Nacozari de García, Son.-

Para que no anden diciendo que somos un pueblo desmemoriado, la noche de anoche nos refundimos en una cantina histórica, al parecer la primera en el estado de Sonora o al menos la más antigua en funciones. Se trata de la Nacozari 1890, tugurio encallado en el mero centro de este pueblo minero.

Como su nombre y su fachada lo indican, fue fundada el año de 1890 y desde entonces no ha parado de trabajar. Anoche, cuando llegamos, gritaron hurras y vivas por una jugada beisbolera que no alcanzamos a ver. «Son muy fans de la pelota», observó el fotógrafo.

-¿Blanca o roja?, preguntaron del otro lado de la barra.

-Blanca, porque estamos a dieta, respondió mi partner como queriendo dar a entender que no por venir de la ciudad y pedir blanca somos menos hombrecitos que los presentes. Cierto, lo de la dieta no nos dejaba muy bien parados que digamos, pero fueron indulgentes con nosotros tal vez por nuestros rostros largos y estragados, producto de tanta pinchi curva y de esa piedra bastarda que nos ponchó.

Volviendo a la cantina, no podía faltar la infaltable (hay gente que así escribe) rocola. No terminábamos de presentarnos cuando irrumpe una canción, ni más ni menos que «El Noa Noa» de Juan Gabriel. Me va a quedar muy bien la nota, pensé, y di órdenes al fotógrafo de retratar al culpable de mi alegría.

-Así que esta es la cantina más antigua de Sonora, increpé al Frank Robles, bisnieto del fundador.

-Así es, reviró, y presto fue por el marco y el folder de fotos, tal como me habían prevenido.

Además de estos valiosos documentos, Nacozari 1890 conserva objetos que datan del mismísimo día de apertura, como la barra, la vitrina, la caja (que sigue funcionando) y un simpático par de cajoncitos.

Pregunto a Frank qué clase de fauna asiste al lugar.

-Vienen muchachas, gringos, parejas, familias, de todo. Eso sí, nada de talón.

Y ciertamente se respira un aire fresco. No la hediondez de otros congales que he conocido en plan borracho.

«¡Nos vemos mañana!», se despidió un parroquiano. «¡Hasta mañana!», respondieron en coro.

-¿Quién es, cómo se llama?

-Luzanía (sic)

-¿Cliente habitual?

-Desde que yo recuerde.

Cerca de la retirada mi teléfono suena. La rocola brama y no escucho a mi interlocutor. Frank me señala un recuadro en la pared y oh sorpresa, es una puerta. La traspaso y oh sorpresa otra vez, conduce a una especie de privado genial.

-¿Qué tal Nacozari?

-Muy bien. Rompimos la dieta y cenamos a hartar.

-Órale, ¿y ahorita qué hacen?

-Estamos trabajando.

Nos despedimos del personal y yo digo que les caímos muy bien. Tanto que se olvidaron de preguntar dónde y cuándo sería publicado el artículo. Pero eso no importa. Cuando vengas a Nacozari no te pierdas ese privado. Eso es lo que importa.

Texto y fotografía en carretera por Benjamín Alonso

Fotografía en cantina por Luis Gutiérrez

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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8 comentarios

  1. Me gusta mucho tu trabajo, mis padres eran de Pilares de Nacozari, un pueblito muy lindo, solitario, hace muchos años anduve por alli. Seguire pendiente de tus articulos, por que hay muchos lugares que pase por alto, Gracias Buen viaje.

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