La cosa está más complicada de lo que se creía, pues no es de cambio de régimen sino de sistema. Bajo el sistema de explotación, extracción y acumulación de riqueza actual es imposible terminar con la violencia y la pobreza. El actual sistema, que en lo económico no ha dejado de ser neoliberal, es un sistema que se sustenta en los megaproyectos extractivistas, de acumulación en base al despojo y destrucción de la naturaleza y los pueblos. La acumulación por despojo. 

Como los pueblos no entregarán sus recursos, así les prometan las perlas de la virgen, para despojarlos se requiere la violencia, el terror, y el terror se crea matando, como las fuerzas armadas (ejército, marina, guardia nacional, policías de toda laya) no lo pueden hacer en forma directa, aunque cuando lo necesitan no se tientan el corazón, utilizan a mafiosos y/o paramilitares.

No por nada en pleno gobierno progre, en 2020, asesinaron a 18 defensores ambientalistas, cada vez con más saña, como al más reciente que fue el 4 de abril pasado: lo descuartizaron delante de su hijo pequeño. 

Para que este hecho, la utilización de la violencia para el despojo, no sea identificada por la población, porque cuando el pueblo identifique esto va a terminar con el negocio, el capital lo oculta, simulando que las mafias se dedican a la delincuencia, pero no, la principal función del sicariato es provocar terror. 

Para que el nudo no se afloje tiene otra vuelta, la pobreza. La pobreza hace que la gente no se ande preocupando «por cosas que no le importan», el pobre puede ver que a su vecino lo estén matando, que lo estén despojando y no hace nada, no porque no quiera sino porque su tiempo lo tiene que dedicar a traer el sustento a su familia, pero además si se entromete puede resultar muerto, por eso es que su familia no lo deja.

Pero ya ven que los de arriba son abusados. Previniendo, le dieron dos vueltas más a la cuerda sobre el nudo, una los progres, para que el joven progre no vea lo que realmente pasa explotan de forma simplona su sensibilidad, pero además el joven que sí ve lo piensa dos veces, pues para eso está el terror, por andarse metiendo donde no lo llaman lo pueden matar. El joven progre pues, para calmar su conciencia, se dedica a hacer historia repartiendo migajas entre los más jodidos.  

Por último está la izquierda, una parte anda en el progresismo por la chuleta, el sacrificio ya le cansó, descubrió que con mística no se come y menos se toma buenos vinos o se va de vacaciones. 

La otra parte de la izquierda prefiere hacer sus luchita sola, pues el miedo no anda en burro, nada hacen por pelearle las bases populares a los progres, justificaciones tienen muchas.

Por Gerardo Valenzuela

Ilustración de Dreamstime

Sobre el autor

Gerardo "el Gerry" Valenzuela (Vícam, 1959) tiene una maestría en ciencias sociales, con especialidad en Política Públicas, por El Colegio de Sonora. Hijo de pobres entre los pobres (jornaleros agrícolas), milita en la izquierda desde que se le atravesó en 1973 y ha pasado por todo el espectro de la misma, desde la izquierda extrema y radical hasta la "progre". Tal vez por eso no me llevo bien con ninguna, opinó alguna vez.

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