Abrimos semana con el planteamiento de Víctor Perlata en torno al tema de moda.
Sean todas y todos -aquí sí- igualmente bienvenides.
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No lo digo a la ligera. En esta época y momento afirmar algo así no pasa ni desapercibido ni a la ligera. Tengo esto en cuenta y escribo responsablemente. Y mi caso es, en la medida de lo posible, tan objetivo que las feministas más radicales tendrán qué aceptar que sí, en efecto, si logramos erradicar el machismo o cis-generismo (no estoy seguro acerca ni de qué es, ni de qué implicaciones tendría la erradicación del “patriarcado”), o lo que sea, ello se verá reflejado en un incremento de los feminicidios. Si alguien es un feminista de hoy en día, entonces quiere paridad de género porque piensa que las diferencias de género sí existen, son indebidas y son reversibles con políticas públicas, discriminación positiva y tradiciones igualitarias bien reforzadas. Si todo lo anterior pasa, entonces morirán más mujeres. Por tanto, si alguien es feminista de corte contemporáneo, entonces quiere que por coacción y políticas públicas que fuercen de un modo u otro paridad de género en toda responsabilidad social, i.e. intencionalmente apoya que deben morir más mujeres. Pero bueno, primero lo primero. Muchas de nuestras feministas son tan intensamente mujeres que no cabría llamarlas de otro modo que Afroditas. Sólo que en lo hermoso que hay en esta comparación, deberíamos tener en mente que la Afrodita griega se emparejó con Ares, el dios de la guerra. Quizá, y sólo diría quizá, hay algo de esto en las sublimaciones que van desde los individuos hasta el Estado.
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No todas las muertes ni homicidios suceden a causa del machismo. Es decir, aun erradicando al machismo y otras culpas individuales o colectivas, tenemos desastres naturales, accidentes de trabajo, enfermedades y padecimientos naturales a las actividades productivas, que seguirán mermando a la población. Llamemos a todos estos padecimientos riesgos de trabajo no delincuenciales porque nadie desea que sucedan y nadie es forzado a incurrir en ellos.
Un homicidio provocado, por ejemplo, por una persona esquizofrénica o en severas condiciones mentales producto del abuso de las drogas o traumatismos de cabeza, por ejemplo, no es causado responsable e intencionalmente. Muchos policías mueren tratando de contener situaciones donde alguien drogado o mentalmente comprometido toma una mala decisión. Lo mismo pasa con incendios provocados por errores no intencionales, accidentes por conducción en estado de ebriedad (que sería raro atribuir al machismo). Llamemos a estos homicidios y padecimientos mortales que son naturales al desempeño de un trabajo fatalidades por riesgos de trabajo (FRTs).
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Los FRTs actuales son sensibles al género en el sentido de que por ejemplo, como 9 de cada 10 trabajadores de la construcción son varones, las fatalidades totales por FRTs atribuibles al trabajo de la construcción son predominantemente de varones. Caídas y máquinas mal usadas son las causas predominantes.
Una hipótesis posible es que las mujeres sean más cuidadosas que los hombres y que, en el mismo trabajo en cantidad y tipo éstas morirían menos que los hombres. Pocos dudan que los varones somos menos adversos al riesgo que las mujeres y ésta es parte de la definición de idiotez. Si esta explicación fuera correcta, tendríamos una razón fuerte para preferir que nuestros albañiles, mineros, policías, bomberos y trabajadores de la industria pesada sean mujeres y que se le prohíba a los varones dedicarse a esto: sería un asunto de vida o muerte claramente vinculado al género.
Pero no parece claro que la explicación sea correcta. Al respecto, por ejemplo, de la conducción peligrosa de vehículos es cierto que la enorme mayoría de los accidentes fatales de tráfico son causados por varones. Cerca del 94% de los accidentes con fatalidad o lesión son causados por hombres en algunas localidades del Reino Unido. Esto lo comunica Ian Sample en su artículo “Why are men worse drivers than women?” publicado en The Guardian en 2014. Pero, lo que el mismo Sample encontró en las investigaciones que reporta, es que los varones tienen estilos de conducción más arriesgados con vehículos más poderosos, de modo que ésta parece ser la explicación: buena aptitud, mala actitud. Pero ajustando a millas conducidas, los números se equilibran bastante: hombres y mujeres se accidentan más o menos lo mismo según el mismo estudio. Podríamos decir que, salvo evidencia al contrario, hombres y mujeres están sujetos, al menos, a la misma cantidad de lesiones y fatalidades. Hasta aquí, iguales. Así, ¿por qué no morimos a causa de los trabajos en proporciones iguales?
Hay otros rubros de empleo que, por ejemplo, dan cuenta de un montón de muertes, tanto accidentales como preterintencionales. La función social de la policía y del militar están fuertemente dominadas por hombres. Muchos ascensos dependen de hacer un buen trabajo overall en batalla o en operativos peligrosos. Y parece que las leyes que no obliguen a las mujeres a participar por paridad de género en combates ineludibles (quizá contra invasores machistas), cerrarían por razones de género una puerta para que ellas aspiren a ser oficiales, jefes y después generales en las jerarquías militares. Pero es justo en estos campos en los que hay combate, táctica, objetivos específicos, heridos y accidentados, en donde tenemos evidencia de que las mujeres no sólo retrasan a sus equipos, sino que suelen ser lesionadas más fácilmente que los hombres. Los gringos registran todo; en esta ocasión el estudio lo realizaron los marines.
Según este estudio, el fracaso de las marines no es un asunto meramente de habilidad vs. intolerancia al riesgo. Para ciertos empleos, la paridad de género debería implicar muchas más FRTs femeninas incluso. De modo que, si extrapolamos las actividades de este tipo (puntería, precisión física, trabajo en equipo, actividades de riesgo físico, movimientos coordinados) y si se reparten las responsabilidades con paridad total de género, no sería extraño ver en proporción si no más FRTs femeninas que masculinas, sí las mismas FRTs. ¿Qué responsabilidades se parecen a las que tienen las acciones del ejército?: bomberos en incendios, construcción, buceo industrial, plataformas petroleras, policías y seguridad pública, vigilancia de cárceles. Quizá en otra medida los empleos en la construcción, la industria pesada, y el manejo de maquinaria pesada compartan justamente lo que hace que las mujeres opten por no buscar posiciones laborales allí a menos que no quede de otra.
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Es una causa común del feminismo hoy en día que se busque la paridad de género para disminuir brechas en los puestos de decisión, poder político, económico, académico y cultural. Las feministas de nuestras generaciones no juzgan suficientemente justo que la ley nos trate como iguales a todos, sino que la ley debe compensarlas con todos los mecanismos posibles para que el desempeño socio-económico y la participación de la mujer sea de facto igual que el de los hombres. Estos mecanismos se llaman discriminación positiva. A la mera igualdad ante la ley la podemos llamar igualdad formal. La igualdad social, económica y demás, la podemos llamar igualdad material. La igualdad legal implica ausencia de discriminación positiva, pero no en el caso de la igualdad material. La igualdad material puede ser conseguida gradualmente: habrá sociedades con mujeres más iguales a los hombres en el terreno académico, aunque no en el político, o viceversa. Podría ser que las mujeres alemanas sean mejores empleadas de la construcción que las mujeres filipinas, etcétera. Así que entenderemos a esta forma de feminismo igualitarista en sentido material, feminismo de la tercera ola.
El tipo de críticas que han hecho feministas de la tercera ola al machismo en general tienen que ver con, por ejemplo, reconocer que aún en los casos en los que las mujeres son inferiores a los hombres en lo que tiene que ver con la fuerza muscular, p.e., que esta diferencia se explica por el mismo machismo; los roles de género han causado la disminución a las mujeres en comparación con los varones en donde sea que las mujeres resultaren inferiores, y omiten decir que todas las ventajas que tienen también sean producto de los roles de género y la selección sexual supuestamente machista. Nótese que no hacen balance de costo-beneficio del machismo, sino que ninguna feminista de la tercera ola duda que debe erradicarse por completo de las sociedades donde sea que aparezca y con los medios que sea.
Algunas de éstas feministas llegan a afirmar que la diferencia en la fuerza de la mitad superior del cuerpo entre hombres y mujeres se explica porque a los niños la presión social de género los impulsa a ejercitarse más que a las niñas, y que por eso la diferencia en la fuerza de la parte inferior del cuerpo no es tan pronunciada: ambos caminan, corren y juegan igual cuando infantes. ¡Removamos los roles de género más consistentemente y tendremos soldadas igualmente aptas que los soldados!
Lo que dije antes causa tanta desconfianza que tengo qué poner la referencia: Lynda Birke, en su artículo “In Pursuit of Difference: Scientific Studies of Women and Men” publicado en el texto Inventing Women, Gill Kirkup y Laurie Smith (eds.), 1992. Revíselo con calma el que lo consiga. El que no, puede ver el video llamado Feminism versus FACTS (RE Damsel in distress) producido por un youtuber inglés que se llama a sí mismo Thunderf00t (a.k.a. Phil Mason). Así, si empezamos a dar tareas a las mujeres que por diferencias sexuales históricamente acumuladas y causadas por roles de género se consideran tareas para hombres, entonces las mujeres, eventualmente perderán esa debilidad. No suena muy insensato si se piensa con calma: ¿no es físicamente más fuerte una mujer gimnasta que una mujer sedentaria ceteris paribus? La carga hace andar al burro de la igualdad material de género.
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Así, si el feminismo de la tercera ola busca igualdad no sólo formal sino material (social, económica y demás) entre varones y mujeres, entonces el feminismo busca instaurar políticas de paridad de género. Que se mueva cielo, mar y tierra para que la carga haga andar al burro de la igualdad material. Es, después de todo, el objetivo del feminismo de la tercera ola: mismos “derechos” tanto a hombres como a mujeres, con cualquier otro género que haya. Pero debe entenderse aquí “derechos”, no sólo como abstracciones u obligaciones del Estado para abstenerse de hacer, sino como obligaciones del Estado para evitar abstenerse y actuar por la igualdad material: revisar empresas e instituciones para que por paridad de género igualen responsabilidades. Debe haber tanto los mismos diputados, como diputadas, senadores y senadoras, ingenieros e ingenieras, licenciados y licenciadas, etc. La pregunta es ¿qué tan largo es el etcétera? En caso de empate entre dos perfiles, siendo uno mujer y el otro varón, por discriminación positiva debe preferirse a la mujer aunque el hombre perjudicado jamás haya sido machista en su vida. Son culpas sociales. Nada personal, dude.
Un varón que aspira, por ejemplo, a ser oficial del ejército podría quejarse de que se le dé la oficialía a una mujer sólo por el hecho de que es mujer, y exigir que si ha de ascender a oficial, se vea en el campo de batalla su valía y capacidad para realizar misiones y dirigir tropas. Así también, si hemos de erradicar la brecha salarial de género, entonces debemos dar las mismas responsabilidades a hombres y mujeres en cualidad tanto como en cantidad. Los frutos dulces tanto como los amargos deben ser repartidos por igual so pena de reconocer que la desigualdad de género es real, objetiva, debida y que impone cargas (o descargas) de género. Lo contrario se considera espurio por atentar contra la igualdad material de género. Así que no se pueden arriesgar mucho las feministas que apoyan la discriminación positiva a defender que las leyes deben reservar la peor suerte a los hombres; primero, porque tendrían qué ofrecer un criterio positivo de identificación del género, y segundo, porque admitirían la discriminación con base en él y la discusión al respecto de qué género es o ha sido ya más discriminado y en qué escala; hoy son las mujeres, quizá y en 500 años, quizá los varones, y así.
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No es poco frecuente que las feministas de la tercera ola nos digan que están en contra de la cultura machista, para la que no importan mucho los sujetos individuales sino los colectivos: inercias sociales históricas. Las categorías de juicio son cómodas: un varón que disfrute de un buen show de desnudismo femenino puede ser el más respetuoso de las mujeres a su alrededor, pero no sería encarnizado por sus acciones particulares, sino por las implicaciones colectivas que tiene el disfrute de un dulce envenenado como son las muchachas que se embichan por dinero: “se dá (así impersonalmente) un mensaje erróneo a las niñas.” Así, se puede juzgar a los individuos no por sus pecados, sino por los pecados de la comunidad, de su tradición y otras construcciones sociales. Si no contratamos varones específicos que no sean machistas, no es personal: un poco de discriminación aquí, otro poco acá, y voilá, tenemos igualdad general. Las leyes por supuesto que son igualmente construcciones sociales. De modo que sí, las feministas necesitan elementos para establecer culpas colectivas para poder establecer discriminación positiva. Y ellas suelen tomar como tales elementos de culpa colectiva algunas leyes que las discriminaban. Naturalmente, si existe algo como las culpas colectivas, éstas se deberían encontrar en las normas jurídicas: generalidades con las que juzgamos individuos concretos.
Para recordarles a los lectores cuál es la definición del tipo penal de feminicidio, reproduciré un artículo del código penal de la federación que lo define así:
ARTICULO 325. Comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género. Se considera que existen razones de género cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias:
…
- Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza;
- Existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima;
…
A quien cometa el delito de feminicidio se le impondrán de cuarenta a sesenta años de prisión y de quinientos a mil días multa.
Supondré que la relación que hay entre diputados e instituciones democráticas y las mujeres de un país es una relación de confianza. Los políticos salidos de elecciones populares nos representan, ¡qué más confianza hay que esta! Así todas las leyes y políticas públicas de paridad de género, de terminación de la brecha salarial, de ataque a los roles de género en el trabajo y en los deberes públicos se considerarán producto de una relación de confianza entre los legisladores y autoridades, y sus gobernadas. El sistema de hecho presupone que hay confianza en el servidor público electo si ganó en una elección válida, legítima. Más aún si estas medidas reciben el aplauso de las y los feministas de la tercera ola. No sólo los políticos o políticas serían representantes de los ciudadanos, sino que al pasar leyes que van de acuerdo a los objetivos de las feministas de la tercera ola, éstas últimas serían representadas formal y materialmente por sus políticos. Es una relación íntima muy semejante a la de dar un poder notarial amplio. Las leyes acordes al feminismo de la tercera ola establecerían un cambio de culpa colectiva; antes prohibíamos a las mujeres, ahora vamos a forzarlas a ellas y a quien se oponga. (Esta tesis de las culpas colectivas es muy cuestionable para robustos practicantes de las ciencias sociales, en particular, para los economistas afines al libre mercado para quienes las entidades colectivas o bien son un tipo de relaciones entre individuos concretos o bien no existen, pero muchos otros científicos sociales como son los marxistas y casi cualquier otro tipo de multiculturalista, comunitarista o fascista admiten, tanto la existencia de entidades colectivas, como su comparación contra las decisiones individuales.)
Si la causa política de la paridad de género en el empleo es motivo de culpa colectiva o cultural, entonces las muertes de mujeres por RFTs motivados por discriminación positiva son atribuibles incluso a entidades (quizá vagas como son culturas, instituciones y otras semejantes) como el movimiento feminista de la tercera ola, que al final del día, se rastrean hasta aquellos agentes políticos, electores y elegidos, que impulsaron la causa de la paridad de género a sabiendas de la implicación plausiblemente letal para las mujeres. En cambio dejar al mercado laboral libremente, las culpas, si alguna hay, serían específicamente de quienes libremente decidieran entrar a la minería, la construcción o lo que sea.
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En Estados Unidos el número total de FTRs en el 2007 fue de alrededor de 5,600, aproximadamente un 0.04% del total de los trabajadores de aquel primermundista país, en una distribución aproximadamente del 44% mujeres, 56% varones. De las FRTs las mujeres representaron apenas un 8%. Algunos estiman que en EUA hay 4 feminicidios por día, de modo que tendríamos un total de 1,460 feminicidios. Esto quiere decir cerca de 300 mujeres, contra 5,300 varones muertos por FRTs; si eliminamos feminicidios en EUA, y repartimos las FRTs por igual entre los géneros, tendríamos un aumento de aproximadamente 1,040 mujeres más muertas, todas por FRTs. Si movemos a las empleadas de oficinas a los trabajos en la construcción, manejo de maquinaria, minería, petróleo y todos los rubros tradicionalmente masculinos, tendríamos que ver que casi duplica la cantidad de muertes de mujeres que hay hoy, en FRTs y feminicidios. En Estados Unidos es claro que el feminismo de la tercera ola estaría creando un cataclismo de feminicidios más grande del que ya tienen. Pero, pensemos, es por el bien de la igualdad para las mujeres del futuro; se vale matar más mujeres hoy, si más mujeres de mañana serán iguales a los varones de mañana.
¿En México cómo estamos? En México la proporción es todavía más desventajosa porque las muertes por riesgos del trabajo son todavía más altas. Tenemos buenas razones para pensar que las que reporta la Secretaría del Trabajo y Previsión Social están disminuidas: a las empresas les suben las cuotas del IMSS si tienen muchos trabajadores accidentados o enfermos con padecimientos del empleo. De modo que los patrones (y los trabajadores también) tienen un buen incentivo para tratarse fuera del IMSS, o bien, no decir que se accidentaron en el trabajo. En Estados Unidos, donde no sucede así, la mayor parte de las muertes del trabajo entre inmigrantes las ponen los mexicanos (cerca del 40% de los FRTs en 2007, para usar el mismo año y fuente).
Los números del IMSS aunque son poco confiables, revelan el mismo patrón: las víctimas más probables son varones de entre 25 y 35 años de edad, con entre uno y cuatro años de antigüedad.
En el 2010 el jefe de la división Rodolfo Arias Díaz, jefe de la División de Prevención de Riesgos de Trabajo, de la Coordinación de Salud en el Trabajo del IMSS declaró incluso que en industrias donde se contrata a más mujeres se aprecia un incremento de las fatalidades de las mujeres. ¿Queremos que mueran más mujeres por riesgos naturales a los trabajos sabiendo que no los podemos prevenir del todo? Pues para las defensoras de la absoluta igualdad de género por la vía de la paridad laboral, la única respuesta coherente es sí. La alternativa de que quieran paridad laboral completa, más seguridad laboral absoluta es simplemente utópica. Si hubiera la posibilidad de prever y planificar cada situación riesgosa a un precio razonable, viviríamos con FRTs ahora mismo (quizá excepto en aquellas sociedades donde el individuo vale menos que la comunidad, no, pero en sociedades donde se respeta la voluntad del trabajador para escoger profesión y patrón, seguro que sí: ¿Quién en sus cinco sentidos escoge trabajar en un lugar donde corre peligro su vida si no es por una muy buena compensación a cambio?)
Así pues la igualdad material impulsada por el feminismo de la tercera ola forzaría a las mujeres a incrementar su número de fatalidades por razones de –equidad de— género, aunque erradicáramos como sociedad los feminicidios tradicionales. Las feministas no podrían aspirar a cero muertes femeninas, sino a las mismas muertes que los varones, en algunos casos incluso, superando las muertes por feminicidios tradicionales.
Imaginen que los funcionarios o actuarios de las juntas de conciliación y arbitraje anden “reclutando” mujeres para la minería, o corriendo varones para igualar el número de las voluntarias que trabajen en las minas, o imaginen también a los actuarios del IMSS multando a Grupo México por tener apenas 30% de mujeres mineras, lejos de la equidad material conocida como paridad de género. Si se lograra el 50-50 laboral en toda industria esto implicaría que, aunque las fatalidades laborales en varones o bien baja en su número absoluto, o bien sube el número absoluto de las muertes de las mujeres hasta acercarse a las de los varones.
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Una conclusión intermedia. Aunque las FRTs sean menos que los feminicidios tradicionales, con la paridad laboral de género estaríamos forzando a las mujeres a morir por motivos de género en los imponderables FRTs. Con estas políticas de paridad de género las feministas deben despedirse del ideal de cero feminicidios allí donde sea posible.
También, si las FRTs en general son más del doble que las muertes atribuidas al machismo, entonces las feministas de la tercera ola no pueden usar el número de feminicidios como un proxy de preocupación: de hecho ellas buscarían que incremente. Hoy en día hemos ido disminuyendo mucho tanto los FRTs, como la violencia contra la mujer. Pero no queda claro que podamos erradicar las FRTs al mismo grado y deseo de cómo erradicamos la violencia contra la mujer.
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Seguro hay una intuición fuerte al respecto de que estoy reduciendo todo este asunto a una disyunción defectuosa o que estoy sacando conclusiones exageradas. Lo sé, pero créanme que estoy utilizando las categorías de análisis por las cuales muchas feministas de la tercera ola están apoyando políticas públicas que afectan a varones que, habiendo nacido en esta época, no tienen una pulgada de machismo en sus incluso a veces hipotestosteronizados cuerpos.
¿Por qué no pedir paridad de género sólo para las cosas para las que las mujeres tengan interés, en trabajar y dejar todo lo demás igual? Sencillo, porque aquí estaría reconociendo el Estado, el mexicano en esta ocasión, que por razones de género y de omisión está dando un trato discriminatorio hacia las mujeres mismo que perjudica a los varones manteniendo la balanza de los FRTs marcadísimamente en contra de los varones. Y vaya que no se les lastiman los sentimientos, porque muchas de las muertes son tan inmediatas, que muchos de nuestros valientes trabajadores ni tiempo tienen para percatarse de que fueron víctimas de un sistema machista. No queremos desigualdad de género, queremos, o queríamos, igualdad de derechos sin importar el género.
Así, que los muertos los pongan todos los géneros. Mientras más nos tardemos en igualar la balanza negra, quizá más sigamos denostando a las mujeres con piropos callejeros, toallas sanitarias y presidentes y cantantes machistas. ¡No queremos esto!… bueno, algunas no quieren esto. La implicación que tiene forzar a alguien a muy probablemente morir a causa de su género y objetivos de género, parece a todas luces una política pública malnacida, en esto no pueden estar en contra ni siquiera mis amigas feministas de la tercera ola. En donde estamos en desacuerdo entonces es en qué batallas son importantes, o incluso contraproducentes, y cuáles no.
Yo estoy dispuesto a dejar que cada quien decida, y no buscar falsos equilibrios cocinados desde los cubículos de académicos y políticos que jamás levantaron un puño para defender un amigo en una riña, o pusieron algún ladrillo o barnizaron un techo de madera por una filiación enferma a las igualdades aritméticas. Ni que juéramos números, y menos t’avía números pares. (Si somos números, seguro somos conjuntos infinitos de números reales, muy difícil calcular con ellos, muy difícil igualarlos, muy difícil encontrar funciones que nos igualen: esto es la verdadera diversidad, el antagónico de la igualdad… Obvio.)
Por Víctor Peralta del Riego
En portada, Nascita di Venere, per Sandro Botticelli (1485).
Callo de Hacha… ¿eres tú? Espero que no se gaste mucha tinta electrónica en este texto, que es muy interesante, pero que es innecesario. El texto abre con un silogismo y sigue e numerando argumentos antifeministas clásicos, nada nuevos, nada que no se haya hecho pedazos muchas veces con los argumentos feministas más básicos. Next!
Ilústranos, por favor, deseamos ver cómo se hace pedazos esto, aunque sea solamente esta vez, por fis.
«Muchas de nuestras feministas son tan intensamente mujeres que no cabría llamarlas de otro modo que Afroditas.» ¿Neta? no se es intensamente mujer, se es mujer y ya.
Es cierto que en un mundo de igualdad perfecta mujeres morirán, pero una mujer que muere en un accidente de trabajo y/o causas naturales (como tu lo planteas diciendo que no todas las muertes son por el machismo) no se parece en nada a una mujer que muere violentamente.
Se busca igualdad, habrá cosas que cambiarán, pero que en medio de una lucha de mujeres por una mejor calidad de vida haya hombres argumentando que también sufren me parece una mentada de madre tomando en cuenta los siglos que han pasado las mujeres sufriendo y siendo tratadas como cosas.
«Seguro hay una intuición fuerte al respecto de que estoy reduciendo todo este asunto a una disyunción defectuosa o que estoy sacando conclusiones exageradas. Lo sé, pero créanme que estoy utilizando las categorías de análisis por las cuales muchas feministas de la tercera ola están apoyando políticas públicas que afectan a varones que, habiendo nacido en esta época, no tienen una pulgada de machismo en sus incluso a veces hipotestosteronizados cuerpos.»
Reconozco que en ocasiones la intuición no sirve para sacar conclusiones, por ejemplo, cuando tratamos con mecánica cuántica, esas integrales dan resultados sorprendentes de vez en cuando, pero en esta ocasión la «intuición fuerte» se corrobora haciendo un análisis detallado del texto e identificando las falacias de generalización, de falsa dicotomía, de hombres de paja y muchas otras que están ahí para quien quiera encotnrarlas, aunque la que se lleva el premio es la falacia de evidencia incompleta que abunda en este texto al no considerar evidencias que apuntan hacia lugares opuestos de lo que la retórica del ensayo nos indica. Al igual que Carlos Mal, yo también me pregunto si no será de nuevo Callodehacha intentando presentar «datos duros» para generar una falsa impresión de conocimiento del tema.
Un ejemplo de lo anterior está en la frase: «Un varón que aspira, por ejemplo, a ser oficial del ejército podría quejarse de que se le dé la oficialía a una mujer sólo por el hecho de que es mujer…» muestra el clarísimo desconocimiento y sesgo en el tema de cuotas de género además de utilizar uno de los hombres de paja más típicos, poco creativos y bastante ridículos (el equivalente de ponerle un par de cocos, una playera que diga «muerte a los hombres» y una peluca y nariz de payaso al pobre espantapájaros imaginado) ya que las cuotas de género están ahí no para poner a personas incapaces (¿Una mujer no puede ser capáz por ser mujer? Hay que pedirle que lo compruebe por que los hombres sí lo son por ser hombres… Interesante conclusión.) sino para permitir la entrada de personas capaces que han sido discriminadas históricamente por ser diferentes de lo que ya es común ver por «tradición». Tan simple como eso.
Y no digo que no haya temas interesantes que se puedan tratar a partir de este texto, simplemente me cansa que personas con acceso a recursos, información y una «educación de calidad» (porque si nos presentamos como filósofos no es cualquier cosa) estén quitándome el tiempo con tantas Sandeces Gráficas (Simpson, 1996) teniendo la alternativa de sentarse a hacer un diálogo profesional y bien argumentado del tema. Sin embargo, el punto clave para mi que presenta la situación como falaz y pretensiosa fue en el curioso cierre, ese párrafo donde se dice (aunque entre paréntesis) :
» Ni que juéramos números, y menos t’avía números pares. (Si somos números, seguro somos conjuntos infinitos de números reales, muy difícil calcular con ellos, muy difícil igualarlos, muy difícil encontrar funciones que nos igualen: esto es la verdadera diversidad, el antagónico de la igualdad… Obvio.)»
Y es que si de verdad quieres hacer una sagaz conclusión utilizando frases matemáticas como metáfora del texto, recomiendo que primero revises que de verdad sea una metáfora apropiada y que sea funcional. En esto reconozco mi sesgo como científico (a ver si presentando mis credenciales se me excusan fallas argumentativas) pues utilizo los números y la matemática todo el tiempo y me es claro cómo funcionan los número REALES y sé que no son difíciles de utilizar, al contrario:
El problema es cuando se tratan como imaginarios los números, datos y estadísticas reales y cuando se utilizan funciones que no cumplen con la igualdad necesaria para que haya condiciones necesarias y suficientes de paridad.
No era tan difícil.
Saludos.
Nuestro filósofo ofrece intencionalmente un interesante catálogo de falacias o de plano se pintió sus cursos de lógica
Acabo de leer este comentario. Escogí ignorar los comentarios en los que hay meras faltas de respeto. Aquí, en cambio hay algunas críticas más claras, Alfrodo. Gracias por ellas. Voy a contestarlas en un tiempo que tenga, que ahora no tengo mucho.
Uhm, morir en el trabajo por un accidente ó: violado, torturado y mutilado.
Obvio deberíamos preferir lo último porque pasa menos, según este «filósofo», no?
Íjole ¿Qué?. Mano ¡Qué forma de llevar un viaje cantinflero! Pretendía hacer una réplica párrafo por párrafo pero has acabado conmigo, no te sigo.
Está muy muy pero muy lejos de la realidad tu percepción de la intención y pretención de la lucha feminista.
Pero como diría el Gran Lebowski: Yeah, well, that’s, like, your opinion, man…
no mames!
Tan deficiente la forma como el contenido. Vaya cabeza hueca que se carga éste supuesto filosofo, mira que andar amenazando así a la mujer moderna, con todo el esfuerzo mental que supongo le costo llegar a unas conclusiones tan aburridas y equivocadas, lo único que logra es articular esa amenaza boba y ridícula, muy representativa de su personalidad, obvio.
Resultante interesante que alguien con conocimientos sobre Derecho le dedique tiempo a analizar el movimiento feminista y las leyes promulgadas por su lucha. Pero habiendo tantisimos casos públicos en los que se pudo haber quemado neuronas ¿por qué puros supuestos? Habría abonado al debate analizar casos reales y no empezar cada analisis diciendonos: imaginen esto e imaginen aquello, ahora imaginen que vivimos en una realidad justa.
¿De verdad habrá tanto manginazo en Sonora? Y eso que se las dan de muy hombres.
Te cambio mis «privilegios femeninos» por tu baja probabilidad de ser violado. Te cedo el asiento y te invito la cena a cambio de que me asegures que no me va a matar un hombre.