Señores, el debut de Armando Zamora en Crónica Sonora, bien acompañado de Alejandro Zabaleta.

Qué maravilla

[hr gap=»30″]

Sentado en la mesa 6 del Instituto de Cultura Sonorense “Pluma Blanca”, el licenciado Óscar “El Polacas”© Holguín esperaba con un aire de invernal resignación la llegada de los beneficios de la tan cacareada reforma energética de Peñanieto en tanto decidía cómo atacar la cahuama que sudaba copiosamente frente a sus ojos: a tragos de pimalteño tardío o en vaso simple, que suele ser una invitación para los columpios. Se decidió por lo primero para evitar que su playa sola se llenara de gaviotas mientras los Invasores de Nuevo León, con Lalo Mora al frente, sonaban desde el G-9 de la vieja rocola: A mi playa nadien viene, estoy solo frente al mar; mi canoa, mi guitarra y una red para pescar… luego pegó sus labios a la boca de la botella y selló su romance con un beso asqueroso. Enseguida las lágrimas se agolparon en los ojos de nuestro personaje y un leve eructo rompió el puente de acordeón entre la primera y la segunda estrofa de la melancólica melodía.

Viéndolo ahí, lisito y callado, uno pensaría que el Lic. Holguín atravesaba por algún conflicto de personalidad, pues toda la tarde había guardado su característico grito de guerra, aquél que por lo general se confunde con una risa de hiena, pero no: el hombre reflexionaba sobre los grandes temas nacionales que nuestro estadista región 4 no puede resolver, y, sobre todo, en los acontecimientos locales que hacen que retiemble en sus centros la tierra: el nombramiento de rector de la Unison, LA Fiscalía y los calambres, la violencia urbi et orbi, el Chapo Guzmán con moñito rojo, el FAOT y Los Ángeles Azules… más lo que se acumule en la semana, le dijo una de sus neuronas a la otra, somnolienta y desparramada cerca de la oreja derecha, en aquel cóncavo salón semivacío en forma de nuez sin cáscara.

No tardó en llegar el Pescadito a cruzar información privilegiada, en un diálogo socrático —de esos de los que ya poco abundan—, con el hombre fuerte de los carteles universitarios y los aromas en calidad de arma bacteriológica:

– ¿Quiobo?

– Quiobo

– ¿Pistiando?

– Pistiando.

– ¿Solo?

– Solo.

De repente, “El Polacas”© puso los ojos en blanco, como la joven Regan MacNeil en El Exorcista, una especie de sombra espesa como ectoplasma apestoso a nitrógeno salió del cuello de su chamarra de pana y gritó ¡Eureka!, como la gallinita de Les Luthiers:

Aistá: ¿o sea que en el FAOT puede tocar quien sea mientras lo acompañe una filarmónica? —dijo en alusión directa a la presencia de los Ángeles Azules en el Ortiz Tirado (a la basura), y añadió—: ¿Que no se han dado cuenta de que la cumbia, aunque se vista de oboes, cumbia se queda? Me extraña que la Magaly-Ra no haya criticado en La-Chicha esta vulgar elección para cerrar con broche de oro este abaratado festival —y después protagonizó otro besuqueo asqueroso con el recipiente de líquido ambarino.

– Es que así es la cultura —atajó el Pescadito—: polivalente. Y todos tenemos nuestra propia visión dependiendo de qué lado de la mesa estemos. Somos como los prisioneros encadenados que describe Platón en la alegoría de la caverna: sólo vemos proyecciones del mundo que son meras apariencias de las esencias. Y cada proyección es válida. Y ahí sí, a ver, alégale al ampáyer, my lord —sentenció como si fuera un nuevo reto viral por las redes zoociales.

– Tendrás razón en ello —reparó el Lic. Holguín como potro en plena descarga hormonal—, muchas cosas ciertas nos heredó Platón, y una de ellas es entender que cada quien ve las cosas depende de donde esté encadenado, sobre todo si hay lana de por medio. Aunque no hay que dejar de lado lo que Bauman propuso con el término modernidad líquida, que es un acercamiento a la fragilidad humana.

– Cierto es —dijo su interlocutor…

– Hoy privan unos valores y mañana otros. O para decirlo en términos festivaleros, cuando inició el FAOT había puro chuqui de música y hoy todo se ha relajado… —subrayó el Pescadito

– Sí, y si es cierto como lo es, la modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde la humanidad ha venido cambiando sus valores porque no hay una postura fija, rígida, sólida, que sirva como mojonera para los que vendrán mañana… o para los que llegaron hace poco a darle en la máuser a un trabajo que se había cuidado para que tuviera calidad, aunque convirtiera a Álamos en la cantina más grande del estado y en el miadero mayor de Sonora —observó Óscar Holguín, y luego volvió a lo suyo: al romance cahuamero, con lengüita cachonda y todo.

– Y ya metidos en esto… si yo juntare mierda de perro y le pidiera o pidiese al Cheyk o a la Chevelyn que me diseñen una portada sinfónica, ¿puedo presentarla en el FAOT como libro de poemas? —abundó.

– Buena cuestión planteas, oh, Polacas©, el de las patas hediondas… valdría la pena reflexionar en ello… pero después, que ahorita traigo mucha sed… ¿Y a poco no vas a ir a bailar con Los Azules? —preguntó el Pescadito.

– Pues nomás estoy esperando que publiquen las recomendaciones de cómo hay que vestirse y comportarse en tan significativo recital. Ya ves en un diario de circulación local nos tiraron línea de cómo ir vestido al concierto del Flácido Domingo…

– Ah, pos sí —dijo el Pescadito, y luego se fue nadando en busca de Nemo hacia la mesa 9, donde tres tristes tigres juegan al bútano con tres tristes cheves.

“Pues sí, ya ves que para este 2017 no sólo hay malas noticias, mi güen: también hay pésimas…”, musitó para sí “El Polacas”© mientras miraba con tristeza unas como babas que quedaban en el fondo de la cahuama y recordaba con una cierta añoranza que le apachurraba el corazón a Porfirio “La Jacaranda” Jiménez, presidenta de su club de fans y su Melania particular para cuando hay que soltar el listón de su pelo: desvanece el vestido sobre tu cuerpo y acércate a mí… mmm…

Por Armando Zamora

Fotografía de Alejandro Zabaleta,

correspondiente a la mesa de discusión «¡¿Por qué estaremos tan locos?!», acaecida un viernes 15 de febrero de 2002, en Bar Pluma Blanca, de Hermosillo, Sonora.

[hr gap=»20″]

barajas banner

Sobre el autor

Armando Zamora es todo un obrero en eso de la escritura: poeta, narrador, columnista, editor, redactor de proyectos y escritor fantasma… más lo que se acumule en la semana. La historia reciente consigna que ha ganado más de 30 concursos de literatura y periodismo a nivel local, estatal, regional y nacional; que ha publicado más de 15 libros, que una calle de Hermosillo lleva su nombre y que ha ganado y perdido cientos de batallas… pero de terco todavía se sube al ring de la cotidianidad a dar y recibir los golpes de la vida: “En su salud lo hallará”, como dicen.

También te puede gustar:

5 Comentarios

  1. Chingonsisisísimo, gracias por el retrato preciso de la menguada limosna que aceptan los «artistas» sonorenses (y otros…) cada año.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *