Después del ridículo protagonizado por los conductores de televisión Andrea Legarreta y Raúl Araiza al hacer comentarios insulsos e indignantes sobre el alza del dólar frente al peso mexicano -en los que afirmaban que esto no afectaba a la economía familiar mexicana- la vapuleada a éstos en las redes sociales no se hizo esperar y rápidamente el tema se colocó como trending topic en Twitter.

 

En los días posteriores, Araiza, ex vocero del infame y arribista partido verde (por cierto este partido no es aceptado en el Global Greens, una red internacional que agrupa a los partidos ecológicos del mundo, por considerarlos «camaleones» de la política), además de llamar idiotas a quienes le criticaron por sus desubicados comentarios agregó que si los mexicanos querían más dinero «pues hay que chingarle más».

 

Esta declaración, llena de ignorancia y frivolidad, aduce a la tan cantada «cultura del esfuerzo”, concepto que no es otra cosa que una justificación de la desigualdad económica que se agudiza cada vez más en nuestro país. Un país en el que gobiernos y sectores productivos no pueden o no quieren frenar la enorme zanja entre la gran clase empresarial y la clase jodida. Por el contrario se exhibe una enorme voracidad y pa’ molarla de acabar se nos dice de manera triunfalista y engañosa que cualquier individuo puede alcanzar el éxito económico deseado todo es cuestión de esfuerzo.

 

Si bien es cierto que cada individuo debe esforzarse y esmerarse en tiempo y conocimientos para lograr metas y éxitos personales, existe también la cruel realidad de que los accesos a estudios y la socialización en ciertos sectores y oportunidades de trabajo no están al parejo entre los diferentes estratos sociales. La asimetría en la obtención de bienes y recursos económicos proveen oportunidades de crecimiento para algunos y hasta de más a unos pocos, pero también limita a muchos y a otros muchísimos les niega estas oportunidades de mejora.

 

No tienen las mismas oportunidades de acceso a la educación ni de trabajo los hijos de un acaudalado ejecutivo y la prole de algún obrero que obtiene un ingreso apenas por encima del mínimo. Obvio, esta sencilla comparación no descubre el hilo negro e incluso se puede argumentar que desde tiempos remotos en que los humanos abandonaron el nomadismo y dejaron de ser cazadores recolectores para dar paso a la revolución agrícola, se asentaron y así se inició el tejido de sociedades complejas y entonces empezaron las luchas de poder y desde ahí este tipo de desigualdades han estado presentes…

 

Por lo mismo, debemos comprender que dicha asimetría económica provoca una asimetría cognitiva en los individuos. Es decir, mientras un niño de clase media hacia arriba tiene cubiertas sin mucha dificultad sus necesidades básicas -como son la alimentación y la vestimenta- su modo de vida gira alrededor de la adquisición de conocimiento básico y el esparcimiento. Pero para un niño proveniente de un seno familiar en pobreza o aún peor en pobreza extrema, su modo de vida es diametralmente opuesto: sus necesidades básicas no son cubiertas en el día a día y asistir a  clases desnutridamente incide directo en un mal aprovechamiento. Ese niño, además, está preocupado por sortear la inseguridad que se vive cotidianamente en su círculo cercano, de tal manera que su molde cognitivo se enfoca mucho más en la sobrevivencia que en la superación.

 

Psicólogos connotados como el alemán Erik Erikson han proclamado a través de profundos estudios que el ser humano desarrolla su personalidad entre los 0 y 7 años. Así es que si se atendiera con la seriedad que se debería tomar este tipo de estudios se reconsideraría el seguir fomentando este engañoso concepto que se le ha imputado en estos tiempos a la tan publicitada «cultura del esfuerzo» y se lapidarían comentarios tan burdos y lacerantes como el que vociferó Raúl Araiza. Los gobernantes, empresarios y cualquier sector de la sociedad estaría trabajando y colaborando entre sí para cambiar este preocupante paradigma en el que estamos envueltos. Nuestra población es socioeconómicamente endeble porque está fincada en fabricar unos pocos de multimillonarios que amasan la mayor parte de la riqueza y con esto en automático surgen mega fábricas de pobres.

 

Una sociedad fuerte es construida en el sustento de la medianía, donde las riquezas son equitativamente distribuidas y por ende el acceso a la educación y servicios médicos de calidad están al alcance prácticamente de toda la ciudadanía (el ejemplo más claro son los países escandinavos). Una  esa sociedad en la que la atención del niño de 0 a 7 años sólo esté centrada en los conocimientos básicos y culturales; donde pueda «perder» el tiempo jugando, porque jugando también se aprende, se desarrollan niños felices y los niños felices tienden con el tiempo a transformarse en adultos exitosos. Y no que el desarrollo de personalidad se vaya moldeando sólo en subsistir y esto en muchos casos conlleve a una supervivencia criminal, porque en la cosmovisión de toda su vida es lo único que ha visto y palpado.

 

Creo que el flamante ex vocero del partido más tramposo y delictivo electoralmente en la actualidad (partido verde), no le han pasado por su ínfima materia gris en lo más mínimo estos detallitos sociales. Así que perdónenlo, porque no sabe lo que dice. Y a chingarle más, señor Araiza, en su propia educación.

 

Por Aarón Tapia

Fotografía de Francisco Morales.

Barrio La Lagunilla, Ciudad de México / 2006. De la serie Juego de Niños.

paco morales

Sobre el autor

Cursó la carrera de Contaduría Pública mas nunca la ha ejercido. Es de Hermosillo, vive en Hermosillo y padece a Hermosillo. Ama y participa en la radio hablada: produjo y condujo Ensalada de Tópicos, programa que alguna vez se escuchó en Big Click Radio.

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5 comentarios

  1. Excelente reflexión Aaron. Hacen falta argumentaciones como esta, bien elaboradas, para desmitificar todo lo que hay detrás de una declaración sin sentido y de los personajes que las hacen. No hay ninguna necesidad de caer en lo soez y obcenidad de la palabra para describir cualquier situación. Más bien hay que elaborar con conocimiento de causa y en el esplendor que el lenguaje nos proporciona las explicaciones necesarias para elevar nuestro nivel conceptual y vivencial. Cuando veo la mediocridad de este seudo actor en la pantalla recuerdo la cantidad de películas que realizó su padre, el director de cine Raúl Araiza. No fueron las mejores del cine nacional pero si nos regaló algunas de enmascarados justicieros bastante buenas, que queriendo y no nutrieron la conciencia y sensibilidad de muchos de los que andamos pugnando, por el buen y bien vivir, en este espacio de territorio y sociedad que nos toca. Gracias, muy buen artículo.

  2. Buenísima la desmitificación de la cultura del esfuerzo y la desnudada de cabezas huecas de este tipo de personajes impresentables y estoy de acuerdo con Héctor Rodríguez Méndez, no se ocupan palabras altisonantes para evidenciar y ridiculizar este tipo de comentarios tan sosos, felicidades Aarón Tapia y a crónica Sonora.

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