La primera mitad de la vida de un hombre era una ascensión y la otra mitad un descenso; que en el descenso los días del hombre ya no le pertenecían, porque le podían ser arrebatados en cualquier momento, que por lo tanto no podía hacer nada con ellos y que lo mejor era, justamente, no hacer nada.
—Albert Camus
No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
—Karl Marx
29 de marzo. 2020. Actualmente en aislamiento doméstico. Silencio exterior estridente. Mi nombre, Alejandro. Mi asunto, hablarte de los problemas que rondan los pasillos de mis pensamientos.
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- En la tarde de lo absurdo
¿Cómo caracterizar el progresivo presente global? Tan solo un par de meses antes la existencia era aquello que teníamos que, de una forma o de otra, hilvanar día a día. Las redes de consumo tejían sus sueños en la metástasis de la plusvalía y los sepultureros del planeta, como hasta ese momento lo conocíamos, eran unos bichos raros: guerra nuclear y cambio climático.
Éramos carne magra al interior de los sistemas de producción, ilusiones ontológicas en los espacios escolares, artesanos del clickbait y señores opositantes en perpetua vendimia ideológica. Es decir, éramos materia de lo intrascendente porque ninguno de esos aspectos sostenía en su propia nomenclatura cuestionamientos que hoy, forzados a, elaboramos de forma obsesiva. De un día a otro, sin más, las tesis de lo virtual como modelo imperativo de la experiencia, el concepto de sociedad líquida y toda la parafernalia semántica del eurocentrismo no tiene piso que tocar. Es como si nos hubieran arrebatado nuestro mundo de forma tan violenta que aún sentimos el eco de la estridencia.
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- Angustias en proceso
Lo que ahora ocupa nuestra conversación pública es, de manera unívoca, la disección de una ristra categorial que poco o nada tiene que ver con el mundo del espectáculo que un virus ha incendiado sin siquiera prenderle fuego. En boca de tantos, la idea preconcebida de sistema de salud pública, se ha vuelto la principal letanía. El pánico, sugestión, obesidad intelectual por alto consumo de fake news, incluso la propia inflexión de clase, han sido los principales combustibles que activaron el motor de la experiencia del pensamiento de la sospecha. De un momento a otro la danza de la muerte —tan cerca al tiempo que tan lejos,— ha exhibido lo mejor y peor de nuestra colectividad humana.
Aunado al debate sobre la sanidad está el posible colapso económico. Pocos lo expresan con todas sus letras. Ello no exenta al síntoma: ésta es la peor crisis global que ha enfrentado el neoliberalismo y todo parece indicar que es la última, antes de que el virus devore dicha forma operativa.
Los más sosegados —Žižek— anuncian el fin del capitalismo. Por más que el ochenta por ciento de la población que lo padece así lo quiera, la historia del mismo evidencia su muy probable transformación y sobrevivencia: la historia del capitalismo como epidemia, la epidemia en la historia del capitalismo.
- Gripe española de 1918.Fue mucho peor que el COVID-19 y aquí seguimos a la deriva irresponsable del capital financiero.
- Crack del 29. Si bien no corresponde a un tema inicial de salud pública, su irradiación de la miseria aunada a su incremento de suicidios, hambruna y desempleo, expresa la fortaleza del sistema.
- Segunda gran guerra, guerra fría, el 9/11, estallido de la burbuja inmobilaria en 2008. De nuevo, casos no sanitarios, empero de índole internacional que erosionaron poblaciones enteras.
- SARS, H1N1, ébola. Momentos apilados en la sección oscura de la memoria colectiva.
La colección es vistosa y contiene en su interior un bazar de osamentas y delirios calcinados que rompieron como olas en la arena de su propia circunstancia dolorosa.
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- Los diletantes salieron a comer
Este virus nos ha desnudado. Ha desollado nuestra humanidad. Vino a interrumpir nuestro sueño existencial. Es tan profunda su potencia y tan largo su alcance que podemos reflexionar nuestras propias condiciones desde cualquier ángulo.
Podemos partir de algo tan trivial como es el acto de lavarnos las manos y decir que dicho acto es ya un síntoma de clase. A todas horas, aquí y allá, nos recomiendan una higiene extraordinaria, sin embargo 2100 millones de seres humanos, según la OMS, no tiene acceso a agua potable. Es decir, aquello que ayuda a mitigar la transmisión es ya un privilegio pues en un mundo donde un ejercicio tan básico no es compartido por todo aquello que entra en la categoría de lo humano, es un privilegio. Este síntoma es por sí mismo un poderoso recordatorio de la magnitud y amplitud territorial del privilegio como acto separador de posibilidades existenciales en el marco de lo material, mismas que puedan sostener un transcurso digno.
Uno de los puntos más publicitados en este momento es el llamado a quedarnos en casa. Esta es la medida más polémica porque supone un antecedente de variantes múltiples para que su efectividad revele su potencia. Partamos desde lo general.
«Si tuviera la posibilidad omnipresente de que cada persona con acceso a internet leyera, sin más, este ensayo, la mitad de la población no podría porque no tiene acceso»
Si tuviera la posibilidad omnipresente de que cada persona con acceso a internet leyera, sin más, este ensayo, la mitad de la población no podría porque no tiene acceso. La Coneval reporta que hasta 2019 más de la mitad de la población en México no tiene seguridad social. Es decir, una de cada dos personas, en este país, no cuenta con protección si tuviera que ausentarse laboralmente por motivos de salud. Se entiende, ahora, el sentido de urgencia en voz del subsecretario de salud. La euforia estadística no termina aquí. Las carpetas abiertas por violencia intrafamiliar, tan solo en 2019, sumaron 178 mil 571, en todo el país. Ello, como dicen los conspiradores del conteo, sin tener en cuenta los casos que no se denunciaron. Si comparamos la cifra anual con años anteriores, lo único que ha hecho es aumentar. Cada día estamos más frustrados, más molestos, más cansados, más dispuestos a asesinar: necrocapitalismo.
Si lavarse las manos cada dos por tres es un privilegio no reflexionado, traigamos a la palestra el elefante en la habitación: derivas de salud mental. Quedarse en casa supone, en su comienzo, cortar la movilidad, pausar los ejercicios de socialidad, el claustro como freno del contagio. Ahora, esta medida ocurre en el siguiente contexto.
1.9 millones de personas, según datos del INEGI, está desempleado. Esta cantidad es dependiente de personas en estado productivo. Del cien por ciento que se reporta laboralmente activo, el cincuenta y seis por ciento lo hace en el sector informal. Cabe decir: una de cada dos personas en situación productiva no puede quedarse en casa por medianos o largos periodos de tiempo. Es por ello que el país no ha activado un shutdown ya que de hacerlo supondría pulverizar la frágil economía nacional. Si las personas no tienen para comer, tendrán que robar.
Cada hora, en este país, ocurren 87 robos.
Si bien aún no existen estadísticas de incremento de incidencias en tiempos de pandemia, no es difícil prever que la declaratoria de Estado de excepción como ya sucede en Italia, Francia, España, Alemania, Perú, El Salvador y Estados Unidos, sea el siguiente paso lógico desde las maniobras de seguridad del ejecutivo mexicano.
Ahora, si el encierro fuera voluntario, el panorama que de ello deviene resulta en lo siguiente. Que en México 38.85 millones de personas, según el INEGI, se siente o se ha sentido deprimido. Aunado a esto, el suicidio es la segunda causa de muerte en aquellas personas que comprenden entre quince y veintinueve años de edad. A este cóctel de patologías tendríamos que sumarle la cantidad de alcohólicos y drogodependientes, que del mismo modo impacta más al sector poblacional enmarcado en el rango de edad que recién mencionamos.
Los diletantes del romanticismo a quedarse en casa salieron a comer en un mundo tupido de parias invisibles la mayor parte del tiempo, quienes ahora son incandescentes de forma negativa: pueden contagiarnos. La revancha de la clase media en el tiempo extra del neoliberalismo, obtusa, mastica ilusionismos ciudadanos de alquiler.
Fotografía de portada por Vpermencom