A nueve años del estremecedor acontecimiento, aún recuerdo ese viernes caluroso tan común a inicios de junio en Hermosillo. Justo ese año había habido un gran paro de la Unison donde estuvimos dos meses sin clases y esa semana estábamos de reingreso para salvar semestre y malhumorados por tener que acudir al salón sin aire acondicionado; así que con desánimo partí de mi casa ese viernes aproximadamente a las 14:30 horas.

De pronto, me encuentro cruzando el bulevar solidaridad, a la altura del FOVISSSTE a paso lento con los carriles libres, pero de pronto a toda velocidad viene una patrulla de sur a norte, lo cual me pareció curioso pero nada fuera de lo normal. Detrás, le siguieron uno, dos, tres y más carros a toda prisa, como si quisieran viajar en el tiempo al igual que “Martin McFly” y el “Doc” en las películas de Volver al futuro, solo que sin ninguna oportunidad de cambiar el triste destino que estaba aconteciendo en el seno de la sociedad hermosillense. Entonces, comencé a preocuparme cuando detrás de los apresurados se veía una nube de humo que crecía y se oscurecía sin piedad.

Para cuando llegué a la Universidad, ya estaban los compañeros enloquecidos, pues en el Hospital General se encontraban las turbas de gente buscando a sus pequeños. Llantos y gritos arrebatadores, desesperación, incertidumbre y una gran tristeza asolaban la ciudad por el suceso trágico que arrebató la vida de 49 niños y dejó más de 70 heridos, por el incendio de la guardería ABC.

El sentimiento de incertidumbre se apoderó de los hermosillenses. Fue una especie de “momento de desajuste”, “de locura”; el estar escuchando tantas personas hablando sobre el mismo tema nos sumergía en un estado de impotencia de no conocer realmente la verdad. Fue como si a Hermosillo se le desdibujara el rostro, pues uno vive en un lugar y cree que lo entiende y de repente pasa un evento de tal magnitud, que nos obliga a cambiar la perspectiva del lugar donde vivimos. De modo que al acabar el día 5 de junio de 2009, finalizamos en una ciudad que se nos había vuelto ajena.

Pero al pasar de los días, junto con todas estas emociones, emergieron a la vez grupos de ciudadanos concientizados de la necesidad de ayudar a las familias afectadas a que se les respetaran sus derechos y de igual forma, que una tragedia como esta no volviera a suceder. Mismos que comenzaron reuniones en la plaza Emiliana de Zubeldía y a la que los padres de los niños fallecidos se les unieron. Ciudadanos y familiares reunidos para apoyarse y buscar qué hacer, cómo resolver, cómo evitar que esto quedara impune y volviera a suceder; reuniones de las que emergió el “Movimiento 5 de junio” y el grupo “Manos Unidas”, además de las marchas mensuales que se hicieron al inicio y que se continúan realizando en Hermosillo cada 5 de junio.

Cartel invitación a la marcha por la Justicia ABC del 5 de junio de 2013

Al paso del tiempo, a partir de los esfuerzos de los padres afectados y de los abogados que se unieron a defender la causa, pudo firmarse para el año 2011 la “Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Infantil”, conocida como “Ley 5 de junio”. Con la cual se hizo posible regular un servicio público que el IMSS había subrogado a particulares y era de vital importancia para que los niños que ingresaran a su cuidado estuvieran seguros y con todos sus derechos garantizados: educación, salud, alimentación, entre otros, pero principalmente su derecho a la vida.

Dicen que cada vivencia, trae un aprendizaje, pero lo que sucedió con la guardería ABC vino con un precio muy alto. ¿Por qué ocurrió la tragedia? ¿Cómo forma parte Hermosillo en esta actualidad en la que el progreso y la estabilidad se han reemplazado por el caos y la constante amenaza de inseguridad hasta en los espacios más íntimos y vulnerables como la niñez?

Antes de que ocurriera el siniestro, el llegar a pensar o imaginar que algo como el suceso trágico de la guardería ABC pudiera suceder, era algo que para los hermosillenses no se encontraba a la vuelta de la esquina. Fue una sorpresa y un acontecimiento percibido como “lejano”. Esta ciudad se consideraba “tranquila”, donde no ocurrían desastres. Se sentían eximidos de la catástrofe de vivir en un mundo globalizado en el que la búsqueda incesante de producir y progresar corre a toda prisa, llevándose a su paso la calidad de vida de las personas, en especial de los grupos más vulnerables de la sociedad. O quizás, simplemente solo carecían de la capacidad de visibilizar los riesgos que se encontraban nublados por la cotidianidad, por la normalización de elementos que ahora son claras señales de peligro.

Así, mientras que previo al fatídico 5 de junio los hermosillenses desconocían la existencia de la guardería ABC y su funcionamiento, de medidas de seguridad y prevención de desastres, de políticas públicas necesarias para regular el funcionamiento adecuado de una guardería; posterior al suceso la ciudadanía pudo percibir las deficiencias institucionales, los huecos legales y la subrogación de servicios públicos como parte de una constante necesidad de un Estado débil e ineficiente. Así como también pudo observar el valor de la unidad de la sociedad civil y lo que se puede lograr con ella: desmentir que este suceso era de carácter privado y crear una ley que regulara las guarderías y evitara que este acontecimiento se repitiese.

***

Como es bien sabido, la clase política dirigente local nunca dejó de intentar preservar la idea de que el suceso de la guardería ABC había sido solo un “trágico accidente”, de tratar el tema como “un asunto de dolor de los padres que no hay que politizar”. Incluso se pretendió justificar como “el deseo de Dios de tener más angelitos” (opinión del Arzobispo Ulises Macías) en un claro intento de que miembros conocidos de su grupo político empresarial no sufrieran ni daño moral ni legal, y de contener el impacto en su legitimidad.

Aun bajo este contexto, gracias al interés y la empatía de la ciudadanía hermosillense y sonorense, se fueron construyendo representaciones diferentes del suceso trágico que apuntan a una clara fractura del consenso social de los ciudadanos frente a sus gobernantes, sus instituciones y su clase dirigente, así como una creciente conciencia, preocupación y movilización ciudadana en temas de justicia, responsabilidad social, contraloría ciudadana y exigencia de estar más y mejor preparados frentes a los riesgos y desastres.

Por esta razón, días como el 5 de junio, también vale la pena recordar los valores que dan calidad de hermosillense: que es solidario, que consideró esta tragedia como suya en la que fallecieron “los hijos de Hermosillo”, que puede crear políticas públicas y espacios seguros para que la vida sea más amena; y que es capaz de pensar más allá de lo que se le impone con tal de vivir en honestidad y justicia. Pero lo más importante de este día es no olvidar que es imprescindible seguir apoyando a la causa y que es necesaria la constante involucración de la ciudadanía hermosillense tanto en la toma de decisiones de los asuntos de interés público como actuar como controladores fomentando espacios para el diálogo y la negociación.

Texto y fotografía por Alejandra F. Cuamea *

*Este artículo está inspirado en las voces de los informantes que participaron en la investigación plasmada en la tesis Cultura política y suceso trágico de la guardería ABC, y que pueden verse de forma resumida en el artículo siguiente: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=26745428003

Monumento realizado por ciudadanos en conmemoración de los niños fallecidos en la guardería ABC

Sobre el autor

Hermosillense de la Nacameri. Licenciada en Psicología (Unison), egresada de la maestría en Desarrollo Regional (CIAD). Interesada en temas de cultura política y tejido social, gobernanza, construcción de ciudadanías y equidad.
Contacto: mara.florc@gmail.com

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