A propósito de que aún es septiembre «el mes del testamento» y recordando que en  agosto dicen que hay un día de los abuelos -fecha que en los últimos tiempos se inventaron por los promotores del consumismo según el registro de efemérides de un miembro de la generación “X” promedio-  resulta que en la ecuación aparece en el tren del humorismo de las redes sociales el jocosamente abordado tema de los terrenos de la abuela.

Y es sobre los análisis de los terrenos de la abuela que se requiere una invitación a no encerrarse en patrimonios, contratos y escritos legales que son estímulos para cansancio, aburrimiento y mortificación algunas veces para corazones atribulados y cerebros agobiados, por ello  vendría muy bien abordar de una forma más emocional y humana estos detalles de posesiones y situaciones naturales de la vida.

Las historias de los orígenes de los árboles genealógicos familiares son como las del bambú que tiene sus raíces y las desarrolla enormemente al interior de la tierra antes que se vea un crecimiento al exterior, siempre dependiendo de cómo vea la historia cada quien y como lo ven las leyes de Universo. Los abuelos son la biografía al alcance, en tiempo real y de primera mano con enseñanzas, las cuales bien atesoradas te ilustran como conducirte en el mundo, como ir avanzando en un camino ya recorrido, es estar como espectador en primera fila y con boleto regalado disfrutando una  master class del valor, la valentía, las agallas, el enfrentamiento al fracaso y el miedo de vivir en carne propia lo que es estar vivo ante adversidades que la vida no te pregunta si quieres o puedes enfrentar, donde no hay nada más que estos personaje y la búsqueda de satisfacer las necesidades de sus dependientes familiares y en ocasiones algunos agregados más.

De esos testimonios que hoy tal vez más de uno habrá de sonreír de forma escéptica pues son propios de melodramas televisivos de los ochenta –o épocas actuales como la Rosa de Guadalupe- donde una madre de familia tiene que dar de comer  a la familia con un blanquillo y seis tortillas en la alacena -decir que tenían cocina y alacena es sentido figurado- o tener que llevar caminando a media noche por el bordo de un canal algo como 10 kilómetros en busca de algún médico al niño enfermo que recae en su mal y bajar los brazos, lamentarse y rajarse nunca figuró en sus pensamientos ni siquiera en los momentos de mayor desesperanza. 

Más allá del pedazo de tierra como el insumo que permite sostenerse y ganarse la vida, la enseñanza es el verdadero terreno, es la historia de surgimiento o resurgimiento ante calamidades propias del contexto histórico de cómo era  la sociedad de “aquellos entonces”. Si era más fácil o difícil salir adelante ya es la óptica de cada quien, habrá que realizar un ejercicio de regreso al pasado un poco y viajar a las entrañas de la vida de aquellos agentes encargados de cambiar las historias familiares que representan estas generaciones. Como de la nada en muchos casos migrar y establecerse en otros contextos desconocidos pero entendidos como la tierra prometida. De pasar de no tener a tener “algo” para salir adelante, un terrenito, una carretita, un changarrito unos con poco otros con más pero siempre teniendo presente el valorar la posesión fruto del trabajo, saber combinar oportunidad y preparación en alto porcentaje no siempre académica sino de olfato, esa que seduce y brinda mayores dividendos para la admiración colectiva y la satisfacción personal. Ese prócer imaginario de los ídolos de emprendedurismo tan de moda en redes sociales muchos de nosotros los tenemos o tuvimos en la historia de familia.

Y a lo mejor es por ahí que se echa a andar el engranaje de esa idea inspiradora para encontrar el propio camino. No sería raro encontrar la pieza del rompecabezas personal. No se trata de ir a los tiempos de la muerte de Caín y Abel. Se trata de preguntar un poco a los consanguíneos que se tienen al alcance, es hacer memoria de una anécdota o de un consejo para darse cuenta que en esos terrenos de la abuela y allegados siempre hemos tenido a los mentores indicados.

Texto de Alejandro Jiménez Bazúa

Fotografía cenital de terreno en Hermosillo realizada por Norberto Corral Rueda

Sobre el autor

Sinaloense avecindado en Ciudad Obregón, Sonora. Egresado del Itson.

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