Si hablamos de los niños que sobrevivieron a la tragedia de la Guardería ABC hay una imagen que permea el imaginario colectivo de los hermosillenses: niños con gasas o vendas en su cuerpo, niños que son señalados por la sociedad. Sin embargo hay historias tan disímiles como niños afectados. El caso que hoy presentamos es uno de éxito y esperanza.

 

Luis Fernando Madrigal Díaz tenía un año y un mes en este mundo cuando este mundo lo arrojó a la experiencia de su vida aquella fatídica tarde del 5 de junio de 2009. Su cuerpecito no mostraba quemaduras ni daños de otro tipo. Sin embargo las heridas estaban por dentro: en sus pulmones y en su corazón. Mejor dicho en su pequeño cerebro en formación.

 

“Mi niño fue de los primeros que recibieron atención médica en Estados Unidos y en la Ciudad de México. Atención especializada”, recalca su padre Luis Fernando Madrigal Vega a través de la hebra telefónica. “En Phoenix me ratificaron el daño en sus pulmoncitos: el izquierdo funcionaba al 62% de su capacidad y el derecho al 73%”. Consecuencia de esta afectación, más tarde sufriría inflamación de la periferia del corazón. “Y ahí se volvió más preocupante la cosa”.

 

Con todo, Luis considera que el daño psicológico era todavía “un poquito más pesado”. “El niño estaba traumado. Le daban miedo las patrullas, los ruidos fuertes, el humo, por supuesto la lumbre. Detalles que el mismo vivió en la guardería (…) Alucinaba. Se quedaba viendo al techo. Decía «tu-tu tu-tu»  en referencia al fuego. También veía a sus compañeritos y decía ‘niño tu-tu, niño tu-tu’”.

 

Por si fuera poco los papás padecían el terrorismo psicológico por parte de un médico del IMSS. Luis recuerda molesto las palabras del galeno: “Sus hijos ya no van a ser los mismos, eso métanselo en la cabeza. Sus hijos ya traen un daño en los pulmones por el cual nunca más va a llegar al 100% de cómo estaban sus pulmoncitos antes”. Y agrega rabioso: “Todavía dijo el estúpido: ‘Confórmense que sus hijos lleguen a un 90% de su rendimiento y con eso pueden hacer una vida normal’. Ahí fue cuando exploté  y me levanté y le dije hasta de lo que se iba a morir”.

 

Felizmente la terapia psicológica que recibió Luisito resultó un éxito en toda la línea. “Fue lo que más rápido presentó avance. Conforme pasaba el tiempo me asombraba el trabajo de la psicóloga que atendió a mi hijo. También fue mucha chamba de nosotros porque siguiendo su recomendación lo llevábamos que al cuerpo de bomberos, que a una comandancia de policía, si veía una patrulla le explicábamos la situación: que las luces son para esto y todo eso”.

 

No obstante, persiste una herida emocional. “A la fecha mi hijo no se baña con regadera. Tiene que bañarse con cubeta porque le quedó ese trauma con los bomberos; a él me lo mojaron todo. Es lo único que le ha quedado marcado desde entonces a mi hijo”.

 

La recuperación física del niño fue más lenta pero igualmente efectiva. “Después de este hecho (la tragedia en la guardería) el niño estuvo prácticamente encuartelado por año y medio en casa con cuidados especiales. Muchos niños no podían asistir a la escuela por el grado de afectación que tenían. Porque cualquier cosita podía afectarlos más”. Durante este encierro los cuidados especiales corrieron a cargo de “una maestra especializada en eso, una maestra que ahí mismo trabajaba en la Guardería ABC y que se encariñó con el niño. Y aunado que por lo mismo se quedó sin trabajo pues de alguna manera nos apoyamos mutuamente. Ella lo cuidaba mientras nosotros (los padres) trabajábamos y con la poca ayuda mensual que nos daba el Seguro Social por concepto de guardería. Esto fue aproximadamente un año, un año pasadito”.

 

Después de eso y por recomendación médica el Luisito comenzó a ir a piñatas, al colegio y en fin a actividades que ayudaron en su adaptación al entorno social. Los estudios médicos continuaron, incluyendo visitas cada seis u ocho meses al Hospital Shriners en Phoenix donde les daban seguimiento particularizado, y los progresos fueron contundentes. “Si tú lo ves ahorita al niño lo ves muy normal. No sé si sea su fisonomía, los genes, lo que tú quieras. Pero afortunadamente mi niño hasta ahorita ha respondido muuuy satisfactoriamente. Afortunadamente casi no se nos enferma, a diferencia de otros niños (sobrevivientes de la guardería) que yo he sabido que cualquier gripita se les convierte en una pulmonía”.

 

Y ciertamente aquel bebé del 5 de junio de 2009 hoy día se presenta como un niño fuerte y sano. Recientemente ganó el cuarto lugar en una carrera de tres kilómetros organizada por el Colegio de Bachilleres y es miembro de la selección municipal de futbol en su categoría. Felicidades, campeón. Tu empeño nos inspira.

 

Por Benjamín Alonso Rascón

Fotografía de Luis Fernando Madrigal Vega

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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