Saludamos el retorno de Ana Lucía Castro Luque a esta temblorina casa editorial

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Ciudad de México.-

I. Simulando el simulacro

Son las 12:04 y un mesero se acerca a los comensales y nos dice: les recordamos que en unos minutos se va a realizar el simulacro, para que no se asusten. Se trata del ejercicio organizado por el Sistema Nacional de Protección Civil cada 19 de septiembre con la intención de preparar a la población para un eventual temblor o peor aún, para un terremoto. En realidad, yo ya andaba muy inquieta desde las 11:00 de la mañana, hora en que había puesto mi recordatorio porque no me gustan las sorpresitas. Pago la cuenta y me dirijo a la calle, creo que es un buen momento para escribir.

A las 12:19 exactamente se escucha la alarma y el anuncio de peliculesco que indica: alerta sísmica, alerta sísmica, cuatro veces se repite y aun y cuando sé que es un simulacro siento cierta exaltación en mi corazón (me pregunto si a otras personas les pasa igual); me encuentro en la esquina de Félix Cuevas y San Francisco en plena colonia del Valle y lo primero que me impresiona son los autos que no se han detenido, qué pasa. En defensa de los “cocheros” quiero suponer que no escucharon la alarma; pero más allá, empiezo a enojarme porque en realidad no entiendo su reacción. Desde la banqueta volteo y veo a los empleados del restaurant Clip que reunidos ríen (no puedo imaginar de qué) y los comensales se han quedado en sus lugares consumiendo como si cualquier cosa, más frescos que una lechuga.

Mi cabeza vuela ¿Qué no estamos en un simulacro?

Por la calle San Francisco, observo a los trabajadores de la Secretaría del Trabajo que tratan de cruzar la calle, pero los carros no se lo permiten. De repente escucho en las bocinas “el simulacro continúa, gracias por participar” y estos carros que no se detienen y hasta se percibe enojo en los conductores que hacen sonar el claxon. En ese momento, se envalentona una mujer policía y detiene el tráfico para que los que sí están “participando” crucen lentamente, viendo tranquilamente sus celulares, riendo y algunos hasta aprovechan para fumar. Es por demás, es todo confuso… y pienso, ¿será que todos estamos simulando algo? 

Por supuesto, el tráfico en Félix Cuevas continúa casi a su ritmo normal cruzó con mucho cuidado porque como fuereña y peatona, no sé exactamente qué me corresponde hacer (tampoco me di a la tarea de enterarme). Hablando de los peatones, checo que casi nadie se suma y los vendedores ambulantes siguen con su chamba, algunas personas comen tacos de canasta y un empleado de una agencia de envíos baja de su auto paquete en mano y se dirige a entregarlo, él tampoco se ha enterado de nada. 

En eso llegó lo inevitable y mi mente se va malamente hacia 1985, año en que por azares de la política me sorprendió aquel fatídico terremoto y entonces la cabeza vuela aún más, es un momento muy inquietante los recuerdos son muy muy nítidos. Han pasado los años, 37 para ser exactos y aún recuerdo a mi cuñado Pedro, aquel 19 de septiembre despotricando contra el gobierno de Miguel de la Madrid que no daría respuesta pronta, ni tardía: debería de ordenar que se abran las ferreterías y que la gente pueda tomar picos, palas, linternas, guantes, cascos… cómo es posible que lo estén haciendo con las manos casi a obscuras y este pinche presidente no actué, proponía y con razón. Por allá mi hermana Lourdes lloraba, lloraba de impotencia, fueron momentos alucinantes pues en la zona donde nos encontrábamos no habíamos pasado de sentir el movimiento telúrico muy muy fuerte y a pocos kilómetros había un desastre total, escenas apocalípticas que creía haber olvidado, también creí que había olvidado el miedo, pero no, en esa esquina del Vips, el corazón latía fuerte, muy fuerte pues recordaba el momento en que dije a mi familia: yo no puedo ver esto por televisión.  

Sin alcanzar a descifrar del todo el simulacro, me dispuse a aparentar que también cooperaba cuando de repente escucho: compañeros del piso 1, adelante y salen un montón de Godínez, Gutierritos, Gonzalitos y las Martínez que se habían resguardado en la explanada entre el Vips y Walmart. ¿Y los consumidores de este último, se habrán unido? ¿Y a los trabajadores del supermercado, los habrán dejado salir? Piso dos, avance, piso tres, quién sabe cuántos y de dónde seguían saliendo más y más trabajadores todos con sus respectivos gafetes. Recuperada del lapsus lagrimoso del 85, me uní a una fila de Armendáris, López y Castros, caminé junto a ellos rumbo al banco simulando que era parte del simulacro. Caminé pensando que el ejercicio de preparación era para aquellos que se encuentran laborando en una oficina, alumnos que están en una escuela o trabajadores de un hospital y no para quien pasea a su perro, compra el periódico o va rumbo a un cajero.

II. Dejen de simular 

Oiga, oiga me llamó una señora que alimentaba a un bebé señalándome un cartel que rezaba “te cambio uno de estos dulces por despensa”, iba a sacar el monedero cuando se desata la alarma sísmica de nuevo. ¡Venga señora, parece que algo sucede! Me miró como si yo hablara otro idioma. Yo tampoco entendía qué decían en las bocinas, me encontraba a la mitad de la cuadra y decidí caminar hacia la esquina sin comprarle los dulces a la mujer que tranquilamente se quedó sentada amamantando; intento alcanzar la esquina y en eso, veo en las escaleras de un lugar llamado City Shops del Valle, un tropel de trabajadores, los Gómez, las Armentas y más Godínez que vienen desencajados, bajando rápidamente y sin ver sus celulares… lamento no ser tan ágil como para tomar esa foto, la foto. ¿Está temblando? No estoy segura me contesta una mujer (ahora sé que eran las 13:06) y al llegar a la esquina volteamos hacia arriba para verificar si en realidad se estaba moviendo el mundo o era falsa alarma porque en los pies, a ras de calle, no se sentía casi nada. 

“Adelante, código rojo pisos 1, 2 y 3” me coloco cerca de los brigadistas para escuchar. “Si te fijas, las lámparas del piso 5 ya se tranquilizaron”. “Sí, pero mejor manda el código rojo”. “Brigadistas, estamos en código rojo por favor, todos los pisos repórtense”. “Pisos 6, 4, 5 y 3 sin novedad”, “Aquí, planta baja y pisos 1 y 2 están terminando de evacuar”. No es broma, ha temblado de nuevo en un 19 de septiembre, ¡es increíble!, regreso sobre mis pasos hacia el Hospital 20 de noviembre y de paso veo a la señora que seguía sentada en el mismo lugar, al parecer sin registrar nada, ahora la niña a su lado juega dentro de una caja de cartón. Tampoco le compré los dulces.

Oiga, ¿me permite unas preguntas? ¿Cuál es su nombre? Fernando Rendón ¿Dónde estaba en el momento del temblor? Trabajo en el área de hemodiálisis, ahí estaba. ¿Lo sintió fuerte? Sí tuvimos que salir. ¿Y los pacientes? Los pacientes de quedan conectados, me dijo con cierta frialdad. Me desconecté ante esta respuesta, confieso que no la esperaba. ¿Cómo te llamas? Viridiana Rubio, ¿trabajas en el hospital? Sí en el área de personal. ¿Escuchaste la alarma? Sí, sí y ¿qué sentiste? Sentí lo mismo que en el 2017, dudé de si estaba temblando, me bloquié. Luego reaccioné y desalojé mi lugar y sentí miedo por lo sucedido en el 2017 porque luego se ven las consecuencias, como lo sucedido en la Roma.

Oiga, le puedo hacer unas preguntas me acerco a una enfermera y su compañera me dice, no, no puede, está muy nerviosa… ni hablar. Volteo a la calle y confirmo que el tráfico continúa su marcha, bueno estos nunca se detienen ¿o qué? Hola, ¿te puedo entrevistar? Claro que sí. Bien, ¿cómo te llamas? Claudia Briceño. ¿En qué área trabajas? En la consulta externa de nutrición, octavo piso. Cuéntame qué paso. Pues cuando empezó el temblor una señora se soltó llorando y yo la tranquilicé y en ese momento me llama mi esposo y yo también estaba grabando un video, ¿quiere verlo? Por supuesto le digo y pone el video en su celular. “Mire, mire como se mueven las frutas de cartón que tengo colgadas en el techo, con ellas le explico a la gente que debe comer bien”. Realmente es muy simpática y amable para conversar en estos momentos. Pues como vio en el video, yo tranquilizaba a la señora y le decía que se no preocupe que el edificio es muy fuerte. ¿Y si lo es? Pues eso nos han dicho, se suelta riendo. Oiga, Usted está muy preparada para estos acontecimientos, sí nos han dado muchas capacitaciones, ya sabe para atender a los pacientes, algunos están en sillas de ruedas, porque esto puede suceder en cualquier momento y mire, nos agarró con pacientes. Oiga, ya por último ¿tiene alguna idea de por qué tiembla en septiembre? Yo creo que son profecías de Dios, no sé por qué en este mes y en este día, por eso digo que es Dios.

13:37 la gente sigue afuera del hospital, en general se ven muy tranquilos, casi nadie llora, quienes lo hacen son mujeres. ¿Oye me ayudas con unas preguntas? Sí cómo no ¿Tu nombre? Carlos Delgado. ¿Dónde estabas en ese momento? Estaba adentro iba al comedor. ¿Escuchaste la alarma de la calle? No, para nada, pero el celular me avisó. ¿Sentiste el temblor? Sí y ¿qué más sentiste? Mucho estrés, miedo por la familia. Oye y ¿por qué crees que tiembla en septiembre? Yo digo que es por el cambio climático y en estas fechas es la transición entre las estaciones y al cambiar la presión atmosférica las placas tectónicas se reacomodan contesta como buen habitante de la ciudad de México. 

Las 13:45 y no sé con exactitud qué paso, no se me ha ocurrido ni ver las noticias. Saben algo de la magnitud le pregunto a unos jóvenes sentados alrededor de una maceta muy sonrientes, pues dicen que fue de 7.4 y el epicentro en Michoacán, hasta ese momento fui consciente de que estábamos ante un movimiento telúrico serio. A pesar de esto, los jóvenes ríen, otras personas comen, los autos continúan su andar y yo escribo y tomo algunas fotos. ¿Su nombre? Ricardo Juárez, ¿escuchaste la alarma? Si escuché la de la calle y la del celular. ¿Te da miedo? No, lo sentí ligeramente y además tengo cursos militares, bajé tranquilo. Y ¿por qué crees que tembló justo hoy? Ah que buena pregunta, no creo que sea solo casualidad, yo creo que tiene que ver con la geología, debe haber algo físico. No creo que sea solo “porque hoy toca” y suelta la carcajada. 

Usted señora, ¿cómo se llama y cómo lo vivió? pregunto a una mujer que se acercó muy interesada. Pues yo andaba aquí barriendo la banqueta, lo sentí poco y no me da nada de miedo porque creo en Dios. Cambiando los papeles me cuestiona ¿Y Usted por qué escribe? Ah porque me gusta decirle a la gente lo que pasó, que quede memoria del suceso. ¿Y no tiene miedo? La verdad, sí me da miedo; aunque esta vez no lo sentí, sí me dan miedo los temblores. Sabe, me dice, yo creo que la gente que tiene miedo es porque se ha portado mal. Ja ja ja, ya me chingó. 

Son las 14:33. Ya en casa, se me ocurre que puede suceder una réplica, no quiero ni entrar al baño, mucho menos bañarme… quiero ir al aeropuerto. 

Texto y fotografía por Ana Lucía Castro Luque

 

 

Sobre el autor

Cajemense. Demógrafa. Profesora investigadora de El Colegio de Sonora. Contacto: lcastro@colson.edu.mx

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