Desde The incredible shrinking man (Jack Arnold, 1957) hasta Honey, I shrunk the kids (Joe Johnston, 1989), es posible contemplar el mundo a partir de una escala diferente. Gulliver, Alicia y Chespirito lo saben muy bien: si te haces “chiquito”, la aventura crecerá.
El universo Marvel presentó así, la primera entrega de Ant Man (Peyton Reed, 2015). Una película “pequeña” cuya elevada recaudación en taquilla le aseguró la secuela.
Sin embargo, aquello que había sido bien elaborado hace tres años, se pierde en esta nueva odisea.
En esta ocasión, Ant Man and The Wasp (Payton Reed, 2018) inicia donde la anterior concluyó. Después de los desastrosos eventos en el aeropuerto alemán Leipzig/Halle presentados por Captain America: Civil War (Anthony y Joseph Russo, 2016), Scott Lang /Ant Man (Paul Rudd) se reúne otra vez con su mentor, el Dr. Hank Pym (Michael Douglas) y su interés romántico Hope/The Wasp (Evangeline Lilly).
La misión es simple y a la vez compleja. Se trata de ir al rescate de Janet (Michelle Pfeiffer, en cameo extendido), mujer de Pym y madre de Hope, perdida en el universo cuántico. Ella es The Wasp, la original.
La trama se complica debido a la presencia de personajes cuya villanía apenas se siente amenazante: Sonny (Walton Goggings), un traficante de tecnología; Ghost (Hannah John Kamen), mutación capaz de traspasar la materia y, en menor medida, Foster (Laurence Fishburne), el ex socio de Pym, rencoroso y resentido.
En la otra esquina, más figuras de relevancia. La clicka de Scott Lang/Ant Man. Luis (Michael Peña), eficiente desahogo cómico de toda la película, Dave (T.I.) y Kurt (David Dastmalchian), patiños del primero; y en paralelo, la familia de Scott: Maggie (Judy Greer), la pequeña Cassie (Abby Rider Forston) y Paxton, su padrastro (Bobby Canavale).
Así, el argumento elabora, a cada paso, episodios acerca de las relaciones familiares entre Scott y los suyos. En ese sentido, Pym y Hope, tampoco se quedarán atrás.
Es verdad, las secuencias de acción son impecables y llenas de adrenalina, pero los capítulos telenoveleros resultan de bostezo por lo que representan el lastre de Ant Man and The Wasp.
Aquí el destino del planeta no es amenazado. Se trata de la unión del hogar. La armonía doméstica. La felicidad.
Si la intención, a base de humor y de la supuesta simpatía que despierta Scott Lang/Ant Man, junto al carisma cómico de Luis – a quien le han sido otorgadas las escenas más hilarantes del filme -, era crear un Deadpool (Tim Miller, 2016) familiar, la película falla por exceder la dosis.
Ahora, si lo que se busca es producir una serie con cierta independencia de los héroes marvelitas, Ant Man and The Wasp, termina por traicionar la idea al unirse de manera irremediable a la mitología más reciente de la franquicia.
Ustedes verán porqué. En la secuencia post créditos.
No es posible hacer un cuestionario al guión de esta película sin reprobar a sus autores: ¿Cómo es que Janet permanece 30 años en el universo cuántico sin consecuencias físicas o mentales? ¿Qué comía? ¿De que manera, en nombre de Gregorio Samsa, es posible “domesticar” hormigas?
Algo de lógica habría sido de enorme, gran, gigantesca utilidad.
Los trucos rejuvenecedores de CGI, en los rostros de Michael Douglas, Michelle Pfeiffer y Laurence Fishburne, siguen produciendo inquietud.
Sin embargo, Ant Man and The Wasp apenas cumple con su cuota de diversión. Y miren que hay una hormiga tocando la batería. Y una avispa guapísima que casi le roba el protagonismo al héroe.
Ant Man es un héroe con una vida ordinaria. Lejos han quedado los años de la guerra fría, con genios de bata blanca a la izquierda o a la derecha de la ciencia. Fantastic Voyage (Richard Fleischer, 1966) se convierte en la referencia clásica, por excelencia.
Lo que antaño se exhibía en los auto cinemas, ahora es posible sustituir, gracias a la nanotecnología de esta cinta, por una función final a partir de una lap top.
¡No contaban con mi astucia!, diría El Chapulín Colorado.
Por Horacio Vidal