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“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia, un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla, de mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. Él lo dijo hace 25 años, a los meses le metieron un tiro. A un cuarto de siglo de la muerte violenta del entonces candidato a la presidencia de la república, el recordar los hechos ocurridos en Lomas Taurinas, Tijuana, el 23 de marzo de 1994, mientras sonaba “La Culebra” en los altavoces de la plaza, es una invitación a la especulación y a la intriga política. Muchos dicen que el motivo del magnicidio fueron sus palabras, su distanciamiento con el gobierno de su predecesor, Carlos Salinas de Gortari, en el controvertido discurso citado en parte en las primeras líneas de la presente. Probablemente nunca lo sabremos a ciencia cierta, a detalle.

Lo que sí podemos inferir es que por las condiciones del México de los primeros años de la década de los noventa las cosas no estaban, dentro del partido, como para permitirse un candidato presidencial que hablara abiertamente de “la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. Recordemos que el primero de enero de ese 94 la política mexicana sufrió un duro revés, pues mientras se esperaba una gran fiesta por uno de los grandes triunfos del Salinismo – la entrada en vigor del histórico TLCAN (recientemente renegociado, por cierto)- el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantaba en el estado de Chiapas. Esto, sumado sumado a las recientes renuncias de un emergente PRD capitaneado por Cuauhtémoc Cárdenas, quien afirmaba la sistemática ejecución por motivos políticos de cerca de 600 de sus simpatizantes, comenzaba a vaticinar la caída de la imagen presidencial y del partido hegemónico, el PRI, lo cual ya se arrastraba desde poco antes de la elección del entonces presidente Salinas de Gortari, pues el 5 de julio de 1988 ya se daba a conocer el asesinato del candidato a diputado Javier Ovando, quien militaba en el Germen del PRD, el Frente Democrático Nacional. “Javier Ovando, colaborador de Cárdenas desde hace años y actual aspirante a un puesto de diputado, fue asesinado en la noche del sábado en la capital mexicana por unos desconocidos cuando salía de una reunión de la campaña del Frente Democrático Nacional (FDN).”, reza una nota periodística de la fecha. No podemos pasar por alto, además, el asesinato del cardenal Posadas Ocampo en Guadalajara, acaecido ya con Salinas como presidente en 1993, crimen del narco que también cimbró al país.

Ante este panorama, las reformas prometidas por el entonces candidato, originario de Magdalena, Sonora, representaban una vuelta de tuerca que los grupos de poder no podían permitirse, lo que de acuerdo a muchos llevó a ese tiro de revolver que hizo correr a la muchedumbre mientras sonaba “La Culebra”.

En el video de su asesinato, podemos ver a un político confiado, un político sin miedo de la gente que en medio de un mitin llega hasta sus simpatizantes sin reservas, sonriente, un hombre que se sabe ungido pues, a saber, en los 90 ser el candidato del PRI significaba ser el Presidente de la República de facto. Vemos una mano, un revolver, se escucha un tiro y un “Valió Madre”, un hombre que cae al suelo, que es levantado, cuya muerte es anunciada horas después de forma oficial por Jacobo Zabludovsky en 24 horas, noticiero del horario especial. Colosio fue declarado muerto y se convirtió en un mártir político, un mártir fabricado, de acuerdo a la vox pópuli, por aquellos quienes se ensuciaron las manos con su sangre, pero ahí no paró todo.

A los niños nos pidieron llaves, muchas, en las primarias, en las secundarias, se pidieron llaves viejas, un pequeño tributo de todos los pequeños que no llegamos a ver ese México sin hambre y sin sed de justicia, esos niños que seguimos viviendo en un México de gente humillada, con ellas hicieron un monumento, un busto faraónico donde cada 23 de marzo se reúnen autoridades y militantes del PRI a recordar al mártir, esto en el bulevar que ahora también lleva su nombre.

No obstante, las convicciones de Colosio, señalan algunos, no murieron con él y dentro del partido existían aún algunos que querían realizar cambios, entre ellos un Secretario General del CEN del PRI, un hombre llamado José Francisco Ruiz Massieu.

Tras participar en las elecciones a las que no pudo llegar Colosio, Ruiz Massieu consiguió el cargo de Diputado Federal. No obstante, a las 9:32 a.m. del 28 de septiembre de 1994 un joven de 28 años le metió un tiro. El balazo en la garganta costó la vida de Ruiz Massieu. Después de varias pesquisas y declaraciones, se determinó que el golpe venía desde adentro, una de las implicadas en el caso aseguró, en complemento a las declaraciones de los autores materiales, que la planeación del delito venía directamente de Fernando Rodríguez González quien fungiera como secretario Técnico de la Comisión de Recursos Hidráulicos de la Cámara de Diputados y a los exdiputados Manuel Muñoz Rocha y Abraham Rubio Canales.

Luego de esto las declaraciones, pesquisas y demás llevan a un enorme circo: encargado por el mismo Salinas de Gortari, Mario Ruiz Massieu -por aquel entonces subprocurador general de la República- se encargó de la investigación, llegado a un callejón sin salida debido a la falta de más pruebas. Así, a finales del 94, Mario Ruiz Massieu terminó acusando al mismísimo dirigente del PRI Ignacio Pichardo Pagaza, de obstaculizar la investigación, esto en contubernio con quien fuera su propio jefe, el titular de la PGR Humberto Benítez Treviño.

A estas alturas del caso, la cobertura mediática que se dio a la Novela de Ruiz Massieu terminó por opacar por completo el caso Colosio a pesar de la aparente estrecha relación entre ambos asesinatos.

Tras el estancamiento en el caso, la llegada de Ernesto Zedillo Ponce de León a la presidencia del País dio nuevo aire al caso con la entrada en el juego del nuevo Procurador General de la República: Antonio Lozano Gracia, quien recibió la encomienda presidencial de esclarecer los casos de Ruiz Massieu, Posadas Ocampo y por supuesto, Colosio, para lo que designó a uno de los abogados más infames de la historia de México: Pablo Chapa Bezanilla.

Lo que sigue de este punto corresponde más al terreno de la especulación, la devaluación del peso mexicano fue un hecho que todos conocimos, la llegada de los nuevos pesos y la pérdida de poder adquisitivo a nivel nacional tras el llamado “Error de Diciembre” marcó el divorcio definitivo entre Ernesto Zedillo y Carlos Salinas, cosa que en su momento no hizo tanto ruido, pero que a la luz de los años sorprende en su elocuencia toda vez que se toma en cuenta los roles políticos pues, en un giro inesperado y tras estos conflictos entre el presidente y el ex presidente, la investigación en el caso Ruiz Massieu da un giro inexplicable y Chapa Bezanilla sorprende a la Nación con el arresto de Raúl Salinas de Gortari como principal sospechoso por la autoría intelectual del homicidio de quien fuera su ex cuñado. Así es, como se lee, Ruiz Massieu y Los Salinas compartían un vínculo familiar, mismo que a la fecha puede constatarse en la figura de la actual Presidenta Nacional del PRI, Claudia Ruiz Massieu Salinas.

Las investigaciones de Chapa Bezanilla se basaron en los testimonios de testigos quienes refirieron haber escuchado complots, compra de legisladores e incluso se manejó la versión de que Raúl Salinas fue quien utilizó todo el tiempo al ya mencionado Muñoz Rocha, aquel ex legislador que fuera acusado directamente por los autores materiales del homicidio de Ruiz Massieu. No conformes con esto, los agentes a cargo de Chapa Bezanilla se encargaron de crear una conjura aún más maquiavélica y extraordinaria, misma que es digna de una película de intriga política o de una novela al nivel de “El Complot Mongol” del Maestro Rafael Bernal.

Un día una vidente aparece con un mensaje anónimo, en este mensaje llenaría un enorme vacío en las investigaciones y además sería la estocada final en contra del Salinismo: la ubicación del cadáver de Muñoz Rocha. La vidente, de nombre Francisca Zetina, respondía al alias de La Paca y tenía un mensaje anónimo, en este se decía con pelos y señales cómo Raúl Salinas había asesinado a batazos a Muñoz Rocha, para después ordenar que descuartizaran su cuerpo y fuera enterrado en una finca llamada El Encanto, donde fuera después descubierta por parte de las autoridades la presunta osamenta del político desaparecido.

Como suele pasar, a estas alturas de la novela los ciudadanos ya habían olvidado de momento la muerte del ex candidato presidencial y se entretenían con la noveleta de “La Osamenta de la Finca El Encanto” misma que, tras demostrarse por métodos periciales del FBI que no era Muñoz Rocha, costó el cargo al Titular de la PGR y obviamente a Chapa Bezanilla, quien pasado un tiempo terminó en prisión al comprobarse que había fabricado toda la investigación comprando a los testigos y a “La Paca”, quien en contubernio con sus familiares sembró la osamenta de su consuegro para hacerla pasar por la del político.

Estas cortinas de humo a lo largo de la historia, a las que también debería sumarse la cobertura mediática del Chupacabras, distrajeron la atención del México de 1994 a 1996 y pasados ya dos años de la muerte de Colosio, las investigaciones se enfriaron salvo encabezados cerca de las fechas de muerte, pero nada relevante. Los protagonistas de esta historia, los muertos, siguen en silencio, los más pobres en la cárcel. Como todos sabemos, Raúl Salinas fue liberado en 2009 tras ser exonerado después de pasar 10 años en prisión, Muñoz Rocha sigue desaparecido…

Por Leo Rodríguez

Luis Donaldo y José Francisco

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Sobre el autor

Reportero por accidente, aficionado a la nota roja y política, trabaja en 'El Sol de Hermosillo' desde 2015, actividad que empata con la fanpage El Informante, en Facebook. Estudió Literatura en la Universidad de Sonora y es un convencido de que "Unidos vencerán los aguiluchos del valor".

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