos trabajando en clínicas especializadas en Phoenix, Arizona. Es egresado de la Universidad de Sonora y fundador de la Asociación Mexicana de Terapia Asistida por Animales (AMTAA A.C.). Tiene diversas especializaciones y postgrados en el extranjero y actualmente es candidato al doctorado en psicología por la Universidad de Kansas. Contacto: 6623 375539 y mentalarchitect771@gmail.com

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *