Abrimos semana con una reflexión que «los puede poner a pensar», como dice la Carta del Director en el #6 de CRÓNICA SONORA

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La marcha por el Día Internacional de la Mujer, celebrada en gran parte del mundo cada ocho de marzo (8M), es la más clara expresión de la consolidación de la transformación del movimiento feminista, que ha sido identificado por activistas y especialistas en el tema como una cuarta ola feminista o, mejor dicho, un “tsunami”. Esto por la potencia de su movilización y lo avasalladora que representa la lógica y los objetivos de la lucha feminista actual: violencia, feminicidios, desigualdad, misoginia, limitaciones para decidir sobre nuestro propio cuerpo. Es un nuevo movimiento pero con aspiraciones y anhelos que se conectan con el pasado al poner en el centro de la lucha antiguas demandas no resueltas. Las diferencias: un movimiento que se caracteriza por ser un feminismo de mayorías, más radical, menos liberal y que en muchos sectores se autodefine desde el anticapitalismo y el antirracismo. Es un feminismo global que confluye en redes transnacionales. 

Por otro lado, es evidente que no estamos ante un solo feminismo, por eso se habla en plural, de feminismos. Hemos reconocido que hay una diversidad de demandas, actoras y grupos diferenciados ligados no sólo a una condición de género, sino también al origen étnico, a la clase. No tiene las mismas necesidades y objetivos una mujer de clase media, con acceso a la educación en un espacio urbano, que una mujer de origen indígena que vive del campo y de la preservación de su tierra, de saberes y prácticas ligadas a la tradición. Por ello el esquema de la interseccionalidad se vuelve sustancial para reconocer las múltiples luchas de las mujeres en espacios y contextos diferenciados.

¿En dónde está el origen de este tsunami? Aunque no hay precisión al respecto, es posible reconocer esta nueva etapa del movimiento feminista en el año 2010, en el marco de otras movilizaciones sociales que marcaron a diferentes espacios nacionales en el mundo, como la Primavera Árabe, el 15M español, las protestas griegas, entre otras.

El feminismo apela al pasado del movimiento para extender un lazo continuo

El 8M forma parte del calendario feminista junto a las conmemoraciones del 25 de noviembre (Día de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres) y del 28 de septiembre (Día de Acción Global por un Aborto Legal y Seguro). Estas fechas son el vínculo con las expandidas formas de manifestación y conmemoración como recurso activador de la memoria y su resignificación. El feminismo se alimenta de su propio pasado y lo articula al presente. El feminismo apela al pasado del movimiento para extender un lazo continuo en la lucha por emancipación y/o autonomía de la mujer. 

El conmemorar implica un vínculo con la memoria y con el deseo y objetivo de no olvidar. El 8M como conmemoración permite nombrar lo que falta, en cuanto a igualdad de derechos; al tiempo que recuerda y le pone nombre a cada una de las mujeres víctimas de la violencia, apela a la justicia y a la no repetición. Las movilizaciones feministas han hecho posible el surgimiento de nuevos lugares de memoria. Asimismo, cuestionan espacios ligados a la narrativa oficial y nacionalista de la historia, el patrimonio y la identidad cultural mexicana. 

Sobre el tema, el debate es acalorado

Las acciones iconoclastas son un ejemplo de ello. Sobre el tema, el debate es acalorado. La sociedad se divide al respecto entre quienes defienden la propiedad privada y el patrimonio cultural de la ciudad-objeto, y las personas que reconocen las causas de la “rabia” o la justificación para tales actos ante la indolencia social y de las instituciones ante la violencia de género. La iconoclasia forma parte de la historia de la humanidad y responde a contextos particulares desde los que se cuestionan los símbolos del pasado, pero también los del presente y sus estructuras económicas y políticas, según el caso. 

Los medios aún promueven encabezados con la palabra “vandalismo” para describir los actos efectuados en protestas no sólo feministas. Es decir, recientemente, a nivel global, encontramos actos iconoclastas contra figuras y símbolos materiales que representan el sostenimiento del racismo y el colonialismo. Como el caso del movimiento Black Lives Matter, o las protestas en Canadá en torno al descubrimiento de fosas con los cuerpos de cientos jóvenes indígenas que fueron víctimas de un genocidio cultural durante la segunda mitad del siglo XX. Acciones políticas que se explican en función de un contexto político específico en donde, como señala el historiador Enzo Traverso, hay una historia de opresión y de visibilización de actos pretéritos vinculados a la violencia y la discriminación.

Las acciones iconoclastas deben ser entendidas desde su complejidad. Estas son llevadas a cabo por grupos feministas a partir de posicionamientos anticapitalistas, pasando por la crítica de la construcción de la historia nacional, combinada con un hartazgo consistente ante el alza de los feminicidios y las pocas medidas efectivas para reducirlos por parte de las autoridades; además de una banalización de las acciones pacíficas de las mujeres por parte de la sociedad, los medios de comunicación y las instituciones. 

El feminismo cuestiona, desarticula narrativas “naturalizadas”

Esta apropiación del espacio público también la encontramos en la construcción y consolidación de lugares de memoria a través de la creación de anti-monumentos y memoriales con una carga simbólica que ha permitido tejer una identidad colectiva sustentada en la lucha histórica feminista (conmemora el pasado), así como un recordatorio de la latente violencia de género, espacio en el que además se recuerda, y en algunos casos, se nombra a las víctimas de esa violencia. En 2012, por ejemplo, se colocó la “Antimonumenta” frente al Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México. 

Los lugares de memoria son la combinación entre un espacio, a veces material, a veces abstracto, que contiene significados y da sentido a la activación de la memoria colectiva. Algunos de estos lugares se convierten en espacios alternativos que confrontan otros lugares, otras memorias. El feminismo cuestiona, desarticula narrativas “naturalizadas”, pone en tensión discursos y narrativas que perpetúan la desigualdad y la violencia. El feminismo es revolucionario de origen y su continuidad depende de ello. La violencia de género, los feminicidios, el acoso, la desigualdad en diferentes ámbitos explican estas expresiones de frustración, rabia y necesidad de justicia.

Por Magaly Vásquez

En portada, una señora camina entre las pintas que dejó la manifestación del 8M en Hermosillo.

Fotografía de Luis Gutiérrez / NORTE PHOTO

Este artículo se publicó originalmente en el #6 de CRÓNICA SONORA, febrero – marzo de 2023:

Una versión extendida de este ensayo se publicó en este libro, editado en 2022 por la UAM, disponible para préstamo en Hermosillo vía Biblioteca «Freedom Speech» de CRÓNICA SONORA:

Sobre el autor

Margarita Vásquez Montaño, mejor conocida como Magaly o “la Maga”, es una sonorense que hizo del altiplano mexicano su segundo hogar. Feminista crítica, soñadora rebelde y amante de los días de sol, de una buena charla, de la sabrosa lectura de un poema y de la fortuna de disfrutar la espontaneidad del día a día. Egresada de la Universidad de Sonora, Maestra y Doctora en Historia por El Colegio de México. Se ha especializado en la historia de las mujeres del siglo XX. Escribe además crónica, narrativa y poesía de vez en vez. Actualmente radica en Toluca, Estado de México donde trabaja como profesora investigadora de El Colegio Mexiquense.

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