Hermosillo, Sonora.-

«¡Un campechano, por favor!», es común escuchar en alguna taquería cuando alguien quiere degustar en una sola pieza una mezcla de carne y frijol, o con más de un guiso. Pero también cuando decimos la palabra campechano utilizamos el término para referirnos a una persona cordial, sencilla, amable, tal como lo es Campeche y su gente. 

Hace un mes una pequeña delegación de la Asociación de Cronistas Sonorenses (ACROS) tuvimos la oportunidad de visitar territorios mayas y definitivamente en este estado el mestizaje se observa, se toca, se degusta y se siente. Con todos los sentidos se puede percibir la mezcla de elementos propios de la Conquista, sumados -o impuestos- a los elementos autóctonos. 

La “Delegación Sonora” como nos decían a los cronistas de Tónichi, Opodepe, Hermosillo, Bacanora e Imuris, tuvimos participación en el 42 Congreso de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas A.S ANACCIM; en mi caso tomé protesta, por lo que esta experiencia además fue mi primera vez como cronista en un evento nacional. Cabe mencionar que también tuvimos en la delegación al niño Fernando Valencia Covarrubias, quien habló del beisból en la categoría de crónica infantil.

La labor del cronista es investigar, difundir y preservar la historia de nuestros municipios. Al conocer el apoyo gubernamental que reciben cronistas de otros estados, los de Sonora nos dimos cuenta de lo ¡lejos que estamos de poder decir que contamos con el apoyo de las autoridades! Pero eso más que molestarnos, nos motivó a redoblar esfuerzos para lograr una mayor presencia y mayor valoración de la función social que cumplimos y así poder dignificar la figura del cronista en Sonora. 

Durante el Congreso de ANACCIM no solo rendimos protesta y presentamos crónicas, también hubo sus momentos de vagancia cultural. Entre los sabores, el pan de cazón está entre los platillos más típicos de Campeche. En una comida ofrecida por las autoridades anfitrionas nos lo ofrecieron para que conociéramos uno de los sabores más representativos de su gastronomía; un sabor fuerte, acompañado de chile habanero, ¡como casi en todos los platillos de por allá! 

Con un calor no tan alto como el nuestro, pero sí en un ambiente de humedad, nos llevaron al municipio de Calkini, donde nos enseñaron el proceso artesanal del tejido de Jipi, con lo cual hacen sombreros y muchos accesorios más. Además tuvimos el honor de que se nos nombrara visitantes distinguidos durante sesión de Cabildo y hasta reconocimiento dieron. También ofrecieron un espectáculo folklórico con un grupo de niños que alegraron aún más esta visita.

Pan dulce, raspados y mucho más, es lo que se ofrece a la venta en la plaza de una pequeña plaza de la localidad de Pomuch, donde nos llevaron a los casi doscientos cronistas de ciudades mexicanas a conocer un ritual tradicional de “limpieza de huesos”, hubo quiénes no entraron al panteón por parecerles extraño a lo convencionalmente conocido respecto a la tradición de nuestros difuntos. El cronista de la localidad nos mostró cómo se lleva a cabo este ritual por parte de familiares  de los que ahí descansan en paz, junto con dos rezadoras de origen maya que entonan con devoción cantos religiosos al final de la “limpieza de huesos” El ritual consiste en sacar los huesos de un familiar para limpiarlos con una brocha, mientras se reza el rosario en un escenario donde el humo del incienso toma un papel protagónico. Se vuelven a colocar en el osario sobre una manta o mantel bordado con el nombre del difunto y se coloca en su tumba, misma que está al descubierto, de tal manera que todos podemos observar a los restos de todos los que reposan en el camposanto. Uno de los cronistas que sí entraron a ver el ritual, al salir comentó – pobres muertitos están expuestos a la mirada de toda la gente- a lo que le contesté – al contrario, me parece que nosotros fuimos los que estuvimos expuestos a sus miradas- esto porque el cráneo, a veces con cabello todavía, es lo que está colocado de manera que queda al exterior  de la caja u osario.

La ciudad de Campeche es un lugar donde los piratas del pasado siguen siendo protagonistas en el presente, dando con esto un lugar importante al turismo, ¡ellos sí que saben cómo sacarle provecho a su historia! Otro gran aprendizaje para nosotros.

Durante los días campechanos conocimos a mucha gente de todos los rincones de nuestro país, pero sin duda alguna la gente del estado anfitrión hace honor al término campechano cuando nos referimos a gente sencilla y amable y toda su cultura es como un gran platillo “campechano” donde se mezclan lo español con lo autóctono. 

Al regreso, la “delegación Sonora” trajo en sus maletas una motivación más: la realización del Primer Congreso de la Asociación de Cronistas Sonorenses ¿y qué creen?, ¡ya estamos trabajando en ello!

No cabe duda, nuestro país es un lugar hermoso, cada estado tiene “lo suyo”. Antes de conocer tierras yanquis o «el otro lado del charco», recomiendo conocer México, un país rico en cultura, colores y sabores, que a veces es más valorado por los turistas extranjeros que por nosotros mismos. Parte de nuestra labor como cronistas es promover que conozcamos y valoremos nuestros terruños y nuestro México lindo y querido. Y aunque a fin de cuentas campechanos todos, del habanero prefiero el chiltepín.

Pamela Corella Romero

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Sobre el autor

Pamela del Carmen Corella es licenciada en Historia por la Universidad de Sonora y desde 2001 cronista oficial del municipio de Ímuris.

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1 comentario

  1. Excelente artículo, comparto la opinión de que en Sonora estamos en pañales en el tema de apoyo a la labor tan importante de los cronistas para investigar, difundir y preservar la historia de nuestros municipios, los que estamos trabajando en promover el Turismo en nuestro estado, valoramos mucho el trabajo de los cronistas para que nuestros guías se apoyen en sus conocimientos y tengan datos bien documentados para compartir con nuestros vistantes!

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