Esta afirmación de Araiza («Si los mexicanos quieren más dinero, que le chinguen más») es falsa. Normalmente no me peleo con actores o conductores en asuntos de ciencias sociales. No son profesionales y no deberíamos esperar que lo fueran. Pero como personas sensatas suelen tener puntos de vista aterrizados por más simplones que parezcan. No soy un tipo de la izquierda cultural mexicana. No me avergüenzo de estar de acuerdo con Araiza, cuando lo estoy, o con Vicente Fernández o quien sea. (Para los que no lo recuerdan o saben, Chente declaró para alguna expo hace muchos años algo así como que en México el pobre es pobre porque quiere). De hecho, encuentro placentero ver a algunos de mis colegas con cara de sorpresa cuando les digo cosas como que me gusta la plataforma política del Tea Party gringo. Toda esta teoría parece que tiene algo de sensato. Veamos por qué no es cierta.

 

La afirmación de Araiza es falsa simplemente porque la gente puede obtener más dinero, o mejor dicho, mejorar su poder adquisitivo sin chingarle más. La historia de la economía es justamente esa. Antes, tener un kilo de trigo costaba mucho trabajo, atención y recursos. Hoy en día con la tecnología, la agroquímica, la selección natural y artificial del trigo, el precio se ha ido tan abajo que hay momentos en los que vale más servirle café a 20 personas (en unas dos horas de trabajo en Starbucks, por ejemplo) que un kilo de tortilla de harina servido en la mesa. ¿Cómo es esto posible? Simplemente, porque la cantidad de trabajo no equivale a la cantidad de riqueza ni de valor.

 

No soy economista de formación, pero no requerimos un genio preparado en las mejores universidades para darse cuenta que tratar de hacer una tarea sin conocimiento o experiencia, no sólo incrementa la posibilidad de fracasar, sino incrementa el tiempo y esfuerzo que nos toma hacerla bien. Todos podemos decir: “necesitas quimioterapia.” Pero decirlo en el momento adecuado, con la información adecuada, responsablemente para salvar una vida, nadie como un oncólogo. Todos podemos decir “tengo derecho a una indemnización adecuada”, pero decirlo ante la autoridad, en el modo y en la consistencia adecuados, requiere de una formación larga y costosa. Todos podemos construir un carro teniendo los materiales, y una tonelada y media de fierro es mucho, mucho más barata que un pickup del año. Pero la ingeniería necesaria para sacar de esos fierros una máquina que funcione bien, es otro cantar.

 

Mi abuelo lo ponía de este modo: “los burros trabajan mucho”, no por eso viven bien o mejor que un gato que trabaja bastante menos por su comida y le sobra mucho tiempo para jugar, explorar y dormir.

 

¿Se trata de que vivamos esforzándonos como locos o mejor esforzándonos con inteligencia creando, cuidando y difundiendo riqueza, valor, capital, es decir, lo importante? (Capital, viene de la etimología latina que significa importante, también cabeza.)

 

El capital ha sido materia de discusión tanto económica y filosófica, como política. No es de extrañarse que muchas personas piensen que acumular capital es algo malo para los que no tienen acceso a esa acumulación. Hay muchas teorías que indican que, por ejemplo, gastar (lo llaman, después de todo “gasto social”) por ejemplo, incrementa los incentivos para producir más capital. Una persona que por ahorrar, decide no comer, muere. De modo que parece sensato que cierto gasto, en comida y salud, por ejemplo, son condición necesaria para que haya más gente, más trabajen y más bienes. Pero hay una palabra para esto: se llama inversión.

 

Cuando ciertos gastos son necesarios para mantener la producción de capital o valor, o para incrementarla, esos gastos dejan de llamarse gastos y se vuelven inversión. De hecho, un gasto tiene un valor menor que una inversión. Por eso, una persona sedienta en el desierto es capaz de cambiar un diamante natural de 10 carat por un vaso de agua. En realidad está cambiando un diamante, algo que tiene valor relativo, por aquella cosa sin la cual el diamante deja de tener valor, como es la vida del dueño. Es como cambiar una reina por un peón. Casi nunca es buena idea. Pero a veces no hay de otra para seguir jugando.

 

El problema es que cuando esta situación se generaliza, la tragedia (el gasto necesario) de una persona al hacerla tragedia (gasto necesario) de todos, suele impedirse el mejoramiento del grupo. Vamos a usar la misma situación metafórica.

 

Supongamos que hay 10 personas, no sólo una, sedientas en el desierto. Una y sólo una tiene el diamante de 10 carat. Entre los 10 sedientos pueden comprar un solo vaso de agua tal que sólo saciará la sed de uno siempre que lo tome completo. Si el agua se reparte, nadie se salva debido a la deshidratación tan fuerte que tienen todos. ¿Qué es lo que se debe hacer? Repartir el agua entre todos es un suicidio colectivo. Dar el agua al más joven podría ser un principio igualmente suicida dado que un niño solo en el desierto es una presa fácil para depredadores, el sol y la sed posterior. Darle el agua al más sediento podría también ser un suicidio, ya que una persona que necesita más agua que los demás, tiene más probabilidades de morir antes que los demás. De este modo, en escenarios difíciles como este, parece que lo único que queda es ya ni chingarle. Pero no todos los escenarios son difíciles. Es en los escenarios fáciles es donde tiene sentido que se chingue solamente el que quiera, y no el que no quiera. Pero aún en escenarios fáciles, chingarse no siempre es capitalista, es decir, no siempre chingarse es suficiente para crear valor.

 

Además de desiertos que causan situaciones difíciles, hay oasis y praderas que, si invertimos bien el tiempo no sólo no es necesario que nadie muera, sino que todos pueden vivir tanto como sus cuerpos los dejen vivir. En estos escenarios hay usos de recursos que son inversiones y hay usos de recursos que son meramente gastos. Supongamos que nuestros diez viajeros se topan con un oasis. Pero uno de los diez viajeros prefiere ponerse a rezar que acercarse al pozo de agua. El tipo reza para que le llegue el agua, y algunos compañeros de viaje, dándose cuenta de que éste se ha vuelto loco, le acercan el agua. El beato toma agua, se alivia, agradece a Dios, y vuelve a esperar la sed. Llegada la sed, en lugar de ir al manantial vuelve a rezar. Y otro compañero se apiada y le acerca el agua. Esta decisión de rezar cuando otros están buscando construir vasijas, planeando un refugio o yendo a sembrar, recolectar y cazar alimento, distrae recursos del grupo.

 

Si el rezo salvara a la gente, esa actividad sería una inversión, pues sería productiva, pero si no es una inversión es entonces solamente un gasto, y donde podrían invertir diez, en realidad la idiosincrasia de uno nulifica el esfuerzo no sólo del rezador, sino de aquel que se apiada y le acerca agua y alimento; invierten sólo ocho. Ese grupo tiene un gasto, y alcanzará un nivel de vida bueno, mucho después que otro grupo donde todos invierten, y no sólo gastan. Si en un grupo de 10, 8 son beatos, aunque los dos que trabajan quieran, no pueden dar agua a los 8 beatos, de modo que, poco a poco, o bien mueren beatos o nacen impíos. ¿Pero en dónde se equivoca Araiza, entonces? Rezar es una chinga. Bajo el sol del desierto, con sed, es una chinga enorme. ¿Va a mejorar su vida el beato aunque se chingue más que los demás? Para nada, insisto. A menos que Dios exista y escuche sus plegarias, el rezo no es negocio.

 

Así tenemos una situación donde chingarle más no implica mejorar las condiciones, ni propias, ni de los demás. Los demás del grupo podrían ser creyentes y tranquilizarse por los rezos del beato. En ese caso, sus rezos son un servicio psicológico que bien podría cobrarse entre quienes voluntariamente quisieran pagarlo. Pero en un grupo donde no se aprecia el rezo, y donde Dios no existe, el rezo es un gasto de tiempo. En México hay mucho trabajo que no impacta positivamente en el capital o riqueza del país. Todos valoramos distinto trabajos distintos. Hacer que todos carguen a todos puede significar que el grupo completo se retrasa completamente. Así, políticas sociales que se llaman “gasto social” están destinadas a hundir al grupo en la miseria o frenar su desarrollo.

 

¿Cómo podemos entonces garantizarnos que el gasto que haga el gobierno sea inversión y no sólo gasto? Esta es una pregunta muy complicada para responderse, pero tiene que ver con reconocer que sea lo que sea importante: la vida, el oro, el petróleo, la comida, el tiempo libre, la tecnología, el conocimiento, el arte o lo que sea, gastarlo en lugar de acumularlo y acrecentarlo es suicidio. El socialismo es suicidio. Bien lo dice el lema castrista: patria o muerte. Y como la patria se les acaba, la muerte es lo que les sigue. En lugar de rezos, ellos tienen mítines. Así hay algunos polacos mexicas, mitineros y agoreros.

 

Por Víctor Peralta del Riego

En la imagen, niña chingándole al estudio. Fotografía de Santa López

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Sobre el autor

Victor Peralta nació en Hermosillo y creció entre Nogales, Ímuris, Hermosillo y Zacatecas, donde estudió Derecho y Filosofía. En 2005 entró a la Maestría en Filosofía de la UNAM de la que se está titulando con una tesis sobre la computabilidad de la mente humana y la incompleción de Gödel. Hoy en día se desempeña como docente-investigador en Cancún.

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3 comentarios

  1. Ay cabron!! Pensé que estaba leyendo el imparcial alguna columna de Sergio Sarmiento, más pro neo liberal no se puede. Comentario sincero y sin afán de ofender, en mi opinión este escrito es demasiado «rebuscado» lo cual complica la lectura para algo tan sencillo de explicar y no se solidifica la argumentación.

    1. Tienes razón, Carlos. Considero que la situación ideal de toda sociedad es en la que no se necesita que el Estado exista. Además, creo que esto se puede lograr sin uniformar a todos (igualdad material, económica o no), y creo que aún en medio de una gran diversidad, las personas pueden entender que no tienen derecho a usar la violencia cuando otro inicia la violencia. Libre comercio, pocos impuestos, respeto a la diversidad. ¿Llamas a esto neoliberalismo?

      Parece que Sarmiento es liberal clásico (algunos le dicen a esto «neoliberalismo», aunque esta palabra está tan llevada y tan traída, que mucho ignorante le llama «neoliberal» a cualquier cosa mala. Por ejemplo, dicen que el rescate a los bancos por medio del FOBAPROA es neoliberal, cuando, al contrario, para un neoliberal genuino, los bancos debieron ser dejados ir a la bancarrota.)

      Así dicho esto, me quedo con otra idea: ¿El Imparcial difunde estas ideas? ¡Bien para la sociedad de Sonora! ¡Por esto, Sonora no es Oaxaca o Guerrero! (Y, por lo que pasa allí, creo que es algo que quieres agradecer, Carlos!)

      Saludos cordiales.

      pd. Benji, me gusta que entiendas que esto lo haces profesionalmente, es decir, que tiene tanto valor que otros querrán pagarte por lo que se hace en CS. No vayas a caer en la estrategia de Proceso sin Scherer, que sería transformar a CS en la nota roja y amarillismo de la política que vende, pero no tiene efectos notables en la sociedad.

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