El día a día hermosillense nos ofrece escenas como la siguiente. Un varón, parado en la banqueta, observa el paso de las personas. Bueno, más que de las personas, de las mujeres. Y entre ellas, las que visualmente le parecen dignas de su admiración. Y eso, la verdad, lo hacemos el 99% de los hombres. Sin embargo, hay una sustantiva diferencia entre mirar a una mujer -o a cualquier persona- y molestarla. Pensé en difuminar el rostro del mirón, pero me contesté que si el venerable anciano no tiene problema en hostigar, como lo documentan o al menos lo sugieren las imágenes, por qué habría de tenerlo en ser expuesto.
Benjamín Alonso, editor
Fotografía de Luis Gutiérrez
Yo soy el mirón del sombrero y el cigarrote, veo a todos en la calle y más en esta ciudad (CDMX) en la que te cruzas con miles de personas a diario…les veo las partes de su cuerpo, la ropa, las expresiones, el color de piel, la mirada…todo. Muchas veces me acuerdo de lo que una vez me confió la Maestra Adriana Castaños, me dijo que le gustaba y veía con interés a las personas caminar…agregó que cada quien tiene una forma de caminar distinta, así que desde entonces también veo cuerpos en movimiento, es fascinante.
#todosomosmirones
LOL
Exactamente ¿cómo el señor molestaba a las muchachas lindas?