The last dance, episodios VII y VIII

A medida que avanza esta serie documental y se nos manifiestan de viva voz todos los secretos, algunos de los callejones sin salida y circunstancias por las que tuvo que pasar la dinastía más imponente de los años noventa y probablemente de la historia. Apreciamos un Michael Jordan ya un poco más viejo, más relajado con el trago que tiene en la mesa de un lado y vemos aquello que muchos de nosotros dudamos ver algún día, el ser humano frágil y sensible escondido detrás del invencible competidor. Un hombre que a menudo se quiebra y nos muestra que tiene un corazón.

Relatar la historia de cualquier superhéroe importante sería imposible sin antes explicar su motivación para lograr una inmersión absoluta dentro de tareas sobrehumanas. La enorme pérdida de un padre o padres es lo que los hace adentrarse a multiversos, universos cuánticos, viajes en el tiempo, hacer la diferencia y lograr cambiar el curso de la humanidad. El caso de Jordan no es diferente.

El padre de Mike fue víctima de un asesinato casi de historieta y los medios como siempre no dudaron en poner a Jordan en la posición más incómoda relacionándolo con las apuestas, amenazas para perder las finales y con especulaciones horribles qué son muy delicadas a la hora de hacerse públicas.

La preciada infancia

En mi opinión la eterna deuda de Michael Jordan con su padre era el beisbol. Muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de ser contagiados por nuestro padre de sus pasiones e incluso vislumbrar el futuro que ellos quisieran para nosotros, desde seguir sus pasos, conseguir las metas que ellos no pudieron o apoyar dedicarnos a lo que nosotros queramos. La realidad es que el retiro de Michael Jordan fue una forma de honrar la memoria de un padre que siempre estuvo presente, el hombre por el que aprendió a competir por su atención, la persona que lo educó junto con su madre en la excelente persona que es, el ejemplo de hombre que debía mirar sus pasos nunca estuvo borroso. El beisbol también se volvió una válvula de escape a la tremenda presión que vivía, una desconexión de un mundo que quería cada vez más de él y además lo sujetaba a juicios de todo tipo. Para mí su ida al beisbol fue una oportunidad dorada para poder volver a la preciada infancia donde a casi todos nos gustaría volver, en un escenario tan común como un campo de beisbol, en donde lo importante es que tus padres te vean con orgullo desde las gradas, esa preciada convivencia con tus camaradas y la diversión de salir al campo un soleado domingo en la mañana por el puro placer de divertirte.

El mundo del baloncesto se había quedado incompleto, se sentía así como nos sentimos cuando no podemos terminar un estornudo. El verlo partir de una cancha de basquetbol al diamante lo hizo objeto de burlas y críticas. Lo que nunca se debe poner en duda es la ética de trabajo de Jordan, entrenó más duro que nadie, modificó sus atributos físicos y atacaba cada bola cómo si fuera la última. Si Michael tenía pasión era para jugar beisbol, en honor a su padre. Su acercamiento al beisbol también lo hizo objeto de una duda. ¿Todavía sabría jugar al básquetbol?

Michael Jordan estuvo a nada de jugar con las Águilas de Mexicali después de una serie de negociaciones y exigencias de su majestad a las cuales se accedió. Finalmente la historia fue otra. Pero, ¿se imaginan haber tenido el honor de recibirlo en el legendario Héctor Espino? ¿O haberlo visto en los tacos cenando aquí en Hermosillo?

El básquetbol tiene esa virtud relajante qué al solo concentrarte a tirar el balón de la manera correcta lo vuelve una actividad pacífica y llena de diversión. Jordan apareció un día en las instalaciones de su antiguo equipo y luego otro y otro de forma consecutiva. Esto generó una sola pregunta ¿Sería posible qué su majestad considerara volver? 

Bill Clinton lo dijo en su reporte de empleo:

“Al día de hoy nuestra economía ha producido 6.1 millones de trabajos desde que yo soy presidente y si Michael Jordan vuelve a los Bulls habrá 6 millones 100 mil y un nuevos trabajos”.

Callar necios

Michael Jordan lo único que tuvo decir era: “¡he vuelto!” y no había tiempo para más declaraciones, “el hombre” había regresado a tomar nombres, callar bocas y no menos que llevar a unos tambaleantes Bulls por otra ronda de gloria. La diferencia es que ahora veríamos a un Jordan mucho más maduro y concentrado en los objetivos, un hombre que no permitiría que nadie se colgara del éxito de su equipo sin llevarse la justa tajada de chinga y trabajo que hizo del primer tricampeonato de Chicago el equipo a vencer y temer. La motivación volvía, para Michael no debía haber nadie que pusiera en duda su estatus, la motivación era callar necios.

Jordan venía de dedicar cuerpo y alma a otro deporte, modificar su cuerpo y sus capacidades físicas, por lo tanto era obvio que tomaría tiempo volver a ver lo que ya estábamos acostumbrados. El superhéroe se preparaba para una misión imposible, que consistía en sin ser totalmente un basquetbolista lograr vencer al Orlando Magic con figuras como el joven y atlético Shaquille O’Neil ni más ni menos que el jugador más dominante en la historia  y Penny Hardaway que para mí es la primera versión del jugador moderno de la NBA, lleno de agilidad, fuerza y velocidad. Los Bulls no lo lograron desafortunadamente pero como en todas las buenas historias volver a visitar la derrota serviría para de ningún modo volver a querer pasar la noche ahí.

Los Bulls de 1995-1996 logaron algo que se consideraba insuperable hasta hace unos años, un récord de 72 ganados y solamente 10 derrotas. Jordan tuvo todo un largo verano para recuperar su cuerpo, recuperar la fluidez y mantenerse motivado, el resultado fue la versión mejorada de cualquier equipo que puedan ustedes pensar. Unos Bulls que median una estatura promedio de 2 metros, donde emergía la figura de Dennis Rodman como especialista defensivo y reboteador a la ausencia de Horace Grant quién ahora prestaba sus servicios precisamente en Orlando. Y un rol de jugadores espectaculares, maduros, enfocados que sabían qué estar a un lado de Mike dentro y fuera de la cancha implicaba competir a muerte.

Mientras el verano trascurría la filmación de Space Jam se llevaba a cabo, Jordan invitaba a todos a jugar al set que le armaron para entrenar en sus ratos libres. Les dejo un dato curioso, este fin de semana que acaba de pasar Space Jam es la película más popular en la plataforma de Netflix en  Latinoamérica casi 25 años después.

El Día del Padre

Los Bulls de 1995-1996 dominaron totalmente gracias a que entendieron que si no iban a competir les iban a sacar la cabeza, ya que nadie quería ver a los Bulls renacer. Y justamente el día del padre, un sentimental Michael Jordan se derrumbaba como nunca lo habíamos visto llegando a la cima por cuarta vez. Su padre por primera vez no estaría en la celebración de su hijo. Y esto es algo que los que hemos tenido que encontrar la manera de crecer sin padre nos duele en el corazón. Saber qué sea lo que sea que logres, tu padre no estará para ser testigo de tu logro y aquello que te has convertido. Lo puedes tener todo en el universo, pero desafortunadamente siempre te hará falta un padre.

Había un nuevo relato de un superhéroe que podía volar pero a diferencia de los demás este no usaba capa. Una historia igual de trágica que la de cualquier otro personaje de historietas se firmaba y detrás de ella no estaba Spike Lee, Jerry Siegel o Bob Kane. “Súper Jordan” había saldado la cuenta de jugar béisbol profesional cómo su padre hubiera querido y más importante, de volver a ser campeón; esta vez, desafortunadamente su padre lo estaría viendo de alguna dimensión que aún no podemos explicar.

El polémico liderazgo de Michael era simple y se resume en la siguiente frase “el ejemplo arrastra”, la presión y los malos tratos que Jordan le daba a sus compañeros son la muestra del cariño más fraterno que hay. Si alguien hace eso por ustedes, agradézcanle trabajando más duro que él. La mentalidad de Michael Jordan es como se debe abordar el mundo actual dónde la confianza es clave, dónde se debe exigir lo que uno entrega, dónde posar no sirve sin ser, el mejorar es mandatorio y lo más importante es competir.

La clave del liderazgo de Jordan es la pasión. Está claro, jugar es competir y competir es a ganar no hay nada más, y todo lo que esté fuera de ganar no importa si estas compitiendo. El qué se quiera sentir cómodo automáticamente no tenía espacio en Chicago, tenía que mejorar todos los días. Al que le guste perder que se busque un equipo que juegue a perder, a ver si lo encuentra. Así es la única manera como se juega a algo y si no estaban de acuerdo lo mejor era no perder el tiempo.

Sobre el autor

Hermosillense adoptado. Contador público, comerciante y emprendedor. Aficionado al deporte, la cultura y la ciencia. Amante de las buenas conversaciones y el intercambio de ideas.

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