¿Hermosillo pasa por una crisis social? Si sí, ¿qué se puede hacer?

El debut de Odily Fuentes y Jairo Cruz en Crónica Sonora 🙂

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Hermosillo, Sonora.-

A 317 años de la fundación de esta ciudad, en uno de los desiertos más hostiles del planeta, no es de extrañar que siendo un punto fronterizo muy importante del país y del resto del continente americano converjan migración,  inmigración, resistencia y choque cultural. Ya no se sabe si es una “ciudad en progreso” o una «pseudo metrópoli» colapsada. Lo que sí está claro es que desde hace años viene manifestando síntomas de decadencia, recurrentes en grandes metrópolis como Mumbai, Hong Kong o México DF, que aunque incomparables se ve lo mismo: miasmas del imperio.

Yo estuve fuera de Hermosillo por seis meses y al regresar veo más indigencia y decadencia. Sales a la calle y se nota tristeza y mugre por doquier, el triple de indigentes, más perros callejeros, hay cuatro vagabundos en cada esquina comercial, tres ‘changos’ te brincan al carro en cada semáforo pidiendo dinero y cuando consultas al “sistema” sobre qué se puede hacer con esas personas te responden que «ellos» están fuera de la ley y que no se puede hacer nada… Que «ni« los subirán a una patrulla porque son nuevas y las ensucian…

Eso me hizo pensar en el aspecto legal. «Ellos» no están fuera de la ley, son humanos, son ciudadanos, son hijos de la exclusión, del despojo, del desprecio, de la indiferencia, de la falsa compasión. Y por otro lado hasta empiezo a creer que tal vez ni siquiera existen y son solo arquetipos de una sociedad fallida.

Estampa a las afueras del restorán para Very Important People, el lunes pasado.

Fotografía de Benjamín Alonso

Cuesta trabajo pensar que antes de la Conquista nuestro país era una civilización avanzada. Nos encontramos en un punto histórico definitivo, donde el caos social asoma y se hace obvio, afectando profundamente el inconsciente colectivo, tanto que de la vigilia se pasa a los sueños tornándolos en pesadillas. Esto genera depresión social, la cual se traduce en indiferencia, apatía y rabia: afectael ánimo y los órganos, aniquilan la salud, estrangula las consciencias, sepulta los principios y tritura las virtudes. Pero lo peor es que destruye el bienestar y la felicidad, la máxima aspiración de la raza.

Antes éramos nómadas recolectores de semillas, frutos o sustancias para comer. Actualmente ese pequeño sector de la población (que ha ido en aumento) son seres adversos, también recolectores (o ‘recicladores’) pero ahora de basura; simplemente personas que se sienten solas, depresivas, pasaron stress emocional, no tiene los alicientes necesarios, lo cual desemboca en grave abandono higiénico, malnutrición. Si a eso sumamos la necesidad económica se manifiesta el síndrome de Diógenes, una enfermedad social que ataca a cualquier persona del estrato social que sea. Sentimientos de inseguridad y miedo los impulsa a una oscura necesidad de acumular cosas compulsivamente, incluso inútiles o nocivas; al parecer una ‘dolencia del alma’ que se convierte en una patología psiquiátrica, tal vez demencia. ¿Pero es una enfermedad o solo un estilo de vida? En realidad es un espejo del resultado de un diseño social que se desmorona.

Asalto a trapo mojado por indigente limpiavidrios, el pasado miércoles.

Fotografía de Odily Fuentes

Tal vez nos quieren acostumbrar visualmente a la ‘miseria’, a la polución de todo tipo, a la aceptación de las cosas mal hechas, a la desvalorización y desidentificación de todo lo que somos: de nuestro linaje, de nuestra cultura, nuestra historia, del México mágico que tenemos una divinidad de país, de lujo, rico en elementos de los cuales otros extraños están ávidos de explotar y sacar provecho.

¡Hay que darse cuenta! Dominan con el miedo a las masas, ya que éste paraliza la inteligencia y bloquea el acceso a la información almacenada en el cerebro. Aumenta las hormonas del estrés en el cuerpo e inhibe el crecimiento neuronal. El estrés crónico agota el raciocinio, así como a nuestro sistema nervioso y bioquímico. El miedo se ha relacionado con todas las enfermedades físicas y mentales de mayor relevancia.

¿Nos toca hacer algo al respecto? Yo pienso que sí, que la solución está en ubicar la visión, es decir, comprender que quien debe cambiar es el sujeto que observa no el objeto/sujeto observado; forjarse una opinión propia, no imitar, no seguir tendencias de brindar una ayuda que no ayuda. Dice sabiamente un dicho de la sierra sonorense: «Ven al perro huevón y todavía le ponen tapetes».

Fotografía de Jairo Cruz

Si les damos un peso a cada quien, en cada esquina, en cada semáforo, en cada alto, sólo los vamos a malcriar. Los vamos a mal imponer y a reforzar la conducta de estirar la mano. Mejor eduquemos esa mano, démosle habilidades, brindémosle herramientas para una vida autosuficiente ¿Pero cómo, si ni siquiera nosotros somos autosuficientes? Más bien rompamos con esa cadena que parece no terminar y hagamos la diferencia.

El ‘orden mundial’ metódicamente ha torcido la idea original de compasión, dignidad y humanidad, a tal grado que se entiende como una lástima pasajera; casi parece un mito, no una práctica, incluso le veo un trasfondo sádico. Todo el problema se deriva de una compresión errónea de estos conceptos básicos, habría que re-definir compasión, dignidad, y comprenderlas desde su esencia, porque de esa comprensión se deriva la realidad, es su parteaguas. No es sentir pena ni tristeza. Compasión significa “sufrir juntos”. Entendiendo que ‘todo lo que perjudica a otro me perjudica, y todo lo que lo beneficia me beneficia’ (es un valor del ser humano que es capaz de comprender la situación del otro), lo que da lugar a la empatía, la bondad, el respeto, la solidaridad, la compasión y la nobleza. Son virtudes que hacen a la dignidad de la persona.

Para cambiar el modo de comunicación de la humanidad y contrarrestar la escena que vivimos necesitamos más arte, accesible a todos, no como en las urbes europeas donde el Arte está en museos de alta seguridad, encerrada a mil candados. Arte que embellezca nuestras calles, nuestras paredes, que adorne la realidad, arte de todo tipo en todos lados. Tejer y forjar el imaginario colectivo tal y como lo hacían nuestros ancestros cuando la fórmula de existencia era Tiempo=Arte. Hablo también de un arte mas práctico, como desarrollar habilidades que nos dirijan hacia una SUPEREXISTENCIA, dones que nos proporcionen las herramientas para llevar una vida menos compleja y más respetuosa de todo lo que nos rodea.

Pero aún así, que no nos deprima u oscurezca. Hay impedir que nos contaminen los sentidos o arrebaten las sonrisas, ni los tesoros invaluables que poseemos como la salud, la belleza, el bienestar, la libertad de pensar, de elegir, la agustez.

Hay que aprovechar el apocalipsis, porque es precisamente del desorden, así como del descontento, donde surgen las ideas luminosas. Que nadie nos imponga nada, mejor descubramos nuestra propia intuición: esa verdad interior, la más sensata, dejemos que esa voz nos dicte que hacer para lidiar con la tiranía, el cómo actuar: inteligencia sin miedo. Pese a todo, RESPIRO, LUEGO EXISTO. Es la única filosofía que me da aliento y me hace valorar cada presente.

Por Odily Fuentes

Fotografía de portada por Jairo Cruz

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Sobre el autor

Simple mortal hermosillense (1981), de orígenes apaches, que lucha en el día a día por su propia libertad. Esclava de sus propias decisiones. Elige cada vez que puede ‘salir de la caja’ para experimentar otras realidades, otros reinos, lugares y situaciones que amplíen su acervo de vivencias. Es aeroanfibia, soñadora lúcida, fiel viajera, psiconauta, rebelde. Es hedonista a la vez que absurdista, multifacética y psicomaga. Creadora de Proyecto OTAC 2011. Contacto: odilyfuentes@icloud.com

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