Bob Dylan me gustaba antes de que fuera cool. Debo confesar que detesto con entusiasmo “Knocking on Heaven’s Door” (la canción más aburrida del mundo para tocar en la guitarra), pero en la más grande parte, Dylan es un cabroncete genial. Hay tres canciones “Subterranean Homesick Blues”, “Positively Fourth Street” y “Stuck Inside of Mobile with the Memphis Blues Again”, que siempre me han parecido inmunes al tedio. Además, miren nada más qué títulos tienen. Miren nada más cómo no le importa nada a este poeta lomo plateado, judío con afro, sombrerito amish, bigotito de puberto. Si no fuera por otra cosa, por mí que le den otro Nobel simplemente porque me cae bien por cómo es y por cómo se ve.

 

Y también cuenta la leyenda que Bob Dylan les dio su primer joint a los Beatles. Con el poder de las drogas, Dylan transformó al cuarteto de Liverpool de un puñado de Justin Biebers que cantaban sha la la la” y “oooh, whoa whoa, oh yeah” a un grupo de mocochangos psicodélicos barbones y experimentales que nos dieron el Sgt. Pepper’s, el White Album, e inventaron el heavy con la canción “Helter Skelter”. Gracias, Dylan, por tus churros mágicos que hicieron posible el heavy metal.

 

hidrosisa

 

Pero estoy divagando, como suelo hacerlo. Oops. Perdón. Este texto es sobre la controversia. La controversia inevitable en todos los premios. Ayer le dieron un premio Nobel a Bob Dylan y la Internet se rompió. Dale el premio Nobel a Winston Churchill y nadie dice nada. Dáselo a Bob Dylan y todos perderán la cabeza.

 

Parece ser que algunos de ustedes odian la idea de que Bob Dylan, un cantante que ha aparecido en MTV (¿qué es eso, dirán los jóvenes?), que ha compartido escenarios con Miley Cyrus (creo, supongo, no sé, parece posible, ¿no?) haya ganado un premio que exclusivamente se ha otorgado a escritores serios, calvos de barbita, o mujeres (¡muy pocas!) solemnes, elegantes y de plumas poderosas. ¡A qué viene darle el Nobel a Bob Dylan, un producto de las disqueras, un heraldo del capitalismo homicida encarnado en la industria de la música popular!

 

Este escándalo recuerda al Nobel que se le otorgó hace algunos años a mi negro, Barack Hussein Obama, un presidente famoso no por su pacifismo sin límites, sino famoso por haber coordinado una encarnizada cacería humana que culminó en el cadáver agujereado de Usama bin Laden, el malo de la película de los inicios de este siglo.

 

Y si bien es cierto que es una cruel ironía que Obama es el primer nobel que ha coordinado bombardeos en los que mueren civiles inocentes— Esperen. No. Bueno, no es cierto… Henry Kissinger bombardeó Camboya. Ay… Jazer Arafat también ganó el Nobel de la paz y, pues… Munich… y cientos de muertos más… Olviden este párrafo.

 

Mejor digamos simplemente que el Premio no es perfecto. Pero con esto no trato de decir que la elección de Bob Dylan es simplemente algo tolerable: creo que fue, sinceramente, una buena elección. Ahora déjenme decirles por qué, cabezas de chorlito.

 

La cosa es así: la música popular comercial (la que se escucha en la radio, la que se presenta en conciertos, la que se vende en discos) tiene una mala reputación en los círculos intelectuales. Es muy común que los snobs digan “No me gusta equis cantante. Es muy comercial”, como si vender el arte fuera una prostitución, una traición a la pureza virginal del arte, el cual, si no se hace ars gratia artis, entonces es pura basura comercial capitalista para borregos. ¿Qué creen que hacía Miguel Ángel con sus esculturas? ¿Donarlas a la caridad? Hasta los juglares pedían vino y carne a cambio de sus versos memorizados.

 

Entonces queremos que el Premio Nobel de Literatura se otorgue a artistas que rechacen la frivolidad del espectáculo, que rehúyan la farándula, que no aparezcan en revistas junto a Salma Hayek o los pinchis Minions. Pero eso se trata de una falacia de élite: creer que un autor ruso neorrealista refugiado en Canadá y que escribe obras de teatro sobre dismorfia trasgenérica es mejor que un cantautor no tiene fundamentos estéticos de importancia: se trata de la veneración que tenemos por la figura simbólica del escritor como un inspirado, tocado por los dioses de la inspiración. Bull-shit.

 

La Academia decidió con wewitos de acero. En lugar de exigir que el Premio Nobel se le dé siempre a los escritores de siempre, mejor pidamos más atrevimiento, más audacia por parte de la Academia: que el próximo premio sea para un autor de novela gráfica (¡Alan Moore?), ¿se imaginan qué caos se iba a hacer cuando los puristas se enteren que un autor de dibujitos ganó el Premio Nobel?

 

El Nobel de la Paz de Obama, según esto, se le otorgó porque Obama hizo “esfuerzos extraordinarios en diplomacia internacional», pero ni al caso, no tenía ni un mes como presidente. En realidad el premio Nobel se le dio porque Obama, como el primer presidente no blanco de los EEUU, es un ejemplo positivo de empoderamiento de los históricamente marginados no solo en su país, sino en todo el mundo. Definitivamente, aunque el racismo no desaparecerá nunca, se puede hablar de un antes de Obama y un después de Obama en términos de igualdad en el poder político.

 

¡Pues Bob Dylan es así, más o menos, homes! A esto se le llama “romper el tejado de cristal”, abrir el camino a nuevos horizontes: ahora el Premio Nobel, gracias a la concesión para un cantautor, tiene más vigencia, más vida, una fecha de caducidad más extensa. Además, lean, por favor, la letra de una canción de Bob Dylan. Si esto no los convence, no sé qué. Mejor váyanse al cuerno si no les gusta y si no les gustó el Nobel. De todos modos ustedes perdieron y yo y Bob ganamos.

 

“It’s all Over Now, Baby Blue”

(Bob Dylan, 1965. Traducida al vapor por tu amigable Hombre Araña del barrio: Carlos Mal).

Debes irte.

Toma lo que dure, lo que se precisa,

pero lo que lleves, tómalo de prisa:

a lo lejos, tu huérfano armado

como un incendio, al sol, llora demasiado.

¡Los santos se abren paso! ¡Velo tú!

Ya todo se ha acabado, Baby Blue.

La carretera es de tahúres, usa tu conciencia;

toma lo que les has quitado a la coincidencia.

De las calles, el artista miserable

raya en tu cama formas innombrables.

El cielo está muy alto sobre tu

cabeza, y se ha acabado, Baby Blue.

Tus marinos marëados ya se van;

tus soldados fracasados ya se van.

Tu amante que en la puerta dice adiós.

Las sábanas del piso las quitó.

Se agita ya la alfombra bajo tu

figura, y se ha acabado, Baby Blue.

Alguien te llama ahora, tus peldaños olvida:

deja detrás tus muertos, no buscan otra vida,

el vagabundo toca tu puerta con energía:

¡Lleva puesto lo que tú vestiste un día!

Enciende un nuevo fuego, recomienza tu

vida, y se ha acabado, Baby Blue.

Por Carlos Mal

Sobre el autor

Carlos Mal nació en Hermosillo. Es doctor en Literatura, dibujante de cómics, profesor, periodista gonzo y escritor de literatura crónicamente inédita. Fundó en 1998 el Club Chufa, dirigió y editó el fanzine TheClubChufaZine de 1999 a 2004. Publicó la noveleta Un verano con Antonio Alatorre y el libro de cómics Juan Escutia, el cómic. Colaboró con la sección cultural del periódico sonorense El Imparcial de 2004 a 2008 con la columna quincenal “Pira Pagana”. Residió en París de 2010 a 2014, y allí comenzó la elaboración de la novela gráfica La República de Sonora. Su obra inédita incluye cómics, teatro, novela, poesía, ensayo, cuento y crónica. Contacto: thecarlosmal@gmail.com

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4 comentarios

    1. Jajajaja, eso sí, nadie puede decir que es buen cantante. Bueno, ni siquiera buen músico, excelente letrista eso sí, mediocre como poeta casi siempre.

  1. Bato, si en verdad piensas que los beatles inventaron el heavy metal, te falta conocer, estudiar y reconocer el lado rockabilly de esa pequeña historia. Por otro lado, el Nobel a Bob Dylan y tu crónica sólo me recuerdan que vivimos en un mundo donde se venera a los BUFONES, cuyo gran merito es entretener en un escenario con lucesitas. Además, haganme el favor, justo lo que el mundo necesitaba; otro hombre blanco al que le entregan un gran premio y mucho dinero. En fin, tantas razones y buenos escritores para decir, al carajo con Bob, éste y todos los demas años. Entonces dime, Carlos ¿que basura nos espera el año que entra, el Nobel de literatura a David Bowie o Morrisey?

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