Imperdible testimonio de una joven con muchas luces y voluntad, flamante estreno editorial 😉

[hr gap=»30″]

Hermosillo, Sonora.-

Ser estudiante y trabajadora es una cosa que muchos tienen la capacidad de relatar pero pocos se atreven a vivir. Con veinte años de edad he de decir que me encuentro en una situación poco favorable, pero insisto en seguir intentando.

Se me ha dicho desde más joven que uno no entiende que es batallar hasta que te pasan las cosas más difíciles, personalmente siento que, aunque lo que me toca vivir día a día es pesado, no siento que sea algo que pueda relatar cómo difícil o imposible de llevar a cabo.

Trabajo como ayudante de mesera, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, para salir corriendo del restaurante a la escuela, brincando de una calle a la entrada de la universidad, todos los días, menos los fines de semana, que me tienen presionada por eventos a los que debo asistir si es que quiero expandir mi conocimiento en las materias que deseo aprender.

Sentimientos

Trabajar para un restaurante es algo que deja muchos sentimientos en mesa, es hasta cierto punto, cruel y te hace replantear muchos puntos de vista que puedas tener, tanto el ser el comensal, como ser quien atiende al cliente y ser una parte de la limpieza y orden del establecimiento. Puedo relatar con facilidad cuántas veces me he encontrado a mi misma frustrada por llevar a cabo estás tres tareas al mismo tiempo y aún así sentirme desanimada por el que mis compañeros de trabajo exigen que de mas de mi, más de mi tiempo, de mi esfuerzo, de mi capacidad, he llegado a casa después de mi rutina de trabajo/escuela/ejercicio y soñado con el ya estar en el trabajo haciendo lo mismo una y otra y otra vez, todos los días.  A veces siento que la rutina no es lo mío, y aunque ya he repetido este patrón en semestres pasados (me encuentro en el 5to semestre de mi carrera)  creo que no he tenido ningún semestre que pueda decir que he disfrutado como debe de hacerse, siento que en general, estoy llevando una carrera sin saber que es lo que estoy aprendiendo y ese vacío constante de » no ser suficiente en ningún lado» me persigue sin parar.

No, trabajar y estudiar no te hace fuerte, te desgasta, te quita el sueño e incluso te hace sentir que nada es suficiente o nada te satisface como debería, tener amistades y no poder mantenerlas, salir con ellos o simplemente hacer la tarea en equipos solo es un a parte de un martirio de no encajar del todo en ningún espacio.

Sumándole el hecho de que trabajo con gente que fácilmente me dobla la edad o un poco más, gente que lo único que conoce es el trabajo por supervivencia, por necesidad, porque muchos de mis compañeros de área no han tenido acceso a la educación superior, muchos incluso terminaron a medias la escuela media superior, o el secundario muy a penas.

Privilegios

La forma de expresarse del trabajo, como si fuera todo en esta vida, siempre me demuestra que estoy en una posición «de privilegios», ya que cuento con más conocimientos, aunque me encantaría que ellos también buscarán esos privilegios, siento que sus vidas mejoraría si así pudieran cambiarlos, pero tienen perspectivas poco favorables al creer que sus edades no les permiten continuar, hay oportunidades pero se desaniman creyendo que si no se hace en su tiempo, jamás se hará y que su única situación es entregarse al trabajo, para después quejarse de lo horrible que es trabajar todo el tiempo.

En mi trabajo no pasa el tiempo, pasa la gente, venimos, nos vamos, nos despedimos, ni siquiera saludamos, se nos agota el mundo dentro de cuatro paredes que nos atrapan, y el tiempo que nos esclaviza es eterno, completamente eterno, no existe una campana que te diga que ya es hora, tu hora de salida se firma hasta que cumplas tus 8 horas diarias, y tus minutos extra que jamás se verán reflejados en tu nómina, porque lo haces por tu empresa, lo haces porque amas lo que haces, porque te importan los demás, porque tus compañeros no merecen tener una carga tan pesada que otros dejan atrás…

Es malo hablar solo de lo malo que hay dentro de trabajar y estudiar, la recompensa no es tan grande, pero es gratificante hacerle el día a la gente cuando puedes, ver a los niños sonreírte o ponerse tímidos ante tu forma de hablarles, decirles que pueden escoger lo que deseen del menú y que te pregunten porque es así, es lindo ver a los padres explicándoles con amor y paciencia, es entrañable y una sensación de «todo lo que hago vale la pena» al final de todo un servicio personalizado hace la diferencia entre un buen día y un día terrible.

Atender a la gente mayor que permite el refill del café, que te sacan una risa con alguna ocurrencia o con un comentario que alaga, siempre es un gusto atender a las personas con ganas de platicar, y vale la pena que el gerente nos regañe por ello, sabiendo que esa sonrisa que se lleva el cliente , es algo que le hará el día completamente, aunque el ambiente es algo pesado dentro de la cocina, amo convivir con mis compañeros, porque siempre saben hacer el trabajo menos pensado y una que otra vez te brindan un trago de amabilidad que tanto se necesita cuando se encuentra encarrilado en atender.

Por Ana Paola Martínez Peñúñuri

«Retrato de joven asustada y atormentada» by FreePik

Sobre el autor

Narradora de experiencias y vivencias propias con un enfoque social y sentimental.
PALABRAS CLAVE
Experiencias; Estudios; Social; Puntos de vista de la juventud;
LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN
Sociedad actual
Cotidianidad y vida en la ciudad, experiencias de un joven adulto, el estudiante y su vida diaria.

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *