Hermosillo, Sonora.-
Durante la campaña electoral, Alejandra Frausto, quien desde ese entonces ya se perfilaba para hacerse cargo de la Secretaría de Cultura en el gobierno de Andres Manuel López Obrador, dio a conocer un documento que describe en líneas generales el proyecto de cultura de la cuarta transformación. Desde su título, El poder de la cultura, este documento deja ver que la visión de la nueva administración federal en materia de cultura para los próximos seis años quiere tomar distancia de las prácticas y los fines que habían tenido las instituciones culturales en los últimos sexenios.
Contrario a lo que se había visto durante los últimos gobiernos prianistas, en donde las instituciones culturales funcionaron más como aparatos de cooptación de artistas, intelectuales y críticos del sistema, así como fomentando la festivalitis y un modelo de promoción de la cultura con un enfoque neoliberal y mercantil, la propuesta de Frausto ve a la cultura como una herramienta fundamental para empoderar a la ciudadanía (principalmente a las mujeres y a los pueblos indígenas), reconstruir el tejido social, promover los derechos humanos, pero sobre todo garantizar el acceso a la cultura de los grupos más vulnerables de nuestra sociedad. En pocas palabras se busca hacer que artistas y promotores culturales dejen de actuar como cortesanos, para que comiencen a participar en un proyecto donde el arte y la cultura dejen de ser solo espectáculo para convertirse en parte fundamental de un nuevo pacto social.
Este giro de 180 grados deja destanteados a muchos artistas y promotores culturales que creciendo en el sistema prianista creen que la única función de una institución cultural es apoyarlos con bequitas, dándoles empleos momentáneos o contratándolos para un festival como animador –porque desde hace tiempo que incluso eso les han quitado para contratar shows a través de agentes y sacrificando a los artistas locales para cobrar moches con las agencias- sin darse cuenta que esto ha contribuido enormemente a que se pierdan públicos sensibles al arte y por lo mismo que cada vez se conviertan más en mercancía y menos en artistas. Sin embargo, ahora con el enfoque que se promueve en el plan de cultura de Alejandra Frausto, se quiere hacer que los artistas y promotores culturales volteen a las comunidades para trabajar en garantizar el acceso a la cultura, formando los nuevos públicos que habían perdido por estar correteando limosnas.
Esto último no necesariamente está peleado con la libertad de creación del artista que quizás no quiera trabajar con comunidades marginales, solamente es un cambio en las prioridades para las instituciones culturales, las cuales ahora tendrán una finalidad más de cara a la sociedad, y dejar de ser tanto un aparato de cooptación como el botín de unos cuantos.
En esta transición es que se tiene que decidir el perfil más adecuado para dirigir el IMCA los próximos tres años. Y por este motivo es que creo importante que en este contexto el argumento de que tal o cual persona apoya más a los artistas y promotores culturales pierde peso si no es sustentado también por un proyecto que este bien alineado con la propuesta nacional que se delinea en el documento de “El poder de la cultura”. Mi pregunta aquí es: ¿Están los artistas y promotores culturales de Hermosillo listos para dejar la lógica del maiceo con la que han vivido tanto tiempo para comenzar a construir un proyecto de cultura municipal que tenga la ambición de apoyar en la construcción del tejido social del municipio garantizando el acceso a la cultura de todos?
Si no saben que es nepotismo, menos se dan cuenta cuando los maicean
En la grilla culturera local, que a veces parece más chisme por la poca información que maneja y el mal uso de términos, se ha querido ver nepotismo donde no hay para perjudicar la imagen de una de las personas que suenan para ocupar la dirección del IMCA.
Quienes han mencionado que habría nepotismo si se le diera la dirección de la Institución de Cultura municipal a María Dolores Rodríguez Tepezano por ser esposa de Armando Moreno Soto, ignoran, u omiten, el hecho de que la designación no la hace un regidor sino el Cabildo compuesto por presidenta, síndico y regidores. Para que hubiera nepotismo el regidor de Morena tendría que ser quien únicamente designara a su esposa, pero esto ni si quiera se puede hacer legalmente. Siendo claros, lo único que puede haber es conflicto de interés por parte de Armando Moreno al momento de votar la designación del director o directora del IMCA, y esto se puede evitar si el regidor se abstiene.
En estos momentos sorprende que la falta de argumentos sólidos para soportar un proyecto cultural ha llevado a algunos a descalificar desde la ignorancia, y lo preocupante es que no vean que lo más importante es buscar un perfil que pueda tomar las riendas del IMCA con la capacidad de bajar las líneas del proyecto cultural que se propone desde la Secretaria de Cultura en el documento de “El poder de la cultura”.
A diferencia de quienes apuestan por una propuesta para la dirección del IMCA basándose en quien apoya más a los artistas y promotores culturales de manera económica, María Dolores Rodríguez Tepezano está construyendo una propuesta de la mano con promotores culturales y artistas que han trabajado con los sectores más vulnerables de esta ciudad. Basta ver las cartas de recomendación que le han hecho compañías de teatro, asociaciones tanto de artistas y escritoras, como de promotores culturales con grupos indígenas, medios digitales comunitarios, activistas sociales e incluso skaters que quieren ser reconocidos como una cultura urbana, para darse cuenta que su propuesta va más en sintonía con el proyecto de cultura que se va a promover desde la Secretaria de Cultura.
El artista y promotor cultural maiceado debe entender que las formas de administrar la cultura en el prianismo deben acabar y que el enfoque con el cual se designen a las personas que dirijan las instituciones culturales no debe ser en función de amiguismo, compadrazgos o intereses, sino de capacidades para desarrollar un proyecto cultural con una profunda vocación social y comunitaria.
El culturero vanidoso cree que el acceso a la cultura es que lo vean
Observando que el principal argumento de muchos cultureros en Hermosillo para respaldar un proyecto de cultura municipal es el de si les han apoyado antes o no, es que me acuerdo de las primeras palabras del ensayo de Nuestra América de José Martí cuando dice: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundo.”
Aunque estas palabras fueron escritas en el siglo XIX para dar cuenta de cómo la independencia de Latinoamérica ya estaba dejando de estar bajo el asedio de los países colonialistas de Europa porque comenzaba la nueva amenaza de los Estado Unidos, su retórica conceptual armada con tropos universales, hace que se puedan retomar aun hoy en día para describir la condición humana descrita, la de una vanidad que ciega y encierra a quienes han sido privilegiados a un grado que quedan impedidos de ver más allá de sus narices.
Después de la pésima administración del Maloro y del IMCA bajo la dirección general de Margarita Torres Ibarra y de la artística con Guillermo Beltrán Armada, quienes dejaron en el olvido la tarea fundamental de dar servicios culturales en las diferentes colonias de Hermosillo y sus comunidades rurales, es urgente que los nuevos responsables pongan más énfasis en el trabajo con los sectores más abandonados y por lo mismo que tanto artistas como promotores culturales pasen de pensar como el aldeano vanidoso que describe Martí, entendiendo que las política cultural ya no puede seguir con las practicas del prianismo de maicear artistas y promotores culturales.
En portada, la ídem de El poder de la cultura