Lea con desparpajo la pluma libre de Ramos Juan
[hr gap=»30″]
Yo no sé si sea cierta la anécdota esa que dice que cuando a finales del siglo 18 o a principios del 19 se reunieron por única vez Beethoven y Goethe -que igual pudo ser o igual pudo no-, quiso la casualidad que en el sendero del parque por el que iban caminando los dos gigantes, se toparan con el rey de Prusia y su familia. Y que mientras Goethe se hizo a un lado y les hizo una caravana tan pronunciada que arrastró su sombrero por el suelo, Beethoven se enfundó en el propio bombín y siguió caminado derechito hasta que los reyes tuvieron que hacerse a un lado para dejarlo pasar.
Lo que sí tengo muy bien comprobado es que el mismo día que mataron a Kennedy, John F., ese mismo día murió el filósofo y escritor inglés Aldous Huxley, Chanoc mío en muchos aspectos.  Y sé también, me consta, que mientras que muchísimos de los que teníamos alrededor de 8 a 15 años en esa fecha, creemos recordar incluso dónde estábamos justo en el momento de enterarnos (por la radio) de la muerte tan cruenta del susodicho político, casi ninguno recordamos… es más, ni siquiera supimos ni sabemos, que el autor de obras tan trascendentes como Mundo Feliz y Las puertas de la percepción chupó Faros el mismo 22 de noviembre de 1963.
El Chanoc de Ramos
Escribo esto por muchas razones: una de ellas me la dan las opiniones de un amigo con el que comparto un chat, quien dice que el neoliberalismo se propuso desprestigiar a la política para que todos no solo perdiéramos interés en ella, sino que también la repugnáramos y así dejar solos a los políticastros en ese importante ámbito. «Como la realeza», sostiene.
Otra es el contraste entre dos momentos en mi historia personal y la historia del mismérrimo estado de Sonora, en los que mi vida se cruzó con un personaje tan singular como Carlos Armando Biebrich, que me impresionó tanto la primera vez, en el Palacio de Gobierno, en el salón Gobernadores, cuando lo escuché, en una reunión de autoridades educativas a la que me invitó Eduardo Estrella, entonces Rector del ITSON, improvisar un discurso: tenía él 30 años y yo 22 y habían recientemente cambiado la Constitución política de la entidad, para que pudiera asumir el joven tan elevado puesto.

Estamos hechos de palabras y quizá sea por eso que los hábiles oradores nos hipnotzan tanto

Biebrich, como John Fitzgerald, como Castro y como Obama y no como EPN, ni como Manlio ni como Salinas, era una gran orador, eso no se lo regatea nadie. Estamos hechos de palabras, sin lugar a dudas, y quizá sea por eso que los hábiles oradores nos hipnotzan tanto.
Pero mucho mayor fue mi impresión unos seis años después que me  encontré a Carlos Armando Biebrich sentado, solo, en un sillón del aeropuerto de Tucson, sin que nadie le echara un lazo. Era ex gobernador, ya había pasado el tiempo de su glamour.
Bueno, toda esta ristra para profundizar en el contraste, en la pugna entre la trascendencia del político y de quienes no nos dedicamos a eso, tanto como decir que si quien ha sido más importante, Einstein o Tesla, que cualquiera de los 60 olvidados presidentes de la República, digo, ¿quién se va a acordar de EPN o del mismo Salinas después de unos cuantos sexenios? ¿Fox, Calderón, Guadalupe Victoria, Máximo Merimé?

Pero la última es quizás la más influyente: resulta que de siempre he creído en la dialéctica, en que el motor de la relidad es la síntesis entre los contarios, digamos los liberales y los conservadores, como decía Cosío Villegas, los de izquierda y los de derecha, la burguesía y el proletariado, el hombre y la mujer. Y he visto cómo la pugna entre los opuestos por imponer su verdad se ha sostenido en la creencia de que cada uno tiene la razón, hasta la fecha, sin darse cuenta de que uno no puede existir sin su contrario; que en mucho, A se define como lo contrario de su contrario; el negro es la ausencia de luz, el sonido es la ausencia del silencio y uno no puede existir sin el otro.

No se han dado cuenta de que si se eliminan se anularán a sí mismos, el hombre y la mujer no pueden exisitr sin su contraparte, está clarísimo, de modo que no procede pretender la propiedad de la verdad absoluta sino la aceptación de la diversidad, sin afrentas ni descalificaciones.

Por Juan Enrique Ramos

En portada, fotografía del monumento a a Goethe und Schiller, en su natal Weimar, Deutschland

[hr gap=»30″]

Sobre el autor

Nómada irredento, originario de Torreón, Coahuila, en Sonora por más de 40 años. Escritor y tallador de madera actualmente. Pasajero de la nave tierra que próximamente acabalará 73 vueltas al sol.

También te puede gustar:

1 comentario

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *