Hermosillo, Sonora.- Qué mejor manera de comenzar el año, para los fans de Ricardo Arjona, que recibiendo la noticia de su presentación en nuestra ciudad. Es mi momento —pensé—, mi primer concierto ¡y con uno de mis artistas favoritos! Era como pegarle al gordo en tu primer boleto de lotería.

—Qué onda, plebes, va a venir Arjona, ¿quién va a ir?, el veintiséis es la venta de los boletos. Y sí, las tres asentimos (mi amiga, mi hermana y yo). ¿Con hombres o sin ellos?, fue la segunda pregunta, que no se resolvió hasta el día de la compra.

Se llegó el día de la venta de boletos, muchas personas se dieron cita en un local de la plaza El Sahuaro, La Onda Latina, con la firme intención de conseguir su entrada al magno evento. No importó la larga fila, ni la espera de una hora para lograr el objetivo.

Al iniciar la venta, la fila avanzó rápido; lo que no fue “onda” de la Onda fue que no tuvieran terminal para realizar pagos con tarjeta o estuvieran recibiendo trasferencias por medio de las aplicaciones bancarias, lo que resultó un inconveniente, ya que no nos acabalamos con el efectivo para todas las entradas que necesitábamos, por lo que tuvimos que comprar dos boletos en línea, los cuales salieron con un costo mayor, aun siendo en la misma zona y fila, y ya sin mis amigas… pero mi Arjona lo valía.

Se llegó el esperado día. Veintinueve de marzo marcaba el calendario. Saliendo del trabajo comenzamos la organización para irnos. Tres de la tarde y nadie decía nada, me quedé dormida a la espera de una respuesta, para esto, ya le había anticipado a mi compañero de vida, lo que nosotros haríamos si no se ponían de acuerdo los demás —Te vienes del trabajo a tiempo para salir a las siete veinte de la tarde, dejamos a los niños con la niñera y saldríamos al estadio a las siete cuarenta y cinco a más tardar.

No sé qué estoy pagando (dijeran en mi pueblo), pero nunca sale nada como lo planeo, y a mí, la “Sra. doña Desespero”, me invade la impaciencia, y los monstruos del mal humor comienzan a apoderarse de mi boca, afortunadamente, en este momento de mi vida, ya he logrado controlarlos guardando silencio.

Llegamos al punto de reunión (la casa de mi hermana), terminamos saliendo de ahí a las ocho treinta, la hora en los boletos marcaba el inicio a las nueve, mi pensamiento negativo se hacía presente —No vamos a llegar—, los amigos queriendo amenizar el camino decían pavada tras pavada; yo sólo miraba el tráfico y pensaba en la larga fila que tendríamos que hacer para entrar, —Ya venimos, con que lleguemos; no importa que no sea a tiempo— fue mi pensamiento optimista.

El conductor designado se percató de mi silencio.

—¿Por qué tan callada? —me preguntó.

—Aquí donde me ves, vengo luchando con mi desesperación por llegar, es una manera de regularme— concluí la respuesta.

—No te preocupes, tengo mis estrategias. Vamos a tomar unos atajos.

De calles no sé mucho, sólo miré que dio vuelta del Quiroga hacia la carretera rumbo a Kino y ahí tomó otra calle a la izquierda para salir a la calle Héctor Espino, la cual desde que comenzaba tenía carros estacionados a los lados, y surgía la pregunta —¿Acaso no habrá estacionamiento allá?—, la fila para entrar era larga y avanzaba lento, la estrategia del conductor fue tomar, como otros, el tercer carril que corría más rápido, ya, a estas alturas y con el evento a punto de comenzar, no me importó quebrantar el orden.

Había un desorden controlado, la gente tomó tres carriles para entrar, dejando uno para salir; acercándose a los estacionamientos había personas redirigiendo el tráfico —son dos carriles, son sólo dos— al tiempo que señalaban integrarse a los carriles correctos, fue impresionante para mí ver tantos carros ya estacionados, y a tanta gente queriendo ingresar al estadio.

La entrada fue rápida y organizada, había personas de seguridad pidiendo dejar abiertos los bolsos para revisar, otras checando los boletos y los códigos QR, ya pasaban las nueve y diez de la noche y todo corría tranquilamente. Al ingresar al estadio, había muchas personas en su lugar y otras tantas en los puestos de comidas y snacks para amenizar la espera.

Mi ansiedad bajó al darme cuenta de que aún no comenzaba el concierto, empecé a observar el complejo lleno de gente y por supuesto ¡el escenario!, era impresionante: tres grandes pantallas, en los laterales se proyectaba, por momentos, el rostro de Arjona y la publicidad del concierto (Tour Blanco y Negro, Arjona 2023), y en la pantalla central imágenes de museos, calles, mar, etc., el equipo de sonido y el de luces realzaban el momento.

La hora llegó, el show comenzó, aproximadamente a las diez de la noche se escuchó el canto de las coristas y el sonido de una guitarra, seguido de la interpretación “Animal nocturno”, con un ritmo más rápido que la canción original (¡no pudo abrir el concierto con una canción mejor!, porque habla de su vida, sus inicios en la música, una canción sobre sí), —¡Dios mío de mi vida! —pensé— una voz impecable con unos arreglos musicales bellísimos. Yo no dejaba de sonreír al verlo tocar la guitarra y cantar, siguió con las interpretaciones de sus éxitos, “Si el norte fuera el sur”, al terminar lo que se podría llamar su introducción musical, tomó la palabra para dar una sutil bienvenida y manifestar lo contento que estaba por presentarse en Hermosillo, habló del tiempo de pandemia y de lo que surgió en ella, de los únicos influencer que tuvo en su vida, los cuales llamó mamá y papá, y continuó con la interpretación del primer sencillo de su penúltimo disco “Hongos”.

Interactuaba lo necesario con el auditorio, para dar pie a las próximas interpretaciones, abrió un espacio para las complacencias. Aquí —dijo— cantaría las que le pidieran, y en la pantalla comenzaron a aparecer la personas con las pancartas de las canciones, estas canciones no las cantó completas, sólo algunas estrofas, en ese espacio interpretó “Ella y él”, “Mi novia se me está poniendo vieja”, “El problema”, “Pingüinos en la cama”, etc., la gente ovacionaba y cantaba, más aquellos grandes éxitos como “Dime que no”, “Desnuda”, “El taxi”.

A mitad del concierto dio espacio a artistas invitados, a su amigo Benjamín lo dejó interpretar la canción “No soy el aire”. Presentó a sus músicos, mencionado nombre y nacionalidad; en la última media hora, casi al cierre del concierto, eligió a la Sra. de las 4 décadas, la Sra. Alma Espinoza fue la elegida, ella se encontraba en la terraza del estadio con una pancarta en la que se leía: Soy tu Sra. de las cuatro décadas, la invitó a pasar al escenario y todos aplaudimos, ovacionamos y nos unimos a la interpretación de la canción (gran detalle de Arjona, interactuar con el público).

Lanzaba ya su despedida y realizó la última dinámica de interacción donde invitó al auditorio a realizar una canción, nos relató cómo entraría para interpretarla y al sonar el piano lo supimos, “Fuiste tu”, que cosa tan exquisita, maravillosa.

Cerró su presentación con el himno a las féminas “Mujeres”, donde se volvieron a encender los ánimos de todos y se despidió con un largo, y triste para nosotros, «¡gracias!»

Texto y fotografía por Ariana Nuñez

Este artículo se publicó originalmente en el número siete de nuestra versión impresa

Sobre el autor

Los Mochis, 1986. Profesora de Educación Especial en escuela primaria pública de Hermosillo. Le encanta platicar pero esta vez asumió el reto de redactar.

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