Hermosillo, Sonora.-

la única cosa real

El tema de la cultura es complejo porque alcanza las más diversas capas de nuestra existencia, las expresiones individuales y los significados colectivos que dotan de sentido e identidad a los pueblos de la tierra. Es tan amplio, que no existe consenso en su definición. Es un concepto escurridizo y resistente, de darwiniana adaptabilidad por los siglos de los siglos, en los que ha afilado su mecanismo de supervivencia para no dejarse aprehender ni depredar; para convertirse en la única cosa real, según Žižek, frente al mentiroso monstruo leviatánicocartesiano, que todo explica, que todo mata.

Dentro del campo del gobierno y las políticas públicas en materia de cultura, esta ausencia de comprensión envuelta en el manto de la soberbia burocrática y coronada con la guirnalda de la sumisión irreflexiva al capital, conduce al tratamiento superficial de la cultura, al considerarla fugaz entretenimiento a partir de expresiones artísticas condescendientes e inocuas; ello conduce al juego perverso y perpetuo de los incesantes recortes presupuestales y a la tan-rígida-como-letárgica formulación de políticas que no responde al dinamismo de la vida cultural de nuestras comunidades ni al gran impulso participativo que caracteriza al sector. Es por eso que cada actor se convierte en un perro guardián de la cultura, un alquimista desarraigado que ensaya eternamente el menjurge contra la precariedad y la estulticia.

es necesario revisitar el tema de la participación ciudadana

Considerando (a) que el derecho a la participación en la vida cultural está consagrado en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, de carácter vinculante; (b) que el sector cultural aporta cerca del 4% del PIB sin retribución ni retorno; (c) que la actividad cultural genera valores agregados que impactan en el desarrollo de los diversos sectores de la sociedad (incluido el económico, para beneplácito del mentiroso monstruo leviatánicocartesiano); y, (d) que la principal inversión en cultura proviene de la ciudadanía; es necesario revisitar el tema de la participación ciudadana para la formulación, implementación, ejecución y evaluación de las políticas culturales.

Es preciso entender que no es el estado el encargado de “llevar la cultura” a donde, de por sí, esta se reproduce como la vida; es necesario saber que los azarosos perfiles de quienes “guían el derrotero del desarrollo cultural” no están obligados a devenir en ejército de luisescatorces, pontífices del taller y del festival; es urgente transparentar los verdaderos intereses del buró y las verdaderas necesidades del gremio cultural y, por supuesto, del pueblo en su conjunto y en su bioma; imperativo es conocer el territorio, las personas, los proyectos que bullen por amor; dejar el escritorio y la regla inmutable, hermética; iniciar un ejercicio de democracia sublocal, sectorial; mirarse a los ojos y conversar; aportar ideas y manos; participar sin miedo y en colectivo; delinear espacios socio-estatales de participación plural; construir zonas transparentes, de deliberación, donde no se rinda culto a la jerarquía sino a la solidaridad, donde se tomen decisiones colectivas.

Palabras clave: cultura, participación ciudadana, políticas culturales, monstruos.

Por Óscar Joel Mayoral Peña

Maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora y director del Departamento de Difusión Cultural del mismo Colegio
oscarjoelmayoral@gmail.com

Sobre el autor

Esta publicación es resultado de una alianza estratégica entre El Colegio de Sonora y CRÓNICA SONORA. Si usted persona, empresa, institución, tiene interés en aliar, escriba a cronicasonora@gmail.com o comuníquese vía cualquiera de nuestras redes sociales.

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