La Colorada, Sonora.-

Y es aquí donde cierro los ojos y evoco aquellos momentos de la infancia. Es aquí donde mi mente viaja a aquella casa sencilla rodeada de plantas, pequeña y fresca donde a la sombra de un tejaban nos esperaba la tinaja con el agua más sabrosa que he probado en la vida. Hoy sé que era un elixir que estaba siempre a nuestra disposición y hoy también ha desaparecido.

Ante las paredes de adobe se dibujaba el pequeño y jorobado cuerpo de una viejecita, que me atrevo a decir era la imagen de la madre tierra. Recibía a propios y a extraños con su sonrisa inagotable. Muchos viajes con tercios de leña habían mermado su espalda, pero se mantenía siempre servicial y entregada a su quehacer. Sus manos parecían siempre cálidas para el que las necesitara; de no encontrarse en las condiciones adecuadas, acudía al estrado para calentarse el cuero como ella decía. Al subir dos escalones podíamos encontrar el pequeño cuarto que servía de consultorio.

Llegó a ser pieza clave en la comunidad

Reyes Sortillón nació en Las Amarillas en 1915, fue la segunda hija de Juana Sortillón, sus hermanos fueron Trinidad y Ramón. Desde pequeña y por necesidad, como muchas familias de la época, aprendió a hacer pan para vender, elaboraba también coronas para los difuntos, hechas con flores de papel que pegaba con “chúcata”. Llegó a ser pieza clave en la comunidad religiosa al formar parte de un grupo denominado Legión de María.

Contrajo matrimonio con el señor Ricardo Sáenz Rodríguez y tuvo ocho hijos en total, Socorro Rentería, María Dolores Salazar, Matilde Aguilar, Manuel, María Jesús, Ricardo, Francisco Ramón y Enrique Sáenz. Sus hijas heredaron el legado religioso al ser pertenecientes también a grupos católicos.

Pero sin duda alguna el conocimiento que obtuvo de su madre haría que fuese pieza clave en la comunidad en aquellos años, pues de ella aprendió a curar o levantar la mollera a los niños, así como también sobar empachos. Conocimientos por los cuales fue muy solicitada en el pueblo y no hay quien no pasara por uno de sus tratamientos.

Dichos tratamientos eran muy sencillos al parecer, consistían en sobar el vientre del empachado y luego te hacia girar para estar boca abajo y empezaba a jalar el cuero de la espalda, es por ello por lo que a este tratamiento se referían nuestras madres al decirnos “vamos con tu nana Reyes, para que te jale el cuerito de la espalda”. Había que hacerlo por tres días consecutivos y a la par se tenia que tomar añil, un polvo de color azul que resultaba de moler una planta y tenia como propiedades curativas el ser laxante y antiséptico, entre otras.

Doña Poncha o La Poloncha en un retrato de Carlos Alberto Bueras Rendón, Soyopa, 2022.

Ocho años después del nacimiento de nana Reyes, llegó a este mundo otra niña que marcaría la historia de nuestro querido terruño minero. María Jesús Moreno Orduño, mejor conocida como “La Poloncha” o Doña Poncha, nació en lo que hoy es el rancho La Primavera el 14 de enero de 1923, hija del señor Enrique Moreno y Matilde Orduño. Siendo la segunda hija del matrimonio, sus hermanos fueron Ernestina, Francisco, Mario, Enriqueta y Ricardo.

Quedo huérfana de padre a muy temprana edad debido a un trágico accidente. Cursó la escuela primaria en la escuela para niñas de La Colorada, donde logró estudiar hasta el tercer grado. Contrajo matrimonio cuando tenía 19 años con el señor Rafael Rendon Vázquez y de su matrimonio nacieron siete hijos. Aún muy joven toma completamente las riendas del hogar, ya que su esposo queda imposibilitado para trabajar debido a la inhalación constante de gases producidos dentro de las minas por los metales, a lo que comúnmente se le llamaba engazarse y era un padecimiento muy frecuente entre los mineros.

Para sacar a su familia adelante empezó a elaborar pan para la venta y también a realizar “costuras” para quien lo solicitaba, siendo actividades muy comunes en la época y en la comunidad. Una de las actividades complementarias era la elaboración de ropa de fondo para caballeros o como comúnmente se le conoce, ropa de minero, la cual era producida a partir de la manta que extraían de los sacos de harina, la cual lavaban incansablemente para quitarle todo tipo de publicidad impresa y se tornaban muy blancos. Era un producto sumamente solicitado por hombres que laboraban en las diferentes minas de la región.

Al morir su madre, hereda un pequeño dote de animales como vacas y chivas, actividad que empieza a desarrollar poco a poco con ayuda de sus hijos. Era muy común verla caminando sola o acompañada de su hija María de los Ángeles, en buscas de animales paridos. Por muchos años ese fue su principal negocio, dejando a un lado las otras actividades. Cambia sus negocios de costura y elaboración de pan para empezar la labor de la ganadería y la venta de quesos en el Mercado Municipal de Hermosillo a donde se trasladaba casi a diario, actividad realizada por muchos años y por varias personas de la localidad.

y que nunca se negó a ofrecer sus servicios a la comunidad

En los años 50’ s por invitación de Rosalía García Obeso (Lío), quien hacia las labores de partera en la comunidad, aprende ese oficio y se convierte en su ayudante. Años más tarde, al mudarse Rosalía a la capital del estado para ejercer como enfermera, María Jesús toma el papel de partera oficial dedicándose con gusto y mucha entrega al nuevo oficio, ya que nunca se negó a ofrecer sus servicios a la comunidad, sin importar condiciones climáticas u horarios, incluso llegando a ausentarse de su hogar por días para atender a las mujeres que necesitaban de sus cuidados.

Fallece el 11 de noviembre de 2023, dejando grandes recuerdos y muchas experiencias vividas, mismas que al igual que su familia, atesoro en mis recuerdos y es que una noche de tormenta terrible de 1960, ayudó a llegar a este mundo a mi señora madre. Años después, vigiló el traslado de un par de nerviosos padres a Hermosillo, donde su servidor viera por primera vez la luz de esta vida.

Este es pues, un pequeño esfuerzo por reconocer la gran labor que han realizado y por el trabajo que viene adelante, ya que seguirán tejiendo nuestra historia.

Por Rigoberto Bujanda Reyes

Cronista Municipal Vitalicio de La Colorada

https://www.facebook.com/rigoberto.bujandareyes



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Sobre el autor

Nacido en Hermosillo (1987) pero crecido en La Colorada, también Sonora. Aunque Ingeniero Civil por la Unison, se ha desempeñado como promotor cultural en su pueblo, formando a niños en las artes del dibujo y la pintura. Fundado del museo comunitario "La Colorada" y coordinador del club de lectura Leer para ser Libres. También Jefe de Operaciones en Chutama's Film y Cronista Municipal Vitalicio de La Colorada.

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