Ciudad de México.-

Tengo motivos de sobra para querer y defender a la UNAM. Ahí estudió mi padre, en la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso, yo pasé por sus aulas, ahí estudia mi hijo la preparatoria, en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Sur y ahí trabaja mi esposo, en el Instituto de Investigaciones Filosóficas.

Sin embargo, no es por alguno de estos motivos que quiero manifestarme en su defensa. Desde su nacimiento, el 21 de septiembre de 1551, cuando era llamada La Real y Pontificia Universidad de México, hasta su fundación como Universidad Nacional de México el 22 de septiembre de 1910 con su primer rector Joaquín Eguía Lis, bajo el mandato de Porfirio Díaz, hasta su declaración como autónoma durante Emilio Portes Gil, la UNAM ha sido semillero de cultura, pensamiento crítico, lucha social e investigación científica.

Los tres premios Nobel mexicanos han pasado por sus aulas. Octavio Paz en literatura, Alfonso García Robles, de la paz y Mario Molina, de química. La UNAM es considerada una de las mejores universidades de América Latina pues en ella se forman personas críticas, útiles al país y a la sociedad, promotores de la ciencia, la cultura, las artes, el pensamiento filosófico, el análisis y el debate político, además de fomentar el deporte y el sano esparcimiento no sólo entre la comunidad universitaria sino entre la sociedad toda.

La UNAM fomenta la libertad de pensamiento y de cátedra y sus espacios son foros para la discusión y el debate de cualquier tema relevante desde un punto de vista plural, crítico y sobre todo, autónomo. La UNAM es un espacio abierto a las ideas de todas las culturas y corrientes de pensamiento. Y literalmente, es un “espacio abierto” en el sentido arquitectónico. Con casi tres millones de metros cuadrados, incluyendo la reserva ecológica, el jardín botánico y el estadio universitario, sus edificios emblemáticos como la torre de rectoría y la biblioteca central están decorados con murales de Edmundo O’Gorman y David Alfaro Siqueiros y son patrimonio de la humanidad.

La sala de conciertos Nezahualcóyotl, cede de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, es una de las mejores del mundo y su acústica es de primerísimo nivel. Caminar por las amplias calzadas entre las facultades y escuelas, por sus jardines y bosques es una experiencia gratificante pues no sólo se contempla la belleza natural, sino también se respira en el ambiente el entusiasmo por el conocimiento, por el saber. Es hermoso ver a los jóvenes apresurándose para llegar a tiempo a clases o para devolver o sacar un libro dela biblioteca central o para asistir a alguno de los cientos de eventos culturales gratuitos y de primera calidad que ofrece la universidad. O presenciar alguna competencia deportiva en alberca olímpica o en el estadio.

A título personal, la UNAM me ha dado la oportunidad de conocer a grandes profesoras y profesores de quienes no sólo aprendí cosas útiles, sino también cosas bellas, imperecederas. Maestros y maestras que recuerdo con cariño por su entrega, por su sabiduría y por su vocación como Colin White, Nair Anaya, Eduardo Lescano o Federico Patán, cuyas enseñanzas me abrieron la mente en muchos sentidos y me ayudaron a crecer como persona de muchas maneras. Toparme con ellos y con mis compañeros por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras era hermoso y gratificante y más si había oportunidad de intercambiar algunas palabras extra muros.

Amo la UNAM y porque la conozco desde dentro sé que quienes se empeñan en destruirla y en desprestigiarla no son universitarios sino sátrapas, vándalos ignorantes, embrutecidos, empujados por grupos ajenos a la UNAM para destruir el saber y crear el caos para así poder manipular a la comunidad universitaria hacia su “causa”, que no es otra que la de hacerse con la UNAM para usarla como trampolín hacia sus fines políticos.

Desde siempre, grupos de porros tanto de izquierda como de derecha han querido quitarle a la UNAM su autonomía y su libertad de cátedra y aunque han logrado crear grupos antagónicos, no han conseguido dividir a la UNAM en su esencia, en su fin último que es el de seguir siendo la matriz del conocimiento, de la investigación científica y tecnológica, de la cultura y las artes y del pensamiento crítico en México y en América Latina. ¡Gooooya!

Por Teresa Padrón

Escena en CU la tarde de ayer. Fotografía de Cuartoscuro.

Sobre el autor

Teresa Padrón Benavides (Matamoros, 1967) es Licenciada en Traducción por la UABC, casi Licenciada en Letras Inglesas por la UNAM y próximamente Licenciada en Literaturas Hispánicas por la UNISON.

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1 comentario

  1. Un dato interesante, el estudiante de Ciencias Políticas que tomó la bandera deshonrada, para darle un último trámite protocolario que se debe hacer en este tipo de casos con símbolos patrios que han sido defenestrados. Dijo: «yo apoyo la libertad y la autonomía universitaria, pero con la bandera que no se metan, es un símbolo de mi país», bien por eso.

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