Ya no se hacen películas así. Las viejas producciones con tramas sostenidas por efectos especiales y diálogos en busca de la frase pegajosa o graciosa han quedado atrás. Sin embargo, cuando el mundo se ve sorprendido por eventos climáticos sin precedente – huracanes, tormentas y maremotos -, Geotormenta (Dean Devlin, 2017) aparece tan bizarra como oportuna. Es una cinta cuyo tema de actualidad es contado a la antigua.
Así, las grandes tormentas suelen ser un castigo divino. Soberbia y lujuria son los pecados que nos exponen con mayor riesgo a la furia del todopoderoso. Y si el hombre se atreve a jugar a ser Dios, la condena será infinita.
Dean Devlin es alumno de Roland Emmerich y esta es su primera película como director. No tiene el desparpajo suficiente del maestro, por lo que Geotormenta no podrá ser catalogada como “placer culpable”; y como tampoco se atreve a ir más allá de lo anecdótico, será olvidada con facilidad.
Este intento de actualización del “cine desastre” – fórmula tan añeja como inoxidable en Hollywood – presenta un argumento sin mayor reflexión: en el futuro cercano, el calentamiento global provoca catástrofes naturales de tal magnitud que la humanidad se unió para construir una red de satélites dedicados a controlar el cambio climático.
El genio detrás de esta idea es Jake Lawson (Gerard Butler), un científico rebelde y voluntarioso que es despedido por Max, su trepador y ambicioso hermano menor (Jim Sturgess); tiempo después una serie de accidentes hacen necesario reclutar de nuevo a Jake para enviarlo al espacio a arreglar lo que debe ser arreglado.
Geotormenta, al desarrollar una historia entre el cine de desastre, la aventura espacial y la intriga política, se queda en el limbo sin lograr evitar las contradicciones y el humorismo – ¿involuntario? – que provoca.
Veremos al presidente de los EE.UU., Andrew Palma (Andy García) con el humor suficiente para lanzar chistoretes mientras sufre el más absurdo de los atentados; también aparecerá Sarah (Abbie Cornish), la novia de Max: ella trabaja en el servicio secreto y estará tan cerca del presidente que logrará atar y desatar los nudos argumentales de esta película; no hay que olvidar a Dekkom (Ed Harris), funcionario de la Casa Blanca con más información que la parece dispuesto a soltar y, sobre todo, sigamos la huella del mecánico espacial Al Hernández (Eugenio Derbez), formando parte de la cósmica aldea global con un momento de gloria que llenará la pantalla: ¡Viva México!
Por supuesto no debemos tomarnos muy en serio a Geotormenta. En todo caso, si es vista como comedia funciona mucho mejor.
Las secuencias apocalípticas pueden ser divertidas. Hong Kong, Afganistán, Río de Janeiro, Nueva Delhi, Orlando y Dubai son verdaderos lugares comunes gracias a las situaciones que proyectan: un intrépido aliado de los héroes, una pareja en la playa, el niño y su pequeña mascota y el magnate petrolero a punto de derrumbarse con todo y torre, crean el ambiente de delirio en esta película de superhéroes, sin superhéroes.
Geotormenta tiene una gran deuda con El día después de mañana (Roland Emmerich, 2004). En la cinta de Emmerich, hay una escena en la cual Jake Gyllenhaal huye de la gran tormenta. Además hay un éxodo de norteamericanos hacia la frontera con México. Tal parece que los realizadores de Geotormenta decidieron extender la apuesta a partir de dichas secuencias anteriores.
Escenarios apocalípticos en Hollywood han sido elaborados con mayor eficiencia. Películas como 2012 (Ronald Emmerich, 2009), El pico de Dante (Roger Donaldsson, 1997), Impacto profundo (Mimi Leder, 1998) y Terremoto: la falla de San Andrés (Brad Peyton, 2015) resultan más entretenidas, sin duda.
El mismo fin de semana de estreno para Geotormenta, Al Gore presentó en el marco del Festival de Cine de Morelia, su más reciente documental: Una verdad incómoda 2 (Bonnie Cohen y Jon Shenk).
El ex vicepresidente de EE.UU. y Premio Nobel de la Paz, lamentó la decisión de la actual administración por abandonar el Acuerdo Climático de París 2015 y compartió con la prensa: “He tenido muchísimas conversaciones con Donald Trump antes y después de que fuera electo, y cuando llegó a la Casa Blanca. Realmente creí que había una oportunidad realista de que se sensibilizara, pero estaba equivocado. Desde que dio su discurso sobre el Acuerdo de París, no he tenido más contacto con él».
Debería de llevarlo al cine para ver Geotormenta. En una de esas, una película como esta logra sensibilizar al ogro.
Por Horacio Vidal