¿Esa es la morra? Simón, esa es. Pues a escucharla. Agarra tu silla.
Palabras más menos fueron las que pronunciamos un colega y yo la tarde de ayer, minutos antes de que Valeria Corella tomara el micrófono para dar lustre a la primera jornada del VI Encuentro de Escritoras ‘Mujeres en su Tinta’, que ayer empezó y hoy acaba, aquí en Hermosillo.
La expectativa por escuchar a Valeria nos vino de leerla -yo editor- o de admirarla en su personalidad -mi amigo-. No fue en balde; esta chica se apoderó del escenario y nos tuvo lelos a más de cuatro. Con más ganas cuando anunció un poema emocionalmente difícil para ella y peor tantito cuando lo leyó…
Si usted no fue pues ni modo, se la perdió. No obstante, esa y otras piezas que Valeria presentó están aquí, ahora, para el lector lectora de Crónica Sonora (qué rimas), con registro fotográfico incluido. Buen provecho.
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Herejías
Juro por todos los dioses
y los santos que no existen,
que si tuviera voz suficiente
les gritaría a todos los enamorados
que huyeran sin despedidas,
sin últimos besos, sin más.
Entre el hartazgo de las teorías
y metodologías, busco y buscaré
tus manos, para refugiarme de
lo que existe más allá de la cama.
Juro por todos los dioses
y los santos que no existen
que le gritaría a todo
el mundo que amara
sin cuidados, sin miramientos,
sin piedad.
Risas, cervezas, cigarros,
pienso y somos, estamos y te vas,
ya no te sujetan mis manos
pero de lejos con los ojos
envuelvo la anchura de tu espalda.
No te sujetan mis manos
te sujeta mi cuerpo, mis piernas
y el recuerdo de los besos
últimos y primeros.
Juro en nombre de María
y todas las vírgenes que no existen
que me desnudaría ante todos
y explotaría en una bandada
de palomas santas.
Pero además de jurar
confieso que hubiera sido
más fácil perder la mitad
de mi cuerpo, la mitad
de los sentidos.
Confieso que me duele
el alma, si tal cosa existe,
que mi vestido favorito
desde que no estás es la tristeza.
Me entrego, canto,
bailo, espero y lloro.
También confieso
que en mi pecar diario
quiero al mundo, a la vida,
todo, con un amor sentido,
sincero, con calor en el vientre
que es mi corazón.
Agreguen a la lista
ya que estamos aquí
que en mi desesperación
me he ido a vivir al
ombligo de la luna y desde acá
te escribo cancioncitas que
no vas a escuchar.
Que me he ido
más lejos que tú, para evitarte
la pena de verme
babear palabras,
moquear que te quiero,
que necesito tocarte,
que me he ido para evitar
que me vieras preguntarle
a los bichos si es verdad
que me quisiste.
Entre el montón de herejías
que podría escribir,
la mayor será por fin
poner en papel y tinta,
que la lengua me duele,
entumecida, de repetir tu nombre
por las noches y rezar,
rogar por que no te falte nada,
porque nada te duela
y que tengas todo
lo que quieres,
aunque no sea yo.
Con la sal de mis ojos
y el color de los tuyos
me haré un mar
para navegar gritándole
al sol y la luna
que, si Dios existe,
está dormido
y no sabe cuánto lo odio
por haberme despedazado
a tajos y no por completo,
por haberme quitado
la única certeza que tenía.
A mis hermanas (dedicado a las mujeres y a las mujeres en lucha. nota del editor)
Soy, somos, los gusanos
que rascan las costras
de bestias tan viejas
momificadas en la decadencia.
Me sé y nos sabemos.
Putas, gordas, feas,
nos besamos con la boca
bien abierta, trenzadas
con los pezones juntos y duros
para que las viejas bestias lloren.
Nos multiplicamos,
seguiremos comiendo,
dejando heridas abiertas.
Amándonos, porque
nadie más nos sabrá amar,
enredando larvas por doquier,
somos la maldad,
semilla inconforme.
Es probable que nos pisen
o que alguna de nosotras
muera bajo los manotazos estúpidos
pero certeros de la costumbre,
Cantamos, bailamos y lloramos,
por ayer, hoy y mañana,
por los que vienen sin ser queridos,
los que están sin saber
y las que mataron por elegir.
Soy, somos, los gusanos
que se retuercen bajo la piel
de la moral y las buenas costumbres.
Veinte
Buenos días,
muy buenos,
llenos de sol
en invierno.
Anoche mientras
vomitaba el vino,
decidí dejar de tomar.
Hoy exijo otro vaso
para acompañar
los cigarros que
ayer juré dejar.
Con dolor y náuseas,
cargando el juicio
en la espalda,
guiñándole a los tacos
seguí a mis pies sabios.
Caminando por la calle
vi un hospital custodiado
por zopilotes y me reí.
Por ser mujer
de risa fácil,
entre otras cosas,
fácilmente me reí.
Caminando por la calle
vi un vago tiritando
no sé si de calor o frío,
entre plástico y cartón.
Por la cruda,
por lo crudo
y por la muerte
me alejé corriendo
a la parada del camión.
¿Las serpientes van al cielo?
me pregunto, para después
recordarme que no hay cielo,
cielo que sólo anuncia
la llegada del verano.
Anuncian que ayer
catorce horas duró el día,
a festejar el solsticio
con el sol en la cabeza,
cabeza como aceite hirviendo,
hirviendo como los cadáveres
echados y burbujeantes,
burbujeantes como la cerveza
con la que me apendejo
para olvidar el olor de las
vísceras frescas, como
las del mercado.
¡O mejor! las de aquel
perro muerto bajo la lluvia,
abierto y ofrecido al transeúnte,
como si fuera natural.
¿Qué es lo natural? me pregunto.
La mediación entre el muerto
y el asesino, que no haya cabida
a errores de juicio,
mucho menos de castigo,
porque como dice el dicho
“el muerto al pozo”.
Volviendo, aún no sé
si las serpientes van al cielo
si el sol derritió al perro,
si el muerto fue al pozo,
la fosa o al monte.
Lo que sí sé,
es que la cerveza es más cara
y con el tiempo es más
difícil olvidar por este medio.
Por Valeria Corella
Presentación y fotografía por Benjamín Alonso
Qué bonito escribes. Me ha gustado mucho el estilo tan intenso, pero a la vez simple de tu pluma. Felicidades! 🙂
Muy buenos, Valeria. Valen la pena las huidas de la Historia. Que vengan más mujeres en su tinta, más horas de junio, tantas como coloquios, simposios y congresos.
Excelente Valeria,
No tenía el gusto. ¡Saludos!
Wooooow! Que tremenda! Me acabo de enfilar en tu lista de fans.
Que encantadora poesía irreverente!
¡Encantadores todos!